domingo, 24 de mayo de 2009

A solas

Mi vida es como una novela que no termina de empezar. Esto suena muy bien, pero no es mío; se lo he robado a uno de los internos, que lo dijo el otro día en el patio. Creo que se lo dijo a una flor o a unas briznas de hierba que crecían entre las baldosas. No lo sé. «Son más bellos los sueños de los locos que los del hombre sabio», pensé yo, pero Baudelaire no sabía que existen estos manicomios. Residencia mental El lirio, se llama. Pensé que lo del lirio era por Balzac, pero el doctor Martínez, cuando le pregunté, me miró como si yo estuviera loco. O como si estuviera cuerdo, que aquí dentro nunca te miran como si estuvieras loco, aunque lo estés, para no alterarte. Yo puedo decir que no lo estoy: son los otros internos, que conspiran contra mí. Y los médicos. Los enfermeros. Todos ellos. Creen que no lo sé, pero se equivocan en esto como en tantas otras cosas. En cualquier caso, creo que es muy apropiado lo de «residencia mental». La vida está fuera, detrás de estos muros, lo que hay aquí es producto de la mente. Residencia solipsista. Sólo existo yo, el resto está en mi imaginación: los locos, los médicos, los enfermeros, las terapias de grupo y ese jarrón tan feo que voy a romper de una patada dentro de un momento.

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