lunes, 23 de agosto de 2010

La economía sentimental

—Cariño, vengo a romperte el corazón.
—Imposible, no puede ser.
—¿Cómo que no?
—Es que no tengo presupuestado ese sufrimiento.
—¿Y qué quieres que le haga? Es que no te quiero ya.
—Mira, para el sufrimiento tengo presupuestadas tres pequeñas discusiones y una grave, varias noches sin dormir por miedo a perderte, celos e incluso una ruptura temporal, pero nada más.
—Pero algo se podrá hacer, ¿no? ¿Qué hay del sufrimiento que no me atañe?
—Bueno, sí, pero eso lo tengo presupuestado aparte. Veamos, tengo aquí el sufrimiento por creer tener cáncer (no me mires así, podría pasar); el de verme fondón; el que me provocaría la muerte repentina de algún familiar o amigo; el dolor que me causaría algún pequeño accidente doméstico (como darme con el martillo en un dedo); y etcétera.
—¿Cómo que etcétera?
—Varios. Acontecimientos imprevistos. Es un cajón de sastre.
—Ahí podría entrar que te rompa el corazón.
—Me gustaría, pero no puedo hacer eso. ¿Cómo justifico sacar sufrimiento del presupuesto cotidiano para pasarlo al presupuesto sentimental? Así, de repente, sin una junta de accionistas.
—Mira, Valentín, te dejo porque estás loco y basta.

No hay comentarios: