viernes, 31 de enero de 2014

El odio amoroso

Una cosa muy bonita de las parejas es compartir odios. Así, Sonia ahora odia a mis enemigos y yo a los suyos.

jueves, 30 de enero de 2014

La novela

A veces, por las noches, me llama una voz. Es la novela que nunca he escrito, que repite mi nombre una y otra vez. Por qué no me escribes, dice, ven aquí si eres hombre, maldito cobarde, afronta este desafío. Pero yo me arrebujo con las sábanas y sigo durmiendo.

miércoles, 29 de enero de 2014

La censura onírica

Sueño con un programa de televisión cultural matutino en el que entrevistan a un dibujante de cómics estadounidense que se expresa en un más que aceptable español. Habla de su carrera, pero con timidez, pensando en todo momento que se le acaba el tiempo. Los presentadores, sin embargo, le animan a continuar. Luego ponen un vídeo de los instantes finales de un partido de balonmano femenino. Se ve a un tipo con traje saltando de alegría. Es el dibujante de cómics, que al parecer fue entrenador de un equipo belga de balonmano femenino. Le preguntan entonces por el deporte y contesta que en su método de entrenamiento intentaba recuperar el espíritu solidario obrero y... de pronto empieza a sonar una música que apaga sus palabras. Pasan a otro plató, donde un periodista habla de otro asunto. Y no sé si mi subconsciente quiere alertarme de los peligros de la censura o si el gobierno controla ya los sueños.

martes, 28 de enero de 2014

La privacidad en directo

Me escribe un amigo por Facebook: «¿Va todo bien? Llevas todo el día escuchando a Leonard Cohen».

lunes, 27 de enero de 2014

La normalidad

Cualquier persona a la que se le pregunte por la calle tiene clara la respuesta: hay para todos. Incluso si el reparto no es del todo justo y algunos se siguen llevando algo más que el resto. Pero nadie normal preconizaría que unos pocos tengan casi todo y muchos no tengan casi nada. La historia de la humanidad es una larga lucha de las personas normales contra los psicópatas que tienen el poder.

domingo, 26 de enero de 2014

Diez años y un día

Y aquí sigo, a pan y tinta (digital), cumpliendo mi condena con la palabra y el recuerdo, sin la esperanza, ni ya el deseo, de una amnistía.

sábado, 25 de enero de 2014

Diez años de blog (Bringing it all back home)

Yo quise ser Leonard Cohen.
En enero de 2004 tenía veinticinco años y sólo habían pasado diez meses de mi ruptura con Alba, diez meses largos y oscuros que, por suerte, no quedaron registrados aquí, aunque ya me encargaría yo de consignar otros episodios dolorosos. Alba, como ya se dijo en otra ocasión, me había dejado por un profesor suyo, un tipo que entonces tenía dos años más de los que tengo yo ahora.
Poco después de que yo abriera este blog, Mark Zuckerberg inventaba Facebook. Lo suyo ha sido bastante más lucrativo que lo mío.
En enero de 2004 sabía muy poco de la vida. Más o menos igual que ahora, pero entonces todavía no me había desembarazado de una tonta ingenuidad más propia de la adolescencia. Recuerdo que pensaba entonces en los libros que escribiría (en diez años podría haber escrito muchos). Hoy en día me pregunto si escribiré alguno. En 2004 todavía no me había presentado a ningún concurso literario ni había mandado nada a ninguna editorial, pero no parecía tan difícil. No tenía ni idea de la cantidad de escritores que había en España.
En diez años, todos los de mi generación me adelantaron. Y los de la siguiente.
En 2004 seguía persiguiendo mentalmente a Alba, pero fue también el año de mi fiasco con Natalia y de mi relación con Lara: por fin tenía el cariño que creía merecer, pensaba yo, pero a los nueve meses me dejó por un amigo suyo que estudiaba medicina (hizo bien). Esto fue ya en 2005.
2005 fue el año en el que me presenté por primera vez a un concurso literario: MálagaCrea. Me animaron Alba y Lara, ex novia y novia (pronto, también ex) unidas en una causa perdida común. Recibí la primera de mis famosas menciones especiales, lo que sirvió para alimentar una obsesión que sólo desaparecería cuando, en 2012, gané el primer premio. Hoy puedo decir que ganar MálagaCrea con treinta y dos años no tiene sentido, tiene ganarlo con veintidós.
Pero la literatura es otra mujer esquiva.
En 2006 conocí a Patricia, el momento más desafortunado de mi vida, aunque tuvo algo positivo: sirvió para que, tres años después, conociera a Susana. Por lo demás, el tiempo pasado con Patricia fue sólo tiempo perdido. Tiempo estúpido. Un año y medio a la basura. Aunque quizá aprendí algo de la condición humana. Tal vez. No lo sé, no creo.
Ella nunca supo que estuve a punto de dejarla bastante antes. O quizá sí lo supo, puesto que lo que me hizo retrasarlo fue que, una noche, se intentó suicidar a base de pastillas (un intento de opereta, en realidad).
En febrero de 2007, una chica me dejó un comentario poco inocente en el blog y la agregué en el hoy difunto Messenger. Era Babeth, que poco después me escribiría una carta en esta época de emails. Pero volveremos a ella luego.
En 2007 hubo un acercamiento con Alba que se truncó de manera repentina. Recuerdo la última noche: yo, en un estado de embriaguez total, en su portal —aprovechando que el príncipe de los enanos (así bauticé a su novio) estaba en Francia—, diciéndole en un mensaje que me dejara subir. No abrió, claro (¿hacía falta decirlo?), aunque tiempo después, cuando ya era tarde para todo, me dijo que estuvo a punto. Lo que sí que pasó al día siguiente o unos días después es que me llamó para comunicarme que estaba embarazada. Me eché a llorar como un niño (muy apropiado), tanto por el mazazo de la noticia como por la crueldad gratuita con que la acompañó. Recuerdo que cometí un error de novato preguntándole por qué me odiaba tanto.
Me pasé una semana llorando. Y disimulando esto ante Patricia.
2007 fue un año terrible. Un momento de felicidad fue cuando dejé a Patricia. Recuerdo una noche en la que volvía a casa de juerga, la agradable sensación de no tener que rendir cuentas a alguien que siempre me afeaba la conducta. La libertad. Aunque no deja de ser un poco triste no echar nada de menos a una persona con la que estuviste un año y medio de tu vida. Pero mi vida siempre ha distado mucho de ser perfecta.
En 2008 conocí a Babeth, que lo cambió todo. La primera vez que hablamos por teléfono, me dijo: «yo no soy el mundo, pero también puedo complicarte la vida». Bromeaba, pero acertó de pleno.
El problema fue que Babeth me cogió de la mano.
No se resume a eso, claro, pero suena bien. Si esto fuera una novela, el capítulo se titularía así. El problema fue que Babeth me cogió de la mano. Pero no. El problema es que era preciosa y tenía un coco privilegiado. El problema es que me trató con una dulzura que yo ya creía imposible. El problema es que era ella. El problema a resolver.
Y a mí siempre se me ha dado fatal esto del amor.
Cinco días de enero de 2008. Este blog cumplía cuatro años. Yo estaba enamorándome y olvidándome por fin de Alba (que, por cierto, acababa de ser madre). Yo estaba enamorándome de Babeth, que una noche, comiendo naranjas, me dijo en su frío piso de Castellón: «mira, igual que Bandini». Yo estaba enamorándome de Babeth, que una noche quiso cepillarme amorosamente el pelo (entonces lo tenía mucho más largo que ahora). Yo estaba enamorándome de Babeth y recopilando detalles por si no volvía. Que no volví.
Esto a pesar de que hicimos un curioso pacto: ella vendría a Málaga a verme si yo conseguía una nueva mención especial en MálagaCrea (por aquel entonces, seguía teniendo sólo la de 2005). Al final incluimos una cláusula muy optimista que la obligaba a venir también en el caso hartamente improbable de que ganara.
No gané, pero recibí mi segunda mención especial. Ella, mientras tanto, se había enamorado de otro y, como es natural, todo había cambiado.
Yo seguía pensando en ella, persiguiéndola mentalmente, que es el único recurso que nos queda a algunos (y el derecho al pataleo, también). Volviendo una y otra vez a los mismos momentos. Aquella vez en la oscuridad, que me dijo «guapo» y luego se hizo la loca, como si yo necesitara que me escamotearan los piropos. Aquella vez que me dijo que si se había acostado conmigo era porque quería hacerlo con un autor de culto (sabía cómo halagar mi tonto ego). Aquella vez, claro, que me cogió de la mano de camino a la estación de trenes.
A mí siempre me han gustado las chicas que me hacen sentir importante. Es un sentimiento muy agradable, por novedoso.
Así, 2008 fue un año muy duro. Con una escapada a Madrid (en noviembre, creo) para verla y robarle un beso de camino a su casa. Y volver a la soledad y el silencio. Volver al eterno pensamiento: todo ha salido mal. Cuando el plan era muy sencillo: verla de nuevo, con calma, despacio, no la espantemos con declaraciones apresuradas de amor. Tiene que ser muy agradable que las cosas salgan según el plan. Recuerdo que envidiaba a los tipos que no se enamoraban de ella y al mismo tiempo me parecían rarísimos.
Pero estamos ahora sólo en 2009. Cinco años de blog. Tendrían que pasar muchas cosas, pero no. Gané un segundo premio en un certamen de cartas de amor (al menos lo de Babeth me daba dinero) y nos vamos directamente a septiembre, que es cuando sucedieron cosas. Sucedió que conocí a Susana, que era la prima de la mejor amiga de Patricia, mi ex. Habían venido a Málaga a pasar unos días y aproveché para quedar con ellas una noche. En realidad, mi intención no confesada era intentar algo con Lucía, la mejor amiga de Patricia, pero cambié de idea cuando conocí a Susana. Qué chica tan guapa, pensé nada más verla. Y qué borracha acabó, besándose conmigo por calles solitarias. Al día siguiente decía no recordar nada, lo que era descorazonador tanto si era cierto como si no. Así que esto queda en un impasse y voy a Madrid a acostarme con Alba y, al día siguiente, con Babeth, aunque esto último era totalmente inesperado (creo que me quedé unos segundos con cara de tonto cuando empezó a quitarse la ropa). Yo en Madrid por la mañana en el Reina Sofía con Alba y por la tarde con Babeth tomando un café. Miren, miren a la chica pelirroja, que pensaba yo al verla marchar.
La última vez que me acosté con Babeth fue el dieciocho de septiembre de 2009. Es raro esto de acordarse de la fecha exacta, pero es que al día siguiente era mi cumpleaños. Recuerdo que estaba con un humor de perros, pero se le fue pasando.
Me acuerdo de una mancha negra de rímel que me dejó en el brazo después de haber llorado brevemente. Pero eso no fue la última vez. La última vez no se quejó del escaso caso que le hacían otros. La última vez no parecía la última, que le dije de coña: oye, sólo te pido una cosa, que no vuelva a pasar un año y medio sin ti. Ella me pidió perdón y respondió muy seria que lo sentía. Yo no daba crédito (como los bancos), ni que tuviera derechos adquiridos con ella o algo así, pero no voy a mentir: me encantó oírlo.
No me volví a acostar con ella jamás; no creo que esto sorprenda a alguien.
I lit a thin green candle…
Y llega 2010 y llega María. Sin embargo, tenemos que retroceder un poco: a la presentación del libro de los ganadores de MálagaCrea de 2009. Yo volvía a marcharme de vacío, pero allí estaba, como cada año, para asistir a la coronación de otros. Con mi mejor amigo y una botella de vino barato, despotricando. Apareció entonces, acompañando a uno de los ganadores, una chica preciosa. Con unos ojos enormes bajo el sombrero. Le dije a mi amigo algo parecido a esto: no sólo se lleva el premio, encima tiene esa novia (lo más parecido que podía yo poner sobre la mesa era haberme acostado meses antes con la otra ganadora del certamen, pero no era lo mismo). Lo cierto es que me interesaba mucho más esa chica tan guapa y de movimientos tan elegantes que el premio de marras. La chica era María, aunque entonces no sabía nada de ella, ni siquiera su nombre.
Pero en enero de 2010 estoy en Granada con ella. Otra vez cinco días de enero. Pero esta vez María comía mandarinas por la noche, no naranjas. No importa, también son cítricos. Y, como en El Padrino, siempre había una muerte (la mía).
María pintaba y escribía con el talento de cien genios. Era zurda y defendía que el zurdismo tenía una relación directa con el arte. Señaló que mi uso de la mano derecha era claramente un error. Para corregir mis maneras, me dibujó un corazón en el lado derecho del pecho. Recuerdo que se sentaba siempre muy erguida, muy elegante (seis años de ballet) y que fumaba constantemente. Me rompió el corazón (no sé si el derecho, el izquierdo o los dos), pero me evitó un cáncer de pulmón. Es una manera de verlo. Le regalé un libro de Francisco Umbral, creo que Las ninfas, una vez que fuimos a una librería de segunda mano. Nunca le conté que fue un amigo mío quien había impugnado sin éxito el premio de poesía de su ex novio. Una noche, en un restaurante chino, el camarero le llamó la atención por fumar. Creo que esa misma noche nos cruzamos con un vagabundo extranjero con el que estuvimos hablando unos minutos. Granada estaba llena de frío, pero en su desordenada habitación había calor, amor y un cenicero siempre rebosante de colillas.
María, llena eres de gracia. Sobre todo al decirme que me pongo muy guapo cuando sonrío y yo anoto mentalmente: «la percepción de María se ve seriamente alterada cuando bebe, lo que tiene que ser muy interesante a la hora de pintar».
Yo la llamaba artistilla y boba y ella a mí poetastro y coco. Quizá pudiera parecer todo lo contrario desde fuera, pero era una chica muy cercana, muy natural. La primera noche, nos confesamos que esas conversaciones que tuvimos por internet eran agotadoras: todo el rato intentando impresionarnos el uno al otro.
En principio iba a quedarme en Granada cuatro días. Empezaba el año con la absurda idea de presentarme a un concurso de poesía de la Legión; tenía pensado escribir un poema acerca de la camaradería de unos legionarios, una historia encubierta de homosexualidad. Sólo por diversión. Pero María me pidió, con su curioso acento murciano-granadino, que me quedara un día más y no tuvo que insistir mucho. Uno tiene claras sus prioridades.
Volví a Málaga con un catarro que me duró un par de semanas y la promesa clara de vernos pronto. Pero nunca más nos vimos. Tenía que haberlo imaginado cuando en el último momento aplazó nuestro segundo encuentro y, desde Sevilla, me prometió que me compensaría. «Te compensaré» es siempre una sentencia de muerte en la boca de una mujer bonita. Nunca más nos vimos, a pesar de vivir a hora y media en autobús (dos horas, dependiendo del tráfico). Estuve a punto de hacerle una visita sorpresa una vez, pero el destino quiso abofetearme con el envés de la mano. Yo estaba en el piso de Adriana en Motril con el plan de presentarme en Granada al día siguiente, pero esa noche María me dijo que iría a Madrid ese fin de semana y que no sabía qué iba a pasar cuando viese a su ex novio. Anulé la visita sorpresa, por supuesto, pues ya no parecería un gesto romántico, sino una acción propia de Otelo.
Los imponderables, siempre jodiendo.
Y la cosa se fue deteriorando sin solución. Seguía diciéndome que quizá el próximo fin de semana podríamos vernos. Y luego el próximo. Y luego el próximo. Y yo quería creerlo siempre. Finalmente, discutimos cuando su ex, al que habían puesto al mando de la publicación en la que yo colaboraba por aquel entonces, decidió aplicarme métodos estalinistas y a mí no me pareció bien.
Tiempo después volvimos a hablar y recuperamos una relación cordial, aunque distante. Yo volví a aprender que nunca entiendo nada y que una mujer puede pedirte que te quedes un día más y luego no querer verte nunca.
Pero siempre reconstruyo recuerdos con piezas rotas. Yo pasé de puntillas por las vidas de las chicas a las que amé. Nunca perturbé su sueño, como un buen invitado.
Volvemos ahora a Susana y a un concierto que daba Sonic Youth en Madrid. Fuimos juntos, pero también venía Lucía, su prima. Sin embargo, tras el concierto, Lucía se marcha a casa y nos quedamos solos Susana y yo, de bar en bar. Una cosa lleva a la otra, que es una expresión muy tonta. La vida tendría que ser así, pensé entonces: ir a un concierto de Sonic Youth con una chica guapa y luego acostarte con ella.
Susana llevaba un cascabel en el tobillo y yo me acordé de París, Texas y no de las serpientes. Un cascabel significa peligro, Míchel. Que estés atento, pero tú nunca lo estás. Aunque en realidad Susana siempre se portó bien conmigo. Era una chica con un gran espíritu lúdico; nunca pensé que fuéramos en serio, aunque a veces me mandaba señales contradictorias y me hacía dudar. Como que viniera a verme a Málaga un par de veces en verano. O aquella vez en la laguna, sentada en mi regazo, que me dijo: «ya hace casi un año que nos conocemos». O lo de llorar cuando nos despedimos. O lo de discrepar conmigo acerca de los tangas, decirme que eran horrorosos y sin embargo presentarse una vez con uno, como si quisiera complacerme. Un amigo me vio una vez con ella desde lejos, cuando nos despedíamos en la estación y me dijo: parecíais enamorados. Lo entendí todo mal, de nuevo. Nos vimos por última vez en Madrid y nos despedimos en otra estación de trenes (siempre ferrocarriles), con la idea de volver a vernos pronto. Pero dejó de contestarme a los mensajes. Desapareció, se despidió a la francesa. Yo no insistí, claro, que sabía que no serviría de nada. Tiempo después le escribí y me contestó vagamente, diciendo que actuaba así cuando las cosas se le iban de las manos.
Para mí, las mujeres son el intérprete de signos del funeral de Mandela (o puede que ellas hablen claramente y el intérprete sea yo).
«Siempre nos quedará el parque Europa, con su París de andar por casa», le dije en el último mensaje de móvil que le mandé.
También 2010 fue el año en que Alba me llamó por teléfono para decirme que había cortado con el príncipe de los enanos (después de siete años) y que me quería. Yo, que ya no era el mismo, disimulé mi escepticismo al respecto y nos vimos un par de veces, nos besamos, nos abrazamos. No nos acostamos. Me mandaba mensajes por la mañana diciéndome que me quería. Pero no era cierto, como es lógico. Me hizo una jugada muy fea en la Noche en Blanco malagueña (curiosamente, la última vez que me acosté con Babeth fue el día anterior a una Noche en Blanco madrileña), una jugada que me habría destrozado de haber sido el de antes.
Es difícil explicar hoy lo mucho que la quise y el daño que tan gratuitamente me infligió en tantas ocasiones.
No volvimos a hablar en un tiempo. Hoy en día mantenemos una relación distante y cordial, que es lo habitual cuando se trata de mí.
También fue el año en el que dije adiós a Babeth. En verano me había llamado llorando; su ex novio había acabado de empaquetar sus cosas o algo así. Me extrañó que me llamara a mí, pero me dijo que no tenía a nadie más, que todo el mundo estaba con el puto fútbol. Yo bajé el volumen de la tele para que no se diera cuenta de que estaba viendo el partido entre Argentina y México (la Wikipedia me dice que esto fue el 27 de junio). Tuvimos una agradable conversación, dejó de llorar, se rió un poco. En un momento dado le dije que me parecía muy bien que estuviera sola, que no quería que nadie la tocase. Ella se rió y me dijo que nadie la tocaba.
Poco tiempo después me mandó un mensaje que no supe cómo interpretar. La comunicación con ella siempre fue extraña; creo que me contestó al veinte o treinta por ciento de cosas que le escribí. Un día me decía algo bonito y otro me decía que a veces tenía «como ramalazos de ganas» de mí. Una vez me dijo que vendría a Málaga a verme y durante un par de días me agarré a la tonta esperanza de que fuera cierto, pero finalmente me explicó que no podría ser, que quizá en otra ocasión. Yo dije que no pasaba nada, que lo entendía. A veces le mandaba relatos y la única respuesta era el silencio (lo que era una manera bastante clara de opinar). Todavía no sé si lo de recomendarme que probara suerte con Alpha Decay era una broma pesada o no. Recuerdo que una vez me mandó un mensaje al móvil que decía algo así: «Los de Granta no tienen ni idea: en esa lista tendrías que estar tú». Siempre he sospechado que se confundió de número.
Y la veo por última vez, más de un año después de nuestro último polvo. Babeth, mi gran amor en el exilio (pero yo casi siempre he amado así, ¿no?). Se muestra cordial, amistosa. No hay nada que hacer. Será de otros, musa de otros (siempre lo ha sido, Míchel). Y yo no quería convertirme en ese tipo con el que se queda por compromiso. Hay que ser Werther o nada, que decía Camus. Algo así, yo qué sé. Esa noche culmina mi proceso de destrucción personal, creo. Nos despedimos en el metro, con un abrazo en el que tiemblo de dolor (¿es natural temblar de dolor?) y pensando: ya está, esto es el final (una pregunta para la metafísica: ¿cómo puede terminar algo que nunca ha empezado?). Veo un fotomatón cerca y durante unos segundos pienso en decirle: oye, saquémonos una foto juntos, no tengo ninguna foto contigo. Pero no digo nada, paso el torno de seguridad, me dice «cuídate» y yo le respondo en tono irónico que siempre lo hago. Ella sonríe y me marcho. No me quise dar la vuelta por si desaparecía como Eurídice, pero esto era una tontería, pues ella no me seguía.
Yo quise ser Leonard Cohen, creo, de una forma un tanto difusa y nunca planteada en voz alta.
I fear that I’m ordinary, just like everyone, que cantaba Billy Corgan.
Y telón (de acero). De nuevo. Recuerdo 2010 como un año lleno de oscuridad. La noche más oscura del alma era la mía y etcétera.
Lo que más jode siempre en el desamor, creo yo, es no haber tenido verdaderamente una historia con la chica. No puedes hablar de amor si no eres capaz de poner sobre la mesa una historia con ella. Puedes hablar, si acaso, del deseo. El deseo, el anhelo, la obsesión. Pero no de amor, quién eres tú para invocar ese derecho. Tuve muy poco a las mujeres que amé, un breve suspiro, aunque también es verdad que prefirieron estar conmigo ese breve lapso de tiempo en vez de, qué sé yo, leer un libro o jugar al Tetris. Mujeres fascinantes a las que rocé con los dedos (y no sólo rocé). Yo, un tipo de metro setenta con las habilidades sociales de Salinger. Yo, que no soy una persona completa, sino un proyecto de persona (y no veo a los antiabortistas preocupándose por mí). La vida es muy extraña.
Pero me habría gustado mucho más, como es natural. En cualquier caso, renunciar es siempre una mierda.
El epílogo con Babeth fue un gesto de romanticismo adolescente: recopilé todo lo que había escrito sobre ella y se lo mandé en forma de libro para su cumpleaños. Unas trescientas páginas, creo. Y fin, un gesto que haces más para ti que para ella, que a lo sumo puede sentir simpatía por tu desventura.
Así que yo era el hombre más triste del mundo. Me vestía de negro en días claros y cosas así. Seguía enviando cosas a las editoriales, que me contestaban muy amablemente que no o me ignoraban no tan amablemente. No me daba cuenta en realidad de las pocas cosas que había conseguido, lo lejos que estaba de alcanzar la periferia del mundo editorial. El viejo error de confundir ego con talento, vaya. Por suerte, siempre es más fácil buscar excusas que explicaciones.
Entonces aparece Sonia de la nada. Es difícil escribir de la mujer con la que estás porque quizá el día de mañana se fugue con un trapero y tengas que desdecirte; siempre es más fácil escribir de lo finalizado. Pero intentemos hablar de ella. Era mayo de 2011. Al verme, pensó que tenía cara de haber sufrido mucho. Yo fui con la cautela de siempre, aunque no es que me hubiera servido de mucho en el pasado. Recuerdo que temblaba entre mis brazos la primera vez que la desnudé. Una vez, en un bar, estudié su dentadura como si fuera una esclava que quisiera comprar (ella se dejó hacer).
Desde lo alto de un monte, señalé la ciudad con el paraguas y le dije: un día, todo esto será tuyo.
Me despedí de ella pensando que no volvería a verla. Pero ya son casi tres años juntos. Es muy extraño todo. Mucho. Pensemos que mi relación más larga antes había sido con Alba y eso terminó en 2003. Y esto será como montar en bicicleta, vale, pero yo no sé montar en bicicleta (bueno, no es cierto, Sonia me enseñó más o menos en 2012). Así que a intentar mantener el equilibrio un tipo sin él. Es raro que te quieran, sobre todo cuando no tienes costumbre. Creo que en parte me quiere porque vive engañada: piensa que su novio es un tipo que gana premios y que incluso publica libros. No sabe que todo esto es un espejismo y que la realidad es otra. Porque en 2011 me dieron mi tercera mención especial (que para ella era una novedad) y en 2012 gané por fin MálagaCrea. No sólo eso, también el Desencaja de cómic (con la consiguiente gira por media Andalucía) y un premio de tres mil euros en un pueblecito de Asturias en el que un señor del jurado, tomándome seguramente por alguien más joven, me dijo: vas a ser un gran escritor.
Disfrazarse de triunfador para ganar el amor de una mujer.
Muchas veces pienso que quizá le iría mejor sin mí. Que ahora la estoy arrastrando al subsuelo del tercermundismo literario y esas cosas. Ella iba para gran fotógrafa y ahora la he gafado con mi carrera literaria, casi tan inexistente en la realidad como mis historias amorosas anteriores. Se merece el mundo entero, no sólo una ciudad, y dudo mucho que pueda dárselo.
Seguramente le iría mejor sin mí. Pero soy egoísta. Me gusta despertar a su lado, escuchar su risa y que me insulte en gallego.
Me gusta que esté engañada y crea que valgo la pena. Me gusta mucho más verme con sus ojos que con los míos.
Creo que no habría conseguido ninguna de esas pequeñas victorias sin ella. Tal vez me habría matado, que empecé 2011 en un lamentable estado. Pero ella me ha dado la calma. Una calma que ahora temo perder, nunca hay descanso. Es como cuando consigues publicar, que pasas a preocuparte por las ventas (para que te publiquen de nuevo). El desvelo permanente.
A menudo, Sonia me está contando algo y tengo que interrumpir sus palabras para decirle con auténtica admiración: Joder, qué guapa eres.
Es importante.
Yo padezco del síndrome del hermano mediano, que se ha criado solo (todas las atenciones fueron para el mayor y el menor) y es ésta una soledad que casi siempre lo acompaña. Hacedme caso, grita, pero nadie le escucha. Quizá por eso siempre me he movido entre la egolatría y el autodesprecio. El caso es que Sonia siempre está ahí. Aguantando mis chorradas, día tras día. Creyendo en mí (cuando yo soy el primer descreído). Metiéndome en la ducha para bajarme la fiebre en enero de 2013 (a pesar de que yo estaba muy cómodo muriéndome en la cama).
Se preocupa por mí. Si mañana me muriera, sería la única chica que lloraría. Ya lo hace cuando cree que soy víctima de alguna injusticia. Es muy bonito tener una aliada, finalmente.
En 2013 sucedió un último hecho singular: una pequeña editorial decidió hundir su negocio publicándome un libro. Vaya, al final no era tan difícil, sólo me costó nueve años. Ahí estábamos Sonia y yo, en el piso de Sevilla de Adriana mientras ésta estaba en Brasil. Combatiendo el calor africano con una toalla húmeda en la espalda, revisando los textos (al final se coló alguna errata). Y luego la presentación en Málaga, en octubre, ante nueve personas. Y las ventas, que en mis cálculos más optimistas andarán por los treinta ejemplares. Pero todo esto viene bien para la leyenda (es una manera de interpretarlo).
Y ya está, se han marchado diez años sin haberlos podido ensayar antes. Yo me sigo sintiendo ese chico tímido, casi autista, que siempre pasa desapercibido, pero ahora tengo alguna cana que otra. Diez años. Diez años de mi vida contados atropelladamente. Vivirlos ha sido más o menos igual.

viernes, 24 de enero de 2014

La vejez de Pinocho

Dice el médico que tengo una enfermedad alemana que borra mi memoria, pero yo sé que se equivoca. La verdadera causa son las termitas, termitas hambrientas que van devorando mis recuerdos hasta que las estructuras mentales no puedan sostenerse más y se derrumben por completo.

jueves, 23 de enero de 2014

Un criminólogo a su amante

Me encantaría llenarte la boquita con mi ADN.

miércoles, 22 de enero de 2014

Profeta en su tierra

La biblioteca municipal de Pinares de Entretiempo homenajeó ayer por la tarde a Bonifacio Serengueti, hijo ilustre de la localidad, en reconocimiento a su labor literaria, que durante años ha atraído a los lectores (a la biblioteca, concretamente, ha atraído siempre a tres). Serengueti, abrumado y al borde de las lágrimas, declaró sentirse orgulloso de haber contribuido a la buena salud de la literatura en el pueblo, lo que fue recibido con aplausos por parte de dos lectores (el tercero se encontraba en cama con gripe).

martes, 21 de enero de 2014

La fórmula

¿Nota usted esa brisa tan agradable en el cogote? Es la sensación de normalidad, una sustancia química que hemos conseguido sintetizar tras años y años de ardua investigación. Pero ha valido la pena, ¿no le parece?

lunes, 20 de enero de 2014

La vida tranquila del pueblo

Aquí no nos gustan los forasteros, sobre todo desde que empezó el invierno nuclear. Siempre vienen con mutaciones extrañas y otras zarandajas modernas. A nosotros nos gusta la vida tranquila del pueblo y no queremos saber nada de la zona prohibida.

domingo, 19 de enero de 2014

La coherencia religiosa

—Tiene usted un defecto congénito en el corazón, pero no se preocupe: podemos solucionarlo con una operación muy sencilla.
—No quiero que me operen, doctor.
—¿Qué? Le repito que es una operación muy sencilla, no correrá peligro.
—Eso me da igual. Yo es que soy un cristiano estricto, ¿sabe? ¿Y quiénes somos nosotros, meros humanos, para ir enmendando el trabajo de Dios?
—Si no le operamos, vivirá menos de tres meses.
—Operarme sería como decir que Dios no es perfecto y yo no quiero participar en esa blasfemia, doctor. Para mí, la Creación no tiene tara alguna. Así que prefiero mirar para otro lado y hacer como que todo va bien.

sábado, 18 de enero de 2014

A Fernandita le han crecido las tetas

A Fernandita le han crecido las tetas y en el pueblo no se piensa en otra cosa. No se habla del tema, claro, que tiene catorce años y no queremos meternos en problemas, pero yo creo que se piensa y mucho. Yo mismo no dejo de pensar en el asunto desde que se presentara ayer en la panadería para verme hacer el pan, como siempre que viene al pueblo con sus padres. Llevaba una camiseta blanca contra la que pugnaban unos pechos rotundos que el verano pasado no estaban ahí. Hola, tito, me dijo, ¿hacemos unos bollos? Yo no recuerdo si dije algo inteligible, pero me acuerdo de estar luego con ella amasando el pan para el pueblo y pensando constantemente en tetas, tetas con harina, amasar tetas... en fin, una locura. Me chorreaba la frente de sudor y Fernandita me preguntó si me pasaba algo. Es el horno, le contesté yo. Pero nunca sudas tanto como hoy, replicó ella. Es el verano, entonces, que viene especialmente caluroso este año, respondí.

viernes, 17 de enero de 2014

Un misionero habla a los indios

Hemos introducido el pecado en vuestras vidas. Ahora os enseñaremos a libraros de él.

jueves, 16 de enero de 2014

Ritos

Al irnos a la cama, mi novia se quita el sujetador y yo las gafas. Es parecido (aunque yo no tengo los ojos tan grandes).

miércoles, 15 de enero de 2014

Así logré que me publicaran

Estimados editores:

Soy Gabriel Noguera y ustedes no. Esto tiene sus ventajas y desventajas. Una ventaja es que nuestra conversación no puede ser calificada, en principio, como enfermedad mental. Una desventaja es que es más complicado convencer a otra persona y yo me dirigía a ustedes para eso, para hacerles ver que publicarme sería muy conveniente (sobre todo para mí). Carezco de padrinos (aunque mis padres aseguran que los hubo en mi bautizo), pero ustedes podrían pasar a la historia como mis descubridores. Piensen en la posteridad. Piensen en la gloria. Piensen en Colón cubierto de cadenas. Bueno, en eso mejor no piensen.

Atentamente,
Gabriel Noguera.

martes, 14 de enero de 2014

Del tercermundismo como condición literaria

«Sólo por su presentación ya valdría la pena leer su manuscrito, pero de momento no valoramos nuevas propuestas literarias», me escribieron. «En ese caso, volveré a escribirles dentro de cinco años y así será una vieja propuesta literaria», les contesté.

lunes, 13 de enero de 2014

Axiomas

Siempre, en algún canal de televisión, hay una película de nazis.

domingo, 12 de enero de 2014

En diferido

—Hola, mi novia y yo llevamos un rato mirándote y queremos proponerte hacer un trío.
—Tu novia me gusta, pero tú no —contesta la rubia.
—Cariño, podríamos hacer el trío en diferido —dice la novia.
—¿Qué?
—Ahora voy yo y más adelante, en el futuro, tú.
—¿Qué?
—Eso, sí, más adelante —dice con desgana la rubia.
Desaparecen las dos mujeres y, tras una pausa, el hombre musita:
—¿Qué?

sábado, 11 de enero de 2014

Un sueño

Anoche soñé que un hombre acudía a una librería, daba un puñetazo en el mostrador y decía con voz firme: ¡Exijo un libro de Gabriel Noguera! No sabemos quién es esa persona y no tenemos nada suyo, respondía el librero. Pues yo no pienso marcharme sin su libro, estoy en mi derecho como persona, lector y cliente, insistía el hombre. Y escenas de esta índole se repetían por todo el país.

viernes, 10 de enero de 2014

La luz y el camino

Eustaquia, mujer de fe, volvía de la iglesia, donde la Misa del Gallo le había recordado de nuevo que era indigna, impura y merecedora del infierno. Era feliz. Pero el camino de vuelta a casa estaba pobremente iluminado, cosas de vivir en un pueblecito remoto. Recordó de pronto aquello que dijo el Señor: yo soy la luz y el camino. Enarboló una estampita de Jesús a modo de linterna, pero el camino seguía tan oscuro como antes. Eso es falta de fe, pecadora, dijo la voz del cura en su cabeza. Y caminó con decisión hasta caer en una zanja, donde su cadáver fue encontrado al día siguiente.

jueves, 9 de enero de 2014

Te diré lo que haremos

«Te diré lo que haremos. Estaré mañana unas horas en el aeropuerto de tu ciudad, esperando entre unos vuelos. Te esperaré en la planta baja, sentado frente a los servicios que hay ubicados junto a la tienda de perfumes. Cuando llegues, nos saludaremos con un gesto, pero seguirás tu camino hasta el interior de los servicios masculinos. Allí, entrarás en uno de los receptáculos y te desnudarás por completo (puedes dejarte las medias, pero sólo si son de rejilla y a medio muslo). Entonces te reclinarás de cara a la pared, mostrándote bien expuesta para cualquiera que entre y me harás una llamada perdida. Puede que tarde un poco, sólo para ponerte algo nerviosa, pero acudiré para follarte con el ansia de tanta ausencia».
Releyó el mensaje que le había enviado el día anterior. No, no se había olvidado de mandarlo. Y ella lo había recibido, que ahí estaba el informe de entrega automático. Sin embargo, se retrasaba, no había señales de ella por ninguna parte. Ninguna pista. Nada. Y se acercaba la hora de embarcar.
Cuando subió al avión, mandó otro mensaje:
«Te diré lo que hice: Fui al cuarto de baño solo, pero no fue tan divertido».

miércoles, 8 de enero de 2014

Bingo

Han cantado bingo, anuncia la voz. Y yo aquí sentado, faltándome un número para ganar. Esto es una metáfora de tantas cosas, le digo a la señora de al lado, que reacciona agarrando con firmeza su bolso.

martes, 7 de enero de 2014

La bella durmiente

A Sonia le encanta dormir y lo hace de manera excelente. Es una consumada dormidora. Si fuera una disciplina olímpica, se llevaría la medalla de oro. Normalmente por las mañanas me escabullo hasta el ordenador para escribir algo de provecho (pocas veces es de provecho), pero me gusta mirarla cuando duerme, ya que del sueño hace un arte. Suelo pensar: Qué guapa es. ¿Cómo habré engañado a esta chica para que esté conmigo?

lunes, 6 de enero de 2014

En representación de los amantes

Estimada Mónica:

Le escribo en representación de sus ex amantes, que me han nombrado apoderado legal. Mis representados tienen quejas contra su proceder: concretamente, se quejan de que los ha abandonado a su suerte, condenándolos a una existencia sin sexo ocasional con usted. Esto, como entenderá, no es justo. Ya sé que alega haberse casado y abandonado su anterior vida disoluta, pero fue una decisión que tomó unilateralmente, sin consultarla o consensuarla con mis clientes. Para enmendar esta desagradable situación, le presento un calendario de encuentros amorosos entre mis clientes y usted que, creo, encontrará de lo más razonable.

domingo, 5 de enero de 2014

Un reencuentro a medias

Tantos años, pero aún somos jóvenes, quiere decirle él. ¿Sabes que te miraba mucho entonces? ¿Te dabas cuenta? Pero no era sólo la cantidad de miradas, era sobre todo la forma de mirarte. Yo te miraba como si tú fueras la respuesta a todas mis preguntas, preguntas incluso que ni siquiera intuía, pero que me formularía en el futuro. Seguramente no te dabas cuenta. No tenías tiempo para nosotros, los humanos (digamos que somos humanos). Lo tuyo era pasar como una ráfaga de intangibilidad por nuestras vidas. Pero eras tan importante, tan importante en nuestro imaginario. Pero tú no tenías manera de sospecharlo, que no recuerdas ni mi nombre.

sábado, 4 de enero de 2014

Voces en la noche

—Te devuelvo tu carta. No deberías decirme cosas tan bonitas, estás casado.
—Mi mujer no me entiende.
—Yo tampoco —ríe ella.
—Pero podrías si quisieras. Ella no. Ella quiere entenderme, pero no puede.
—Seguro que no se lo permites tú. ¿A ella le escribes esas cosas?
—Hace tiempo que no. Yo lo que busco es comunicarme a otro nivel.
—Comunicarte conmigo en la cama, eso es lo que quieres.
—También, no lo niego. Creo fielmente en la comunicación de los cuerpos. Tú y yo somos unos extraños y quiero acabar con eso. Hay tanto que quiero decirte...
—Claro, claro.

viernes, 3 de enero de 2014

La empresa moderna

—Buenos días, vengo por el puesto de suicida de la empresa.
—Perfecto, precisamente acaba de quedar vacante. ¿Tiene usted experiencia?
—No, pero estoy lleno de entusiasmo.
—Creo que eso es contraproducente.
—Estoy más que dispuesto a que me quiten ustedes el entusiasmo y lo sustituyan por la cantidad que requieran de desesperación.
—No sé, ya hay mucha gente desesperada en la calle que nos valdría para el puesto.
—Pero es la suya una desesperación vieja, gastada. La mía será una desesperación potente y nuevecita. Serviría de ejemplo a los otros empleados, que darían gracias por lo que tienen.
—De acuerdo, le haremos un contrato de prácticas y ya veremos.

jueves, 2 de enero de 2014

El triángulo de las Bermudas

Durante años, una organización radical se dedicó a secuestrar, a las puertas de los estancos, a honrados ciudadanos que querían comprar tabaco. La idea de esta organización era forzar a las autoridades a erradicar los cigarrillos y lograr así una sociedad sin humos. En vez de eso, sólo consiguieron familias rotas y que la expresión «voy a comprar tabaco» aterrorizara a los seres queridos.

miércoles, 1 de enero de 2014

En la Luna

La primera decisión del recién creado Ministerio Lunar fue cobrar impuestos a los selenitas. En caso de que no se encontraran selenitas, se importarían.