miércoles, 6 de marzo de 2013

La marioneta

Conocí a mi marioneta en un mercadillo ambulante. Enseguida supe que no era una marioneta corriente, puesto que me miraba con un brillo notable de inteligencia en los ojos. El vendedor aseguró que eso era cosa del barniz, pero yo no me dejé engañar: era una marioneta sabia. La llevé a casa con el corazón en un puño, expresión que siempre me ha parecido desagradable, por lo que me di prisa en llegar. Senté a la marioneta en el sofá y le pregunté su nombre, pero no me dijo nada. Igual era una marioneta tímida, pensé. «La de cosas que habrás visto», le dije para empezar a hacernos amigos. «Yo también soy artista, ¿sabes? Y de los buenos, lo que pasa es que disimulo. Me pasa como a ti, que me puede la timidez». La marioneta no reaccionaba, algo estaba haciendo mal. ¿O acaso mentían todas esas historias de marionetas con vida? Porque lo cierto es que a mí me había parecido distinta y confiaba en mi criterio. Quizá era una marioneta autista, pensé, y decidí consultar cuanto antes a un médico.

2 comentarios:

Golfo dijo...

Cuidado con esas adquisiciones de mercadillo, especialmente si tienen el kit perfecto para dar cuerpo al prójimo...

http://www.new-video.de/co/rc/r.joeykhe.jpg

Microalgo dijo...

Un poco de paciencia, un poco de paciencia...