lunes, 23 de noviembre de 2009

Las obsesiones del alma

Nuestro héroe viene de comprar el pan, lo que no es especialmente heroico, pero qué quieren, es domingo. Se detiene en un paso de cebra a esperar que cambie la luz del semáforo y repara en una atractiva jovencita que espera al otro lado. Tendrá unos quince años, calcula, pero calcula al alza, para que sus detractores no se le echen al cuello. Al cruzar por fin la calle, aprovecha para admirar, de forma nada disimulada, las piernas y el culo de la muchacha cuando ésta llega a su altura. En ese momento escucha el claxon de un coche. Vaya, otro que está pendiente de la chica, piensa. Luego se le ocurre que quizá es una forma de recriminarle a él su actitud, así que deja de mirarla y se gira hacia el automóvil. Es un amigo, que saluda. Nuestro héroe devuelve el saludo preguntándose qué imagen da al mundo.

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