martes, 9 de marzo de 2010

El fin del mundo

—El jueves vamos a celebrar el fin del mundo —dice Martínez—. ¿Te apuntas?
Yo hago como que no he escuchado nada y sigo trabajando. Trabajando en el buscaminas, claro.
—Habrá furcias —insiste—. Y fulanas, que empieza por la misma letra.
Levanto la vista y miro la hora. Todavía queda mucho para terminar la jornada.
—Piensa que es una vez en la vida. El fin del mundo, quiero decir. Lo de las furcias se puede hacer hoy también. Yo siempre tengo tiempo para furcias.
Asiento y emito un gruñido, pero no desiste.
—Mi padre me decía que nunca llegaría a nada, pero aquí me tienes. Voy a asistir al fin de los tiempos en primera fila, mientras que él no puede ver nada en la oscuridad de su tumba. ¿Quién es el fracasado ahora, papá?
—¿A qué hora es el fin del mundo? —me rindo.
—En la tele han dicho que a las once y media, pero puede retrasarse un poco. Por eso empezamos la fiesta a las nueve. Por cierto, que fiesta, fin, furcias y fulanas empiezan por la misma letra.
Yo suspiro. Ya podría ser el fin del mundo ahora.

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