domingo, 25 de diciembre de 2011

Una mina de jardín

El señor Finisterre está en su jardín regando las gardenias. Mientras hace esto, piensa en Virtudes, su vecina. Las tetas altas de Virtudes. Las virtudes de Virtudes. Ensimismado, da unos pasos sin mirar dónde pisa, deteniéndose cuando oye un súbito chasquido. Qué habrá pisado, se pregunta, no ha sonado como una rama. Baja la mirada y descubre que tiene el pie encima de una mina. Traga saliva, pero con cuidado, para no moverse. ¿Cómo ha llegado esto aquí?, piensa. Una mina de jardín. Quizá es que hay una guerrilla de los jardines que combate al gobierno, una especie de Viet Cong oculto entre rosas, margaritas y tulipanes; insurgentes entre las flores. Pero no, esto no tiene sentido, él no ha visto que el gobierno bombardee con napalm las zonas residenciales. Tal vez la mina de su jardín es una reliquia de alguna guerra olvidada. Tal vez ha ido desenterrándose poco a poco, con la lluvia. O con el agua con la que, alargando el brazo, sigue regando las gardenias en un intento de aparentar normalidad, como si la mina fuera a desaparecer por ignorarla.

1 comentario:

Isra dijo...

Y así vivimos, intentando ignorar las minas que tenemos bajo los pies y que creemos que desaparecerán sólo por no hacerlas mucho caso...
Y así nos va.