jueves, 6 de junio de 2013

Leonard & Cohen, abogados

—Buenas tardes, estoy planeando cometer un crimen y me gustaría que me asesoraran legalmente.
—Perdone, pero esto no funciona así.
—¿Por qué no? Ustedes defienden a criminales todo el rato.
—Sí, claro, pero a criminales que no nos convierten en cómplices. ¿Sabe usted que los abogados lo pasan muy mal en la cárcel? Los otros presos siempre culpan a estos de sus condenas.
—¿Y si les pido ayuda para un crimen hipotético?
—Para su novela, por ejemplo.
—¿Qué novela?
—Usted podría estar escribiendo una novela de crímenes y nos pide consejo legal para enfocar la trama. ¿Qué le parece? Así no nos incrimina de ninguna manera.
—Ah, bien. Pues sí, digamos que el protagonista de mi novela quiere asesinar a su vecino.
—¿Por qué motivo?
—Es un maleducado.
—Eso es culpa del autor, que lo ha escrito así.
—¿Qué?
—Perdón, era una broma, no he podido evitarlo. Ya en serio, me parece un tanto drástico matar a alguien por su mala educación. Ni en Prusia eran tan estrictos.
—Ni en Esparta —interviene Leonard levantando brevemente la vista del periódico.
—Bueno, todo eso es lo de menos. Lo importante es acabar con él.
—¿Y si fuera una vieja usurera?
—¿Cómo dice?
—El vecino. Si fuera una vieja usurera, su protagonista podría asesinarla por dinero y por sentir que es un hombre extraordinario, como Napoleón.
—¿Eso haría que el asesinato fuera legal?
—¡Claro que no! Ningún asesinato es legal, amigo mío.
—Salvo en los países con pena de muerte —interviene de nuevo Leonard—. Y en las guerras, siempre que el asesinado sea el enemigo.

1 comentario:

Microalgo dijo...

Pero, ¿por qué se para ahí? Siga, leche, que tiene Usted un estupendo arranque de novela.