sábado, 27 de septiembre de 2014

La mujer que creía ser Pizarnik

«Hermana estrella: soy Alejandra. Buenas noches».
Alejandra Pizarnik

La piedra de la locura la vendían mis padres en su joyería. Bueno, no, pero yo fantaseaba con ello. La piedra de la locura para los anillos de compromiso de la burguesía. Alguna tontería así. No sé por qué me pusieron Flora, si tenían una tienda de piedras preciosas. Habría sido mejor Esmeralda, por ejemplo. Luego fui Alejandra, que era un nombre que me sentaba mejor. Más seco, mucho más acorde. Entretanto, fui tartamuda. Me expresaba como en telegramas. Entrecortadamente. A una tartamuda hay que escucharla con atención. Siempre fui hija del insomnio y novia de la depresión. Una judía lesbiana y depresiva en la Argentina. Luego viví en París, conocí a Cortázar. A veces escribí. Perseguí la noche, la delgadez, los barbitúricos. Dicen que me suicidé con una sobredosis de Seconal, pero no existe la sobredosis de antidepresivos. Lo que llaman sobredosis es simplemente la cura.

Publicado en el número 18 de Obituario

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