miércoles, 4 de diciembre de 2013

Érase una vez en España

Un territorio inhóspito azotado por el viento. Al fondo se ven pisos a medio construir. Pasa un toro. Luego otro. Entra un ESPAÑOL.
ESPAÑOL: Buenas tardes (dirigiéndose al público), ¿tienen algo para comer? ¿Sí? Qué suerte. Yo sólo he encontrado estas piedras, aunque están un poco duras; he probado a molerlas con los dedos, pero no hay manera.
Entra el GOBIERNO.
GOBIERNO: ¿Está diciendo que las piedras españolas no son excelentes?
ESPAÑOL: No, no, Dios me libre. Soy yo el que es defectuoso: no estoy a la altura de las piedras españolas.
GOBIERNO: Eso es porque es usted un mal español. Seguro que no nos ha votado en las últimas elecciones.
ESPAÑOL: ¿Yo? Ya quisiera haber votado, ya, pero soy un ciudadano de segunda categoría; ¿no recuerda que nos quitaron los derechos políticos?
GOBIERNO: Algo haría, que tiene usted cara de ETA. Y de abortista, valga la redundancia.
ESPAÑOL: No tengo tiempo para nada de eso, me lo impide el hambre.
GOBIERNO: Un verdadero español no tiene hambre. El hambre es una consecuencia natural del nacionalismo periférico.
ESPAÑOL: Será, qué entiendo yo de política. No pude estudiar, al fin y al cabo.
GOBIERNO: ¿Eso es una crítica?
ESPAÑOL: No, un comentario sin más.
GOBIERNO: Sí, un comentario, pero negativo. Sabe usted que no tiene derecho a protestar, ¿verdad? La protesta está penada con años de cárcel y miles de euros de multa.
ESPAÑOL: ¿Yo? ¿Quién soy yo para protestar?
GOBIERNO: Exactamente, exactamente.

1 comentario:

Microalgo dijo...

Decía el genial Mel (http://elchistedemel.blogspot.com.es/) en una conferencia que los políticos le han arrebatado a los humoristas gráficos una de sus mejores armas: la hipérbole.

Así que no haga Usted mofa ni befa, que cosas verederemos, mio Cid, que farán temblar las piedras.