sábado, 21 de agosto de 2010

La religiosidad

Estoy arrodillado frente a la Virgen del Orgasmo (representada con el Espíritu Santo entre las piernas), rezando. Rezo por mi hermano, que está en la cárcel. Bueno, no, es mentira. No tengo ningún hermano y además no creo en la cárcel, salvo como concepto sentimental. Me han contado que existen lugares donde encierran a la gente para que purguen sus delitos, pero yo nunca he visto ninguno de esos sitios. Creo en las panaderías, en los restaurantes chinos, en los hospitales. No en las cárceles, puesto que nunca las he visto. Creo que son un invento para meternos miedo. Como el coco o el hombre del saco. La cárcel, qué memez. No hay más cárcel que tus ojos, que le dije yo a una monja una vez. Se ofendió, claro. Las monjas no tienen sentido del piropo. Sólo saben rezar y menear la cabeza. Pero yo siempre me he sentido atraído por las mujeres religiosas, quizá por eso vengo por las tardes a la iglesia a inventarme historias mientras observo a las beatas y me excito disimuladamente.

No hay comentarios: