martes, 3 de agosto de 2010

La agresividad de los tiempos

Tengo fiebre. Fiebre en agosto, como si el cuerpo no estuviera sometido ya a una temperatura bastante alta. Estoy enfermo, me digo, y por una vez no hablo del corazón o de la mente, aunque también. No. Tengo fiebre. Ponerse malo en verano, qué cosa más tonta. Casi tanto como el amor. Aunque yo no quiero a nadie y todo eso y menos ahora que deliro. Inventarse el amor. La salud sentimental. Algo así. Y me acuerdo ahora de una cosa que escribí una vez: «sólo dejo de pensar en mí cuando pienso en ti; eres lo que necesitaba para curarme el egoísmo». Pero nunca se lo dije a ella.

No hay comentarios: