jueves, 31 de diciembre de 2009

Reinicio

Metí en la maleta el pasado, el presente y el futuro; luego la dejé olvidada debajo de la cama. Salí a esperar la vida, pero ya no pasaba por aquí. Borré mis huellas, aunque ya eran de otro. Tenía mis historias. Ya no las tengo. Pero todo cambia para que todo siga igual, que decía alguien.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

El teléfono

Sonó el teléfono.
—¿Sí?
—Hola, soy yo —respondió una voz.
Un escalofrío en la espalda.
—El número que ha marcado no existe —dije sin convicción.
—Cariño, soy yo, ¿es que no me recuerdas? He pensado tanto en ti.
—El número que ha marcado no existe —repetí con un hilo de voz.
Luego colgué y desconecté el teléfono. Lo dejé así toda la noche.

martes, 29 de diciembre de 2009

Momentos importantes

En la cocina, recuperando fuerzas.
—A mí no me parece que estés lleno de odio —dice ella.
—Eso es porque ahora me estoy follando a una chica preciosa. Pero tendrías que verme en días normales.
Y ella tiene la sonrisa más bonita del mundo, piensa él.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Malentendidos

Ella se despertó después de soñar que se acababa el mundo. Alterada, despeinada, con los ojos muy abiertos. ¿Es verdad?, preguntaba, ¿es verdad que ya no queda nada?
Yo pensé que hablaba de nosotros.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Todo

Déjame inventarme palabras para ti, que la vida es tan corta y de pronto se ha terminado.

sábado, 26 de diciembre de 2009

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Poemas en morse para marineros solitarios, era el título, un tanto homosexual, del primer poemario del marino Benicio Castrales. Siempre le había gustado la poesía, pero en un mundo tan rudo y tan propenso a la sodomía como la marina mercante era difícil admitirlo. Tuvo su epifanía poética cuando unos piratas somalíes secuestraron el barco. Pensó: «se cierra el círculo: Rimbaud dejó la poesía y vino a esta parte del mundo a vender armas; yo ahora escribiré poemas».
Pero qué sabía él en realidad de versos, pensó al volver a puerto. Qué sabía él de métrica, de rimas asonantes y consonantes. Todo era tan complicado y había ya tantos poetas dando la lata en los bares. ¿Cómo ser distinto y a la vez poeta universal? La solución no la encontró en el alcohol, pero casi: fue en una camarera, que le guiñaba siempre «fóllame» en morse. Eso es, se dijo, poesía en morse, que es mucho mejor que escribir en esperanto. Mensajes cifrados para enamorados. Poesía secreta escrita en puntos y rayas que puede ser taconeada en público o pestañeada a alcohólicos por una bella camarera. .--. .- .-. .- / -. .- -.. .. . / -.-- / .--. .- .-. .- / - --- -.. --- ... .-.-.-

viernes, 25 de diciembre de 2009

La cartera

Saca la cartera del bolsillo, la abre, mira el documento de identidad. Quién es este hombre, se pregunta. No soy yo, piensa. ¿O quizá sí? Si hubiera aquí un espejo en el que mirarse y comprobarlo. Pero tal vez no sea amnesia, tal vez no he olvidado ser este hombre, sino que sencillamente antes no lo era y ahora sí. Puede que me haya convertido en esta persona y tenga que acostumbrarme a esta cara y este nombre. Si hubiera aquí un espejo en el que mirarse, vuelve a pensar. Aunque la explicación podría ser mucho más sencilla, quizá soy un simple carterista y ya robo incluso con los ojos cerrados.
Luego descubre que la cartera está repleta de dinero y se olvida de todas estas cuestiones.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Acotando

Míchel, recomiéndame un libro. Pero que el autor no sea español. Ni latinoamericano. Y que no esté vivo. Que no sea moderno. Y que el libro sea novela, no ensayo ni relatos. Y que sea cortito. Algo ligerito, nada denso. Pero que tampoco sea una tontería.
Oye, guapa, ¿por qué no te recomienda un libro tu padre?

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Y otros souvenirs del pasado

Y podríamos volver ahora a todo lo que no puede ser recuperado, a un pasado que fue de otros, a otro comienzo, y la vida podría ser lo que quisiéramos que fuera y cambiar de opinión cada día si nos apeteciera, y podríamos llevar el viejo amor y otros souvenirs del pasado y dejar pistas para nunca perder el camino, y olvidarnos de este futuro que sólo fue una falsa alarma, una broma pesada y nada más.

martes, 22 de diciembre de 2009

Nada

Y qué si estamos vivos —dice—, hay tantas razones para morir que uno no sabe ni por dónde empezar.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Conflictos cotidianos

—¿Entonces no crees que hay amor? —pregunta ella.
—Si lo hay, es mentira —contesta él.
—Siempre tan negativo. Incapaz de confiar.
—Antes te gustaba eso de mí.
—Y me gusta. A veces. Bueno, no sé.
—Claro, te contradices porque eres amplia y contienes multitudes.
—¿Me estás llamando gorda?
—No, joder, estaba parafraseando a Whitman, nada más.
—A mí no me cites autores muertos, que te la ganas.
—¿Y autores vivos?
—Tampoco.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Bailes de salón

Cómo vamos a bailar un vals, si sólo tienes una pierna, le dice la bailarina al soldadito del cuento de Andersen. El soldadito clava en ella su mirada de plomo y contesta que es un soldado poeta, que es como Rimbaud (cojo) y que ha visto la verdad detrás del velo que es el mundo. Ella dice: eso no contesta a mi pregunta. Bueno, suspira el soldadito, puedo girar sobre mi única pierna, como una peonza, y tú abrazarte a mí. Como un tiovivo, dice la bailarina. Y bailan abrazados en el centro del mundo y el soldadito de plomo piensa: qué bonita sonrisa tiene dibujada en la cara (claro, es una muñeca).

sábado, 19 de diciembre de 2009

Agentes

—Ya está, te he conseguido editor; ahora tendrás que dedicarme la novela.
—No sé, eso de dedicársela a otro hombre queda un poco gay.
—Bueno, pues dame entonces el diez por ciento de lo que te paguen.
—Vale, te dedico el libro.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Episodios nocturnos

Por la noche, ebrio en alguna calle. Me llega un mensaje al móvil: «he conocido a la chica de tus sueños». Qué estará maquinando ahora esta tía, me pregunto yo. De mujeres oníricas ya he tenido bastante, donde esté lo tangible... Aunque podría ser peor, claro, podría haber conocido a la chica de mis pesadillas o a la de mis desvelos e intentar presentármela. Como si a mí no se me diera lo bastante bien tirar la vida por la borda. Es tan sencilla la autodestrucción, es algo innato. Quizá por eso le pregunto cómo se llama la susodicha mientras observo mi reflejo en el escaparate de una tienda de vestidos de novia, lo que es un detalle tan ridículo que parece sacado de una peli mala de Hollywood.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Objetos perdidos

Pensando en la pérdida. Son las siete de la tarde, una hora menos en Canarias. Mi mujer está en el otro cuarto, al teléfono, contándole mentiras a su madre. Mi marido es un enfermo, imagino que le dice. No es verdad, su marido sólo es diferente. Sucede que a veces pierdo el contacto con la realidad, pero no es tan grave. No es tan grave perder la vida como quien pierde la maleta en un aeropuerto. Porque siempre la vuelvo a encontrar luego, aunque sea en Singapur. Siempre recupero la vida, aunque de vez en cuando me la deje olvidada en la barra de un bar.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Cuentos para niños

Va Caperucita Roja por el bosque con la sana intención de llevar a su abuela diversas viandas y medicamentos, cuando se encuentra con el Lobo.
—Caperucita, ¿dónde vas? —pregunta éste.
—Pues le llevo comida a mi abuela, que está impedida.
—¿Y a pesar de eso vive en medio del bosque?
—Es que tiene una cabaña de renta antigua.
—Entiendo. Oye, tira por este otro camino, que es más seguro y además ahorrarás tiempo.
—No sé si fiarme de un lobo.
—Piensa que estoy emparentado con el perro, el mejor amigo del hombre.
—Es verdad, tienes razón —responde la pizpireta Caperucita antes de desaparecer por el camino que lleva fuera del cuento.
El Lobo corre por el otro camino y llega a la cabaña en un periquete. Llama a la puerta y al momento se escucha la voz de una anciana diciendo: «adelante». El Lobo entra y descubre a la abuela cocinando a Hansel y Gretel. Perdone, creo que me he equivocado de cuento, balbucea el Lobo. Pero ya es tarde, la bruja no tiene intención de dejarle escapar y con un hábil sortilegio lo desuella. Ya era hora de tener una nueva alfombra, dice.

martes, 15 de diciembre de 2009

Los símbolos

En los campeonatos de póquer de los Panteras Negras, tener un trío de reyes podía considerarse alta traición.

lunes, 14 de diciembre de 2009

El pesar de los días

Uno se levanta cada mañana para luchar contra el mundo, esperando encontrarlo por fin con la guardia baja. Pero el mundo está siempre preparado, nunca deja de aguardar tus movimientos.
Quizá mañana, quizá mañana sea diferente, piensas cada noche cuando te metes en la cama.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Triángulos imperfectos

Menudo dilema —piensa el joven enamorado—; no sé elegir entre dos mujeres que no me quieren.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Poetas anónimos

—Hola, me llamo Juan y soy poeta.
—Hola, Juan —dicen todos.
—Hace tres meses que no hago poesía —los asistentes aplauden—. Pero me cuesta. Siempre está la tentación de la palabra. Me levanto cada mañana temiendo que se me ocurra un verso. No le digo nada a mi mujer, claro, no quiero que se preocupe. Simulo ser fuerte. Es un esfuerzo diario, una lucha que no cesa. Pero es necesario: hay que ser prosaico, me digo. Centrarse en las cosas sencillas y cotidianas de la vida. El ladrido incesante de un perro en la noche, por ejemplo. La luna, que vela todos los sueños que ya no puedo tener. El llanto inconsolable de la mujer que te quiere. El dolor, el dolor, el dolor.
La sala se sume en el silencio. Todos miran a Juan con pena.
—Vale —dice éste—, acabo de recaer, ¿verdad?

viernes, 11 de diciembre de 2009

La calle

Me encontraba en la capital del país, donde había firmado un acuerdo millonario para nuestra empresa. Las negociaciones habían marchado bien y el acuerdo se había firmado enseguida, lo que me dejaba unos días para hacer turismo antes de volver a la rutina de mi ciudad. Empecé a pasear sin rumbo fijo, deteniéndome tan sólo a admirar los diversos monumentos que me encontraba. En mi deambular, llegué a una calle residencial que me resultó extrañamente familiar. Era idéntica a la calle donde vivo, hasta el extremo de llamarse igual. Se me ocurrió entonces la absurda idea de que en cada ciudad estaba mi calle. Busqué como una broma mi portal y hallé sin dificultad una réplica exacta del mío. Llamé a mi número. Me contestó mi voz: «¿quién es?». «Soy yo», respondí. La puerta se abrió y subí las escaleras.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Un nuevo romanticismo

Ella descubre su enésima infidelidad: otra rubia de ojos claros, larga melena y rasgos delicados. Como ella. Como si estuviera obsesionado con acostarse con falsas gemelas suyas. «¿Por qué tienes que engañarme con clones míos?», le pregunta, exasperada. «Cariño, ¿es que no lo entiendes?», contesta él. «Es porque nunca tengo bastante de ti».

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Belano

—Bolaño está vivo y vende libros junto al Retiro. Lo vi ayer.
—¿Seguro?
—Sí. De hecho, le escuché hablar con un cliente y tenía acento chileno. O argentino, vale, que no sé diferenciarlos.
—Eso quiero verlo. ¿Por qué no me llevas?
—Vale.

Más tarde:
—Ahí lo tienes.
—¿Ese? Pero si no se parece en nada a Bolaño.
—Ayer se parecía más.

martes, 8 de diciembre de 2009

Notas de psiquiatría

El paciente cree ser Napoleón, lo que quizá no sea muy original por su parte. No obstante, como si no estuviera contento con esto, cree que la realidad también es «bonapartiana». Así, está convencido de que una de las enfermeras es Josefina, lo que le provoca grandes ataques de celos cada vez que la ve atender a algún otro paciente. A mí me llama Alejandro, pues piensa que soy el zar de Rusia; me echa en cara constantemente que comercie con los ingleses y que no respete lo firmado. Hace un par de días le escuché decir a otro paciente que planea invadir el psiquiátrico. Yo ya he dado instrucciones para que se lleve a cabo una política de tierra quemada.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Es todo tan idiota

Y está borracho una noche más en el bar de siempre, donde el Papa —o un señor que se parece al Papa— toca al piano una canción de corazones rotos de tanto desuso. Es todo tan idiota, musita el hombre acodado en la barra mientras comprueba que tiene los bolsillos vacíos y garabatea mentalmente epitafios sentimentales para la chica que no encontrará esta noche: de todas las mujeres que he perdido, tú eres mi favorita; de todas las mujeres que no me han amado, tú eres mi favorita; de todas las mujeres a las que garabatear mentalmente, tú eres mi favorita.
Y eso es todo; se inventa las cosas para que funcionen, para que sean de otra manera. Queda tanto de noche, murmura, y hay que acallar todo este ruido de pensamientos.

domingo, 6 de diciembre de 2009

La tienda

Está usted contemplando el santo taburete de Antioquía. Parece un taburete corriente, pero lo hizo Jesucristo con sus propias manos cuando estaba aprendiendo el oficio de su padre. De su padre adoptivo, se entiende. Por eso ha durado casi dos mil años y ha llegado a nuestros días en excelente estado. Mírelo bien, ¿no es evidente que se trata de un trabajo divino? Compruebe la perfección de sus formas, su diseño elegante a la par que robusto. Cuenta la historia que fue un encargo de un adinerado comerciante romano que residía en Antioquía. El encargo fue para José, claro, que era el carpintero, pero éste decidió que era buena ocasión para que su hijo demostrara lo aprendido. Años después, el Apóstol Pablo fue a Antioquía expresamente a buscar el taburete. Sentado en él, recibió la inspiración divina para escribir las Epístolas. Este taburete ha sido testigo mudo de grandes hechos, caballero. Y ahora podría ser suyo por tan poco dinero.

sábado, 5 de diciembre de 2009

La muerte pública

La radio acaba de anunciar que el nuevo gobierno revolucionario va a nacionalizar los fallecimientos para que la muerte deje de ser una cuestión privada. A partir de ahora será de todos, para todos, a cualquier hora, en cualquier lugar. «Patria y muerte» es el lema de la campaña. Se piensa agilizar los trámites para que la muerte esté al alcance de todos; pronto, los funcionarios de la muerte nos esperarán con sus formularios listos y sólo tendremos que rellenarlos. Luego esperaremos nuestro momento, que será de todos: una bonita defunción pública. Hay quien afirma que los suicidios deberían seguir siendo privados, pero son una minoría sin importancia.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Homeomerías

Verónica dice que me quiere. Yo a ti también, le respondo, pero desde muy lejos. La quiero, pero no dejo de pensar en el penalti en contra que nos pitaron el domingo. Soy el peor novio del mundo, pienso, pero enseguida me justifico: es que nos robaron el partido, es que el delantero rival se tiró de forma descarada. Y ella me habla de proyectos en común, del amor que nos une, y yo asiento a todo lo que me dice, pero pensando todo el rato en el árbitro que se inventó ese penalti injusto que nos ha arruinado la temporada. Cómo voy a ser feliz contigo si nos han robado la liga, pienso, pero me callo porque no suena nada romántico.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Las señales

El señor Jitler fumiga sus rosas con ácido prúsico cuando de pronto ve una esvástica en el cielo y estas palabras: in hoc signo vinces. Durante un breve momento piensa en llamar a su psiquiatra, pero seguro que le diría que está loco, así que lo descarta. En vez de eso, decide consultar a su vecino Estalin, que a esas horas corta el césped.
—Oye, Estalin, ¿has visto eso en el cielo?
—¿El qué? ¿Un ovni? —pregunta Estalin apagando la cortadora de césped y alzando la mirada.
—No, era una cruz gamada.
—Bah, ya podría ser una hoz que me segara mágicamente el césped. O un martillo, que tengo que montar una estantería.
—Yo creo que era una señal para mí.
—¿Quién te has creído que eres? ¿Batman?
—Digo yo que si no la ha visto nadie más es que era una señal para mí. Mi lógica es impecable.
—¿Quién te asegura a ti que no era para más gente? Una señal en el cielo tiene bastante difusión, no te creas tan importante. Otra cosa sería que la señal te hubiera llegado por correo, sería una forma más personal de comunicarse contigo.
—Pues tienes razón, voy a ver si tengo algo en el buzón.
El señor Jitler vuelve a casa pensando que el bigote de Estalin es sospechoso. Se pregunta qué ocultará bajo él. Quizá los misterios del universo están debajo de la nariz de su vecino, escondidos en un frondoso mostacho. Se palpa su propio bigote, que es un bigote contenido. ¿Y si me lo extendiera por toda la cara?, se pregunta. Un bigote necesita espacio vital para existir. Que llegue por lo menos hasta su frontera natural: las orejas.
En el buzón tiene dos postales. Una dice: «sigo atando cabos» y la firma Franko Franko Franko. La otra es de su amigo Benito, que le habla de la belleza de las mujeres etíopes. El señor Jitler decide que es la última vez que escucha a Estalin.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Las musas

Eva Brown, la musa de inestable belleza (está más guapa por las tardes), se sienta todos los días a la misma hora en un banco del parque para inspirar a artistas y pervertidos, valga la redundancia. Éstos se le acercan, pero pocos se atreven a hablarle, no sea que muerda, que con las musas nunca se sabe. Hay uno que le dice que escuchar su risa es como hacer el amor con ella; ella entonces estalla en carcajadas y él tiene que disimular un orgasmo.
Últimamente, el señor Jitler, que ha salido hace poco del psiquiátrico, le canta baladas improvisadas vestido de Elvis. «Y pienso en todos los cigarrillos que no he apagado en tu piel», recita con voz de atribulado sadomasoquista mientras menea las caderas a ritmo de rock and roll.

martes, 1 de diciembre de 2009

Hoy las aceras están descalzas

Esto es un ejercicio de juventud. Lo escribí hace una década y fue publicado en julio de 2001 en el número 4 de Pequod, que se editaba en Madrid. Le di algo de difusión por internet en un foro o dos, que todavía no tenía una página propia. Después me lo he encontrado plagiado un par de veces por los mediocres de turno. Es un texto que no me gusta nada, pero, con sus muchos defectos y escasas virtudes, es mío, qué le vamos a hacer. Se incluye aquí por motivos historiográficos.

Me despierto con una canción en los tobillos y mal aliento. Mi reflejo en el espejo del cuarto de baño tiene la sonrisa despeinada y los ojos parecen querer escapar de la cara. Vuelvo a la cama y pienso en el poeta tan grande que soy. Luego me asomo a la ventana y oigo morir a las flores. Mi alma está cubierta de pústulas sangrantes (son lo que yo llamo poemas).
Desayuno un par de tostadas mohosas. Imagino que las unto con algo. Imagino que me resultan deliciosas.
En los rincones hay cucarachas como camiones. En los rincones hay camiones como cucarachas.
Salgo a la calle vestido con mi única chaqueta y mis únicos pantalones. Están tan sucios que ya no recuerdo su color original. La gente me mira, pero yo no les veo. Cada mirada esconde un nido de ametralladoras.
Llego a la oficina y saludo con una amplia sonrisa. Nadie responde a mi saludo. Todos siguen pendientes de su trabajo. Me siento insignificante, lo cual es una agradable novedad.
Aposento el culo tras mi escritorio. Ante mí se amontonan papeles escritos en una jerga incomprensible. Intento echarles un vistazo, pero me duele la cabeza como si un enano estuviera dentro dando patadas.
Escribo un par de poemas sobre la devastación mundial a manos de las hordas fanáticas que no llevan flequillo. Poemas que tampoco se publicarán, pero que quizás dentro de tres siglos sean objeto de estudio.
La hija del jefe pasa al lado de mi mesa en dirección al despacho de su padre. Se me cae la baba sobre un informe. Es tan hermosa que creo estar loco. Se mueve a cámara lenta. Observo detenidamente su precioso pelo. Sus inmensos ojos verdes bastarían para iluminar una noche oscura y con niebla. Las paredes de este horrible edificio deberían gritar por no estar a la altura de su belleza. Yo mismo tengo ganas de gritar con todas mis fuerzas. Por raro que parezca, me contengo. Se aleja de mí habiéndome convertido en un ferviente creyente.
Mi corazón es una supernova.
Durante dos horas hago como que trabajo, pero en realidad estoy planeando pequeños actos terroristas contra los acólitos del jefe, esa secta asquerosa que va bien vestida, bien alimentada y que encima huele bien. Tomo café tras café. Me entran ganas de mear, me levanto y voy al servicio.
Servicio. Una hilera de urinarios. El pináculo de la civilización: un montón de tíos meando y actuando como si no lo hicieran. Como si no tuvieras un tío al lado con la polla en la mano. ¿Qué tal la familia? ¿Quedamos el sábado para jugar un partido? Todo natural y civilizado. Por suerte, en este momento está vacío.
De pronto, un retrete se ilumina como mil soles. Como la zarza ardiente. Como luces de neón. Y empieza a hablar. Empieza a hablarme a mí. Dice con voz profunda (algo lógico, dadas las circunstancias): yo soy el único Dios. Me arrodillo y comienzo a llorar. Señor, ¿dónde estabas cuando la lluvia era mi único techo y mis hermanos me buscaban para escupirme? Pero Él me interrumpe y me habla de la Salvación. Pues los hombres viven en el pecado y es justo que el Ángel Exterminador caiga sobre ellos con furia divina. He comprendido. Me santiguo y tiro de la cadena.
Todos siguen actuando ignorantes del milagro que se ha producido a pocos metros de ellos. Infieles. Nadie se percata de mi cara de felicidad, nadie advierte el cambio que se ha producido en mí. Pues he sido elegido entre todos los oficinistas para ser el Heraldo del Señor.
Vuelvo a mi escritorio. Sudo. Me río sin motivo aparente. Caras que se giran y me miran recelosas. ¿Sospechan la verdad? Espero durante una hora la señal divina. Mientras tanto confecciono una lista de las personas que han de morir: el jefe, por supuesto, por ser el cabecilla de esta organización de herejes; Fernández, por el pecado de ser totalmente gilipollas; Martín, por pelota; Susana, por acostarse con todos menos conmigo; etc. Sólo es digna de salvarse la hija del jefe, dado que es un ser puro y angelical. Se sentará a mi derecha en el Nuevo Orden. Yo escribiré poemas para su gloria inmortal y ella me gratificará sexualmente. Y todos felices como idiotas.
La señal llega. Un ángel fulgurante y rojo como la sangre entra por la puerta y con su atronadora voz anuncia:
—¿Alguien ha pedido una pizza?
Me levanto como impulsado por un resorte, saco el fusil de asalto que escondía desde hace meses debajo de mi mesa y lanzo ráfagas de muerte por doquier. Con cada bala les llega el perdón. Lloro de emoción. Gritan. Corren. ¡Pero esto es raro! Juraría que le vuelo la tapa de los sesos al ángel. ¿Una Prueba? Aparto ese pensamiento de mi mente y prosigo con mi tarea pacificadora.
Entro en el despacho del jefe y me lo encuentro al teléfono. Me mira aterrado, intenta hablar pero el pánico se lo impide. De repente se levanta y corre hacia los grandes ventanales. Como el suicidio es pecado, le acribillo. Creo ver una sonrisa.
Pronto no queda nadie en pie salvo yo. Me arrodillo y rezo.
Estoy empapado en sangre. Hay sangre allí donde mire. Sangre. Sangre. Me tambaleo a causa de los mareos que se apoderan de mí. Vuelvo al despacho del jefe y me siento en su confortable sillón de ejecutivo bastardo. Silbo una alegre melodía infantil mientras espero órdenes de Dios.
Al rato oigo voces, pero fuera de mi cabeza, así que me levanto y salgo del despacho de mi difunto jefe. Del ascensor salen hombres con fusiles y pistolas a los que reconozco como el brazo armado de Satanás: la policía. Parecen nerviosos y gritan las órdenes como si estuvieran sordos. Uno de ellos me ve y da la alarma. Sé que no es muy heroico, pero huyo de vuelta al despacho. Cierro la puerta y uso la mesa como barricada. Voy escribiendo todo esto en mi cabeza. Poemas que se entrecruzan. Aquí estoy yo, luchando por mi vida y preocupándome por la métrica.
Fuera se desata el infierno. Disparan con todo, seguro que hasta lanzan papeleras contra la puerta. Yo me aferro a mi fusil y elevo una corta plegaria. Señor, saca a tu fiel servidor de esta ordalía de destrucción y llévale a las playas de Brasil. Pero nada ocurre, parece que los milagros terminaron por hoy. Entonces una ráfaga afortunada me hiere de muerte. Siento que me hundo en la oscuridad.
Hoy las aceras están descalzas. El arroz cerebral que cultivé trágicamente. Seguir siempre el camino de baldosas amarillas. Siento que se me escapa la vida de entre los dedos como fina arena y mis ojos giran sin control. El cielo es la sangre que se derrama de mis heridas y... se confunden mis pensamientos... también se me escapan... creo que la ventana es perfecta y se recorta nítida en el cielo me encantaría salir por la ventana volando e irme lejos de aquí y me hundo me hundo miro por la ventana antes de cerrar los ojos para siempre y pienso que el sol es un gran huevo frito que todos quisieran comer pero dónde está el pan que podamos mojar en esa yema tal vez nuestra cabeza tal vez nuestra cabeza

lunes, 30 de noviembre de 2009

Deportividad

Los deportes de equipo son muy interesantes desde un punto de vista estético, con esa mezcla de coreografía e improvisación. Pero hay que evitar verlos con mujeres, que estropean el asunto con comentarios como «qué guapo es Casillas, ¿verdad?» o «menudo culo tiene Kobe Bryant». Claro que yo me he sentado a ver algún que otro partido de tenis femenino con ese mismo espíritu deportivo:
—Vaya piernas tiene la Hingis.
—¿Y su revés liftado qué te parece?
—¿El qué?

domingo, 29 de noviembre de 2009

Notas de diario

Yo ahora tendría que estar escribiendo algo, pero no se me ocurre nada. No estoy muy seguro de que la sinceridad sea un gesto estético, pero de todos modos lo digo. Quizá esto sea una crisis literaria, pero hay que disimular. Silba, me digo, que nadie nota una hemorragia interna salvo por lo blanco que se te queda el rostro. Blanco como este papel que me mira con ojos de dios del Antiguo Testamento.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Vigilia

Y no duermo.
Estoy siempre despierto,
como en un sueño,
lo que no deja de ser irónico.

viernes, 27 de noviembre de 2009

El misterio femenino

—Siempre puedes reformarte. Vamos, ven a purificar tu alma avec moi.
—Eso. Entre tus piernas encomiendo mi espíritu.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Intimismo

Es tan bonito recibir una carta en la que te anuncian un pago, es como una carta de amor. La poesía de las cifras que engrosan tu cuenta se parece a las frases emocionadas de una amante. Claro que a mí nunca me han escrito muchas cartas románticas. Ni tampoco me he hecho rico todavía, por otra parte.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Accesos románticos

Me gusta escuchar tu voz. Me gusta, en un sentido más amplio, hablar contigo. «Esta es la chica», pienso a veces. Es con la que me entiendo. La que tiene el sentido del humor que a mí me gusta. La que me hace reír. Con la que nunca me aburro. Es a la que quiero contarle mis chorradas y mis buenas noticias. Decían en algún sitio que lo bonito de las relaciones es el principio, donde todo es sexo y hablar, sexo y hablar. Así me veo yo contigo. Quitándote la ropa todo el rato y hablando de cosas absurdas.

martes, 24 de noviembre de 2009

La noche de los muertos

Investigué a fondo el asunto y llegué a la siguiente conclusión: si la vida tenía un final, la muerte también debería de tenerlo. Saber dónde estaba ese final ya me costó más. Empecé partiendo de la lógica: hay quien vive mucho y quien vive poco. Pues lo mismo tenía que funcionar en la muerte, pensé. Habría quien volvería de la muerte a los cien años, otros en cambio sólo estarían muertos una breve temporada. Pero no había manera de saber a priori cuánto iba a estar muerta una persona, así que no me quedaba más remedio que espiar a los difuntos y esperar que se levantaran de sus tumbas. Pedí permiso en el ayuntamiento, pero se lo tomaron fatal, dijeron que quería perturbar el reposo de los muertos. Esto me dio una idea: quizá los muertos despertaran de nuevo a la vida si uno organizaba el escándalo suficiente. Por eso instalé unos potentes altavoces en el cementerio y a medianoche atroné el lugar con música heavy. No puedo asegurar que se levantaran los muertos, pero sí los vivos, que pensaron que había llegado el Apocalipsis y llamaron a la policía y el ejército, que enseguida pusieron fin a mi pequeño experimento.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Las obsesiones del alma

Nuestro héroe viene de comprar el pan, lo que no es especialmente heroico, pero qué quieren, es domingo. Se detiene en un paso de cebra a esperar que cambie la luz del semáforo y repara en una atractiva jovencita que espera al otro lado. Tendrá unos quince años, calcula, pero calcula al alza, para que sus detractores no se le echen al cuello. Al cruzar por fin la calle, aprovecha para admirar, de forma nada disimulada, las piernas y el culo de la muchacha cuando ésta llega a su altura. En ese momento escucha el claxon de un coche. Vaya, otro que está pendiente de la chica, piensa. Luego se le ocurre que quizá es una forma de recriminarle a él su actitud, así que deja de mirarla y se gira hacia el automóvil. Es un amigo, que saluda. Nuestro héroe devuelve el saludo preguntándose qué imagen da al mundo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Capítulo 1900

Leerme es un vicio privado. Como la masturbación.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Hoteles

—Caballero, antes ha subido usted con una señorita a la habitación con la excusa de que era sólo cosa de subir y bajar.
—Sí, es que la chica se estaba meando y hemos subido para que pudiera usar el baño.
—Han estado mucho tiempo, no se tarda tanto en orinar.
—Bueno, no quería comentarlo porque no es elegante, pero en el baño a la chica le han entrado retortijones y... En fin, por eso ha tardado tanto.
—Hemos escuchado a una pareja gimiendo.
—Es que me aburría esperándola y he encendido la tele. Estaban echando porno en un canal.
—Después de que se marcharan ustedes, hemos entrado en la habitación y en el suelo había un condón usado.
—Eso también tiene explicación: viendo el porno, me he excitado y he acabado masturbándome.
—¿Con condón?
—Claro, no te puedes fiar de nadie en estos tiempos que corren.
—Oiga, ¿por qué no admite de una vez que estaban follando y acabamos ya con esto?
—Yo no admito nada más que los hechos.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Positivando

Es difícil reconocer en una foto la realidad. Ayer mismo salió en el periódico mi calle y no la reconocí hasta pasado un buen rato. Dicen que es por la perspectiva, la luz, etcétera, pero yo creo que hay algo más. Pensé: es una calle diferente, ficticia. Lo mismo pienso cuando me veo en una fotografía. Se parece a mí si lo observas atentamente, pero no soy yo, es otro. Alguien con una vida distinta que me espía detenido en el tiempo, quién sabe con qué intenciones.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Permanentes

—Aquí donde me ve, soy la joven promesa de las letras españolas.
—Yo tengo que pagar muchas. Es tan cara la vida.
—No me ha entendido usted, lo que quiero decir es que soy escritor.
—Ah. ¿Y qué escribe?
—Cuentos absurdos. Pequeñas historias de desesperación. Tragedias cotidianas e inevitables.
—Yo soy peluquero.
—Me parece muy bien.
—Ser peluquero es como ser escritor, ¿no cree?
—No veo el paralelismo, la verdad.
—Sí, hombre, piense: usted tiene que cortar lo que sobra del relato, peinar su imaginación (en busca de ideas originales) y rizar el rizo.
—Oiga, todo eso está bastante traído por los pelos.
—¿Lo ve?

miércoles, 18 de noviembre de 2009

El carácter

Yo estoy siempre enfadado contigo, pero se me olvida cuando te quitas la ropa.

martes, 17 de noviembre de 2009

Citas rápidas

—Bueno, tenemos sólo unos minutos para conocernos. Háblame de ti, Elena.
—Me gustan los atardeceres y el sexo anal.
—Creo que te quiero.

lunes, 16 de noviembre de 2009

La arqueología sentimental

—Brindo por una arqueología sentimental. Por las ruinas de lo nuestro.
—No te pongas tan dramático; sólo te ha dejado tu mujer, no es el fin.
—Sí lo es: esta mañana me han diagnosticado un cáncer. Me quedan un par de meses de vida.
—Vaya, no sé qué decir.
—Desapareceré y será como nunca haber existido. La vida dura lo que dura la vida, que es una tautología y una perogrullada, pero es que lo demás no importa. Dime, ¿de qué sirve la muerte? La muerte es no poder aprovechar el tiempo. No poder desnudar a una mujer hermosa, no poder tomar una copa en un bar con un amigo y despotricar un rato. Abajo la muerte. ¿Por qué no hace algo el gobierno? ¿Y la oposición? Te mueres en silencio y te quedas sin cartas que jugar. No más placeres ni disgustos. Y todo se olvidará. Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: borrachos en la puerta del Tanhäusser, que es un local de moda. Bueno, vale, eso lo hemos visto todos. Pero seguro que no eran los mismos borrachos.
—Quizá haya una solución. Verás, conozco a un amigo del autor. Podría pedirle que intercediera por ti.
—¿Y que le dé el cáncer al amante de mi mujer?
—Igual es abusar un poco.
—Pero es un secundario que ni siquiera aparece en este relato. Sólo es una sombra molesta. Quizá ni existe. Tal vez ni siquiera es una invención del autor, sino de mi mujer. Una invención de una invención.
—Oye, que tu mujer también aparece sólo como una sombra molesta.
—Vale, me la he inventado. Como el cáncer. ¿Ya estás contento?
—Aunque seamos personajes sin libre albedrío, que sepas que te pones inaguantable cuando bebes.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La luna

—Dicen que han encontrado agua en la luna.
—Sí.
—Ya podrían encontrar whisky, sería más divertido.
—O vodka, para los rusos.
—Una nueva carrera espacial.
—Sin controles de alcoholemia.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Tratamientos

—Doctor, tengo cefaleas y náuseas.
—Siéntese y diga «treinta y tres».
—Ya lo he probado en casa y no funciona.
—No es un remedio, es para diagnosticarle.
—Ah.
El doctor se pone el estetoscopio como si fuera un iPod y ausculta al paciente.
—Tiene usted un demonio dentro —le informa.
—Pero eso no puede ser.
—Lo he escuchado respirando dentro de su pecho. Tome, escuche usted.
El paciente se escucha respirar con el estetoscopio y se le demuda el rostro.
—¿Y cómo se me ha metido dentro?
—Algo que habrá comido, seguro.
—¿Y si digo «treinta y tres» varias veces?
—Le repito que eso no tiene ningún poder curativo.
—¿Entonces qué hacemos?
—Extirpar al demonio. Es un procedimiento muy sencillo, con anestesia local.
—Pero eso es practicar un aborto.
—¿Cómo dice?
—Que el demonio no puede valerse por sí mismo fuera de mi cuerpo. Yo es que soy provida, ¿sabe?
—Pero es un demonio lo que tiene dentro, no un niño.
—Da igual, es una vida, no sea usted racista. ¿De cuántas semanas estoy?
—Le repito que no es un embarazo, sino una posesión diabólica.
—Vale, ¿cuántas semanas llevo poseído?
—No sé, yo diría que seis o siete, que no habla en otras lenguas ni echa espumarajos verdes por la boca.
—La verdad es que algunas mañanas me parece que salivo en exceso.
—Bien, le recetaré algo. Ya sabe: vigile los esputos y avíseme si empieza a hablar lenguas extrañas.
—Eso me vendría muy bien para el currículum, que es importante saber idiomas.

viernes, 13 de noviembre de 2009

El tiempo y la distancia

Verónica, la secretaria del jefe, menea graciosamente las caderas mientras yo simulo trabajar en el informe que tengo que mandar a Singapur, país que está más cerca que ella. Ella está a un par de años luz, supongo. O años dinero. Seguro que se acuesta con el jefe, aunque ésta sea una afirmación caprichosa producto de la frustración y del insistente observar de sus caderas, que se balancean en el espacio-tiempo con una cadencia perturbadora.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Vae victis

—Y me dijo que no me quiere. ¿Te lo puedes creer?
—Me parece de lo más lógico. Lleva diciéndotelo diez años.
—Pues precisamente. Ya tendría que haber cambiado de opinión, ¿no? Aunque fuera por no repetirse.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ahora

Ella tiene un problema con los sentimientos a largo plazo, se le dan mucho mejor los inmediatos. «Quédate a dormir esta noche», le dice, «y mañana ya veremos». Él se ha convertido con los años en un gestor de momentos y simplemente asiente. Por lo que sabe, la mañana podría presentarse o no.

martes, 10 de noviembre de 2009

Pequeños pasatiempos de alcoba

—Joder, tienes el culo más duro del mundo —dice él.
—No es verdad —sonríe ella.
—Creo que aguantaría hasta puñetazos.
Ella no dice nada. Quien calla, otorga, piensa él. Un golpe seco con el puño en la piel desnuda.
—¿Te ha dolido?
—No.
Golpea con algo más de fuerza. Ella colabora alzando el culo.
—¿Y ahora?
—Tampoco.
Más fuerte ahora. Él la mira. Ella tan sólo jadea: «más».

lunes, 9 de noviembre de 2009

Reparaciones

—Buenos días, vengo a que le eche un vistazo a mi coche. Le falta potencia al subir cuestas.
—No se preocupe, un padrenuestro y como nuevo.
—¿Cómo dice?
—No me diga que es usted uno de esos ateos que no creen en el poder curativo de la oración.
—No sé, la verdad es que prefiero un mecánico.
—No sea tonto. Una vez a mi mujer se le estropeó la batidora, recé un rosario y aleluya: al tercer día volvió a funcionar. Como si fuera nueva.
—¿Seguro que no lo era?
—Qué poca fe tiene usted, no me extraña que se le averíe el coche. A ver, ponga en marcha el motor. Ajá, como me temía.
—¿Qué, qué le pasa?
—Creo que tiene al diablo en las bujías.
—No se enfade, pero me voy a otro taller.
—Pero escuche, escuche el ruido del motor.
—A mí me parece normal.
—No, es el diablo, que susurra con voz ronca versos satánicos. Espere, voy a meterle agua bendita en el radiador.
—Todo esto es un sinsentido.
—Oiga, ¿acaso ha estudiado usted mecánica teológica o teología mecánica? Pues entonces déjeme trabajar, que sé lo que hago.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Sucedió en una cafetería

La señora Clotilde apura el café mientras observa por encima de las gafas a su vecino, del que sospecha que es el Anticristo. El vecino tiene las cejas muy pobladas, lo que claramente es un ardid para ocultar el 666 que a buen seguro tiene escrito sobre cada ojo. Se comportan de forma civilizada, aparentemente sólo son dos vecinos que han quedado para tomar algo en una cafetería del barrio. Sólo un observador avezado entendería que está asistiendo a un enfrentamiento del que depende el futuro de la humanidad.

sábado, 7 de noviembre de 2009

El soldado

Dice el general que Dios está con nosotros, pero yo no lo veo en ninguna trinchera.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Las altas pasiones

—Y tu lencería sería mi bandera.
—Sería una bandera muy pequeña, entonces.
—Es un nacionalismo bien entendido.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Hiperrealidad

Los amantes no pueden encontrarse. Cuando lo hacen, se llama ficción.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Por amor

—¿Tienes alguna cicatriz? Me ponen mucho los tíos con cicatrices.
—No, no tengo ninguna.
—¿En serio? Aunque sea de una operación de apendicitis.
—Nada.
—Vaya, qué pena.
—Espera, voy por un cuchillo.

martes, 3 de noviembre de 2009

La guerra de los locos

Las operaciones militares no van nada bien. Los paranoicos creen que todos son el enemigo y disparan a sus compañeros; los esquizofrénicos siguen las órdenes que escuchan en sus cabezas, no las que dicta el alto mando; los psicópatas, por su parte, se pasan el día asesinando a propios y extraños. De nada me sirve ser Napoleón.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Delusiones

—Es preciosa esta vida que hacemos nuestra.
—Me pagas muy bien, es fácil.
—Joder, no digas eso. Eres una meretriz muy antipática.
—¿Una qué?
—No importa. ¿Por qué tienes que acabar con la magia del momento? Sígueme la corriente.
—Mira, guapo, tú me has pagado para follar contigo. Si quieres amor, búscate una novia.
—No, perdona, yo te he pagado por tu tiempo y para que escenifiques una farsa conmigo. Eso no sólo incluye follar conmigo con alegría, sino también mostrarme cariño y respeto.
—Sí que es preciosa la vida, ya veo.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Mascaradas

Le pregunto de qué se va a disfrazar y me contesta que de enfermera. «¿Y tú?», me pregunta. Yo no me voy a disfrazar de nada, por lo que contesto en un sentido más amplio: «soy una mezcla de Charles Manson y Roman Polanski».

sábado, 31 de octubre de 2009

Siete y media de la tarde

Oscurece tan pronto ahora. La falta de luz influye en el estado de ánimo; no es extraño que haya tantos suicidios en los países nórdicos. Las cosas parecen desangeladas con esta poca iluminación. Como estos supermercados de zonas costeras, que tienen un aspecto deprimente a estas horas. Con su típico jubilado inglés que compra whisky o ginebra para pasar otra noche de borrachera y soledad. Con su cajera que fantasea con un atraco en el que una bala perdida acabe con su larga y lenta agonía. Con su cliente que se encoge de hombros, que soy yo, y se hace el taumaturgo comprando helados, que todavía estamos en verano aunque con la oscuridad de noviembre.

viernes, 30 de octubre de 2009

La partida

Sería quizá bonito vivir con amor, pero eso ya no es para mí. Cómo no tomarse con escepticismo los «te quiero» a media tarde, las notas de amor en la mesa de noche, las sonrisas cómplices. Ya es tarde para todo eso, uno se ha acostumbrado a esta vida de sarcasmo, cinismo, autarquía sentimental y constantes eventualidades.

jueves, 29 de octubre de 2009

Megalomanías

—Claro, como tú tienes un ego del tamaño de un camión...
—¿Tan pequeño?

miércoles, 28 de octubre de 2009

El método

—He leído todos sus libros de autoayuda, ¿sabe?
—Espero que hayan mejorado su vida.
—Bueno, leo más libros de autoayuda que antes, en eso sí ha cambiado mi vida. Pero yo quería preguntarle una cosa que me tiene intrigado.
—Adelante.
—Usted saca un libro nuevo cada año, pero siempre con la misma temática: aprender a ser feliz. Lo que yo me pregunto es: ¿significa que los anteriores quedan invalidados? ¿El sistema que funciona es el del nuevo libro?
—No, tiene explicación: ser feliz es un continuo. No es algo que se haga de la noche a la mañana, ¿entiende? Es un largo proceso que hay que seguir al pie de la letra.
—De la letra de sus libros, claro.
—Claro.

martes, 27 de octubre de 2009

La competencia femenina

La chica es, sencillamente, la perfección física en persona. Delgada, pero con tetas grandes que desafían la ley de la gravedad, culo firme, ni rastro de celulitis, ninguna estría. La imagen de la belleza cincelada en mármol. Y no es que se desviva, pienso cuando la veo comer con buen apetito o cuando dice con alegría: «ah, voy a echarle miel a esto», o decide de pronto que le apetece helado. Y sonríe con la despreocupación de quien tiene un metabolismo que puede con todo. Yo la observo con atención y finalmente le pregunto:
—Oye, tú no tienes muchas amigas, ¿verdad?
—No, me llevo mejor con los chicos. ¿Por qué?
—No, por nada.

lunes, 26 de octubre de 2009

Sinceridades

—Si yo ya te lo prometo todo, nena.
—¿La luna, las estrellas, un diamante y todo eso?
—Y la eternidad.
—Y cómo se puede prometer eso, me pregunto.
—Con mucha cara.

domingo, 25 de octubre de 2009

Ante el juez

—Y entonces la trajeron a la sala. Era la acusada más guapa que había visto en mi vida. Su belleza, como la de Friné, parecía suficiente para absolverla, pero las pruebas en su contra eran contundentes.
—¿Qué hiciste?
—La condené a treinta años de cárcel.
—Pensaba que la declaraste inocente.
—Eso hice, pero a cambio se tuvo que casar conmigo.

