miércoles, 16 de junio de 2010

Candle

Sólo cuando llegamos a la habitación me di cuenta de que ella llevaba un cascabel en el tobillo.
Claro, en el concierto era imposible oírlo, con Sonic Youth a todo volumen.
Tampoco lo advertí en el pub irlandés aquel, estaba demasiado concentrado en tomarle el pelo a cuento de la homeopatía.
Tampoco reparé en ello en el bar donde nos tomamos la última.
Ni cuando atravesábamos la noche sin rumbo fijo y nos cruzábamos con travestis.
Ni cuando nos besábamos con ansia en medio de la calle y los del servicio de limpieza nos pedían que nos apartáramos para que pudieran hacer su trabajo.
Ni cuando la desnudaba en algún portal o la apretaba contra mí junto a aquella comisaría.
No, lo descubrí luego, en la habitación, cuando nos buscábamos a oscuras en silencio para no despertar a todo el hostal y el cascabel no dejaba de sonar y sonar y sonar.
Supongo que también se oían nuestras risas ahogadas.

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