lunes, 12 de enero de 2009

La vejez en bicicleta

Ahora que estoy jubilado, ahora que estoy en el otoño de la vida, me entretengo por las tardes dando largos paseos en bicicleta. La verdad es que también me lo ha aconsejado el médico, pero eso es lo de menos, yo lo hago para sentir una velocidad que ya no siento en la vida, para disfrutar de la suave caricia de la brisa en mi cabellera cana mientras atravieso como una exhalación el tráfico rugiente. Bueno, exagero un poco, en realidad me tomo con calma el pedaleo, soy un ciclista paciente. Paciente y crepuscular. Me dedico por tanto a circular a una velocidad prudente y sólo me detengo para observar a las muchachas en flor. Me gusta verlas sonreír, pues ya no me relaciono con mujeres que tengan todos los dientes. Si yo tuviera cuarenta años menos, me digo. Pero no es así, abuelo, parecen decirme con la mirada. Así que suspiro, me seco el sudor de la frente, echo una última mirada en su dirección y sigo pedaleando.

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