sábado, 24 de octubre de 2009

El fin del amor

—Señor abogado, quiero divorciarme de mi marido.
—¿Pero no es usted monja?
—Precisamente. Estoy casada con Dios, pero se acabó el amor.
—Entiendo. ¿Diferencias irreconciliables?
—Es un polígamo. Y tiene triple personalidad. Además, nunca me escucha.
—¿Cuál es su patrimonio?
—El cielo y la tierra. Me gustaría quedarme con el cielo, que tiene mejores vistas. Aunque la tierra es bastante útil.
—No se preocupe, vamos a desplumarle.

viernes, 23 de octubre de 2009

Capítulo 1870

A veces pienso en ti sin motivo aparente. Esto sucede de pronto, cuando estoy haciendo cualquier cosa, lo que entorpece seriamente el quehacer diario. Es tan difícil concentrarse en los pequeños momentos banales que ocupan la existencia; siempre está la idea de grandeza jodiendo. Pensar: «quiero a esta chica para mi vida». Pero los pequeños asuntillos grises enseguida vuelven a reclamar mi atención. Qué aburrido es todo esto, pienso. Yo lo que quiero es verte reír y decirte que eres la chica más bonita del mundo.

jueves, 22 de octubre de 2009

Errar

Y enmendar la vida en un bar
y no en tu cama.

miércoles, 21 de octubre de 2009

La inocencia

«¿Y a mí también me meteréis en un asilo cuando sea viejo como el abuelo?», pregunta un niño a sus padres.

martes, 20 de octubre de 2009

En el parque

—Estoy frente al monumento a tu marido.
—¿Qué dices? ¿Qué monumento?
—Ya sabes: el de Lucifer.
—Imbécil.

lunes, 19 de octubre de 2009

Historias hípicas

—Menuda grupa tienes, nena.
—¿Qué pasa, me estás llamando yegua?
—Bueno, era una manera sutil de llamarme caballo a mí mismo.
—Qué burro eres.

domingo, 18 de octubre de 2009

Historias breves e impopulares

Yo amaba con locura a mi mujer y pensaba que eso iba a ser así toda la vida, pero de la noche a la mañana le cambió el metabolismo y empezó a inflarse como un globo aerostático. Aunque yo siempre me había dicho que la amaba por su personalidad, de pronto descubrí que si me gustaba su personalidad era porque no estaba gorda. Con tristeza, tuve que aceptar que mi mujer había pasado a ser más grande que mi amor.

sábado, 17 de octubre de 2009

Meat is murder

Los carniceros tenemos muy mala prensa. Siempre que hay algún asesino en serie, lo llaman carnicero. El carnicero de Milwaukee, el carnicero de Rostov, el carnicero de Plainfield. Con los dictadores, igual: los llaman carniceros y estigmatizan nuestro negocio sin darse cuenta del daño que nos hacen. Nosotros somos honrados trabajadores y nunca actuaríamos así. Piense por ejemplo en cuando entraron en la ciudad las fuerzas gubernamentales y masacraron a los insurgentes. Se habló de una carnicería, como siempre. Una total injusticia, pues ninguno de nosotros habría dejado que se desperdiciara toda esa carne.

viernes, 16 de octubre de 2009

Y el futuro ya no es nuestro

—Juan.
—Dime.
—He conocido a alguien.
—¿Qué? ¿Quién?
—El príncipe.
—¿Qué príncipe? ¿El príncipe azul?
—El hijo del rey, el heredero al trono.
—Vaya. ¿Entonces?
—Pues...
—¿Pues?
—Tengo que pensar en mi futuro.
—¿Ya no es el nuestro?
—No creo que le pareciera bien que tú y yo nos siguiéramos viendo.
—Entiendo, es poco monárquico que nos veamos.
—Lo siento.
—Más lo siento yo, que me hago republicano por desamor. Yo, que era totalmente apolítico.
—¿Y si me enamorara del hipotético presidente de la república?
—Entonces me haría anarquista.

jueves, 15 de octubre de 2009

La soledad

Acudí a la agencia matrimonial Anschluss SA con la esperanza de hallar la mujer adecuada para mí. Me recibió en el vestíbulo una amable secretaria que me tomó los datos y luego me hizo pasar a un cuarto en el que esperaba uno de los consejeros matrimoniales de la empresa. Así que busca usted una mujer, me dijo. Yo asentí con timidez. Perdedor, me pareció que musitaba el hombre; luego me preguntó que con qué fin la buscaba, si esperaba que el mío fuera un matrimonio tradicional o bien una relación abierta por la que pasarían otras personas, como en la consulta de un médico. O de una agencia matrimonial, añadió con una risotada. Yo ignoré sus comentarios sarcásticos y le dije que buscaba una mujer lo suficientemente atractiva como para despertar junto a ella cada mañana sin desear estar muerto y que mis intenciones eran honestas y legítimas. Quiero un amor como los de antaño: romántico y especial. ¿Le parece romántico elegir una mujer de un catálogo?, preguntó él. Es al menos más original que lo que hacen mis amigos, que las buscan en los bares, respondí. En los bares sólo hay camareras y putas, concedió él.
Me preguntó después por mis gustos. Soy un hombre de gustos sencillos, contesté yo, me gustan los amaneceres por la mañana y las puestas de sol por la tarde. Él lo apuntó en un formulario y acto seguido quiso saber mis preferencias sexuales. ¿Misionero o a cuatro patas? ¿Vaginal o anal? ¿Masoquismo o sadismo? ¿Beso negro o beso blanco? Todo eso era importante, me explicó, no querían juntar en un matrimonio desgraciado a un depravado y una mojigata, o viceversa, pues el secreto de un matrimonio exitoso se encuentra en unos cimientos fuertes, y los cimientos del amor son las cuatro patas de la cama. O de la mesa del comedor. Como el experto era él, no le discutí nada.
Luego me tendió una serie de catálogos donde venían las chicas clasificadas por nacionalidades. Escogí el de rusas, pues me apasiona la literatura de ese país. Me gustó mucho una pelirroja de grandes pechos que respondía al nombre de Ludmila, pero el agente matrimonial me la desaconsejó tras consultar la base de datos, ya que resultó que la chica era una pedófila y yo había declarado mi intención de tener hijos en el futuro. Finalmente me quedé con Irina, una rubia de ojos azules, aunque no fuera demasiado sofisticado por mi parte.
¿Y ahora qué?, pregunté, ¿nos prepararán una cita para que nos conozcamos? ¿Me darán su número de teléfono para que lo haga yo? ¿Me llamará ella? Nada de eso, repuso él, nosotros creemos en una aproximación psicológica al fenómeno del amor; es decir, que la secuestraremos sin previo aviso y la encerraremos en su casa con usted, para que el síndrome de Estocolmo haga su trabajo. Si todo sale bien, en dos semanas le tendrá cariño y al cabo de un mes le amará locamente, que es de lo que se trata.
A mí me pareció bien, la verdad, era un método heterodoxo y yo siempre he sido un tanto iconoclasta en lo que respecta a las costumbres sociales y la moral dominante. Me despedí con una sonrisa sincera del consejero matrimonial y su secretaria y salí a la calle. Era primavera y la ciudad estaba engalanada de luz, transeúntes y niños en el parque.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La sospecha

—Hola, cariño, qué pronto has vuelto hoy a casa.
—Sí, es que ha habido una amenaza de bomba y... Oye, aquí huele a coño.
—¿Sí? Serás tú, que no te has duchado.
—¿Pero cómo voy a ser yo, hijo de puta? Has estado aquí con alguna guarra, dime la verdad.
—Que no, que tú eres la única que ha entrado en casa.
—¿Encima me estás llamando guarra?
—No, no, no. La única mujer, eso quería decir.
—Has estado con Pili, ¿verdad?
—¿Quién?
—La vecina del quinto. La morena.
—Ah, la tetuda.
—¿Cómo que la tetuda? ¿Le miras las tetas a la vecina?
—Es menos grave que follar con ella, ¿no?
—Pero es que eso también lo haces.
—Bueno, si me la follara, lo raro sería no mirarle las tetas, digo yo.
—Entonces te la follas.
—Sólo hipotéticamente.
—Eso es peor.
—¿Cómo va a ser peor?
—Porque piensas en ello. Te pasas el día pensando en follarte a la vecina del quinto.
—Es sólo uno de mis pasatiempos. No hago daño a nadie y me entretengo.
—Eres un cerdo.

martes, 13 de octubre de 2009

Hiroshima

Dormir ahora.
Invierno nuclear
en los cerezos.

lunes, 12 de octubre de 2009

El viejo amor

Estamos en la cama y de pronto me dice que me quiere. Vaya, pienso yo. Después de tantos años. La verdad es que me lo había dicho otras veces, pero no era lo mismo: entonces no estábamos follando y el efecto es muy diferente. Claro que quizá me quiere porque acaba de correrse, que ya sabemos que es fácil querer a alguien después de tener un orgasmo con esa persona. Pero yo la beso como si fuera la primera vez. O la última. A saber. Mañana habrá olvidado lo dicho, pero todavía nos queda algo de noche. Quién mejor que yo para ti y tú para mí, que decía ella.

domingo, 11 de octubre de 2009

Historias cotidianas

Es tan difícil enamorarse. Yo lo sé bien, caballero, pues fluctúo entre lo decimonónico y lo pornográfico. Paso del «eres tan bonita, mucho más que la vida» al «qué haces todavía vestida: quítate la ropa y ponte de rodillas» en décimas de segundo. A veces todo es simultáneo, como el amor y el desamor. Es tan fácil enamorarse y tan difícil recordarlo al día siguiente.

sábado, 10 de octubre de 2009

A pesar de los hurtos

—Oye, ¿cogiste tú el tanga que llevaba el otro día? No lo encuentro en ninguna parte.
—Eh, ¿por quién me has tomado?
—Venga, en serio, ¿lo tienes?
—Sí, me lo guardé en un bolsillo y me lo llevé como trofeo de guerra.
—¡No! ¿Por qué? No puedes ir por la vida robándole la ropa interior a la gente sin pedir permiso.
«Si me dieras permiso, ya no sería un robo», piensa él con sensibilidad fetichista, pero no dice nada, por si acaso.

viernes, 9 de octubre de 2009

Una cita especial

El señor Jitler entra en un bar, pero no con la sana idea de emborracharse hasta perder el sentido, sino con la intención de encontrarse ahí con una mujer: la doctora Mendel, su terapeuta. Ella al principio se había mostrado reticente; consideraba que verse fuera de la consulta podía conducirles a encamarse y eso afectaría a la dinámica entre doctor y paciente. El sexo es el primer paso a la mentira, le dijo ella mirándole a los ojos, pero el señor Jitler se puso de rodillas y prometió decirle siempre la verdad. Añadió que moría por ella, que no tenía ojos para otras mujeres, que era la doctora de sus sueños lujuriosos. La doctora Mendel se conmovió ante tal declaración de desatinos y accedió finalmente a tomarse una copa. Una copa y nada más, pero él inmediatamente empezó a imaginarla desnuda y en posturas inverosímiles.
La doctora ya estaba allí, acodada en la barra con el aire de las mujeres misteriosas que leen a Jung antes de meterse en la cama. El señor Jitler le da dos besos, uno en cada mejilla, y pide una copa. Ella ya estaba bebiendo, lo que a él le parece una señal de desesperación, cosa que en ese momento encuentra encantadora.
—¿Puedo llamarte Marta? —dice él.
—Podrías, pero te recuerdo que me llamo Aurora —contesta ella.
—Pues a mí me gusta más Marta.
—Bueno, lo que sea más cómodo para ti.
—Marta, entonces.
—Vale.
—Hablemos de ti, que en la consulta siempre soy yo el que habla. ¿Piensas en el futuro?
—Lo normal, supongo. Me gustaría tener dos hijos, un marido guapo, un perro, una casa con jardín... No soy demasiado original.
—¿Y hay robots?
—¿Qué?
—Cuando piensas en el futuro, ¿hay robots? ¿Dominan el mundo?
—Eh... pues no, no hay robots cuando me pongo a pensar en mi futuro.
—En el mío sí hay. Y tú estás en él, conmigo, porque no eres cibernética. No lo eres, ¿verdad?
—No me consta serlo.
—¿Te importa que te toque los pechos?
—Sí me importa, sí.
—Es para comprobar que eres humana. Las hembras robóticas tienen ojivas nucleares en las tetas, no sé si eres consciente de ello.
—Sí, alguna vez lo has dicho en la consulta.
—Creo que el camarero es un androide espía, pero siempre me dices que tocarle el pene a un desconocido es un paso atrás en mi recuperación.

jueves, 8 de octubre de 2009

Licencia de amor

No puede usted pasar, dicen los guardias de la puerta. Pero el hombre sonríe y dice que tiene derecho a ver a la gran bailarina Poinaieskaia, después de lo cual enseña su carnet oficial de enamorado. Todo está en orden, concede uno de los guardias antes de apartarse. La puerta se abre como las piernas de la mujer complaciente que espera al otro lado.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Vudú

—Oye, cuando he ido al cuarto de baño me ha parecido ver una muñeca hinchable en tu cama.
—No es una muñeca hinchable; es una muñeca japonesa, de última generación.
—Ah. Se da un aire a tu vecina, ¿no?
—Sí, es deliberado, la encargué así. Cuando lo hago con la muñeca, me gusta pensar que mi vecina empieza a sentir placer y acaba masturbándose.
—Me parece muy triste.
—Eso es porque no crees en la magia.

martes, 6 de octubre de 2009

Encuentros

Veo en la tele a unos zoólogos que abaten con un dardo tranquilizante a un mono solitario. Lo meten en un saco y lo llevan a su campamento, donde lo miden, estudian su estado de salud, le colocan un chip y etcétera. Cuando lo sueltan, me imagino que el mono corre a contarles a sus congéneres que lo abdujeron unos seres de otro mundo y los otros monos lo toman por loco.

lunes, 5 de octubre de 2009

Choque de voluntades en la cama

—Oye —le digo yo—, ¿por qué siempre apartas la cara cuando intento darte un beso? Pareces Julia Roberts en Pretty Woman.
—La pregunta que tendrías que hacerte es otra: si sabes que me voy a apartar siempre, ¿por qué sigues intentándolo?
«Eh, eh, es justo al revés: si sabes que lo voy a intentar siempre, ¿por qué te sigues apartando?», pienso, pero cualquiera le dice nada, con el humor de perros que tiene hoy.

domingo, 4 de octubre de 2009

Pareja de jóvenes amantes mirando el cielo nocturno

—¿Ves esa constelación de allí? Es Big Mac.
—Qué bonita.
—Dice mi abuelo que antes las estrellas tenían otros nombres. Que Big Mac era la Osa Mayor y Whopper se llamaba Osa Menor.
—Si no parecen osos, qué tontería.
—Eso pensé yo. También dice que McDonald's se llamaba Marte.
—¿Marte? ¿Y eso qué es?
—Ni idea. Cosas de viejos, supongo. Se queja todo el rato de que el firmamento está ahora lleno de publicidad, o algo así; repite que en su infancia eso no pasaba.
—Está mayor.
—Sí. Chochea. ¿Sabes cómo dice que se llamaba antes la Vía Coca-Cola? La Vía Láctea.
—¿Láctea? ¿Eso qué es?
—Algo de las vacas, no me enteré muy bien.

sábