domingo, 14 de julio de 2013

Las voces ajenas

Escuchando una conversación que entra por la ventana. Son dos hombres. Discuten. Uno de ellos está indignado. Por qué se espera eso de mí, exclama. El otro intenta apaciguarlo: no te sulfures, Manolo. No hay intimidad, pienso. Y me acuerdo de una vez con Susana, que me dijo de pronto: «¿Lo oyes? Alguien está follando». Guardamos entonces silencio y al cabo de unos segundos oí los gemidos que venían de una habitación cercana. Era la primera vez que escuchaba a otra pareja haciendo el amor y no me pareció raro ni una intromisión en la intimidad. Gemidos anónimos. Podría ser cualquiera. O nadie. Podría ser todo una imaginación. Es todo tan natural.

1 comentario:

Microalgo dijo...

Pues a mí me alegra el día, ese sonido. Me da por pensar que no todo está perdido, que para alguien queda, al menos, ese refugio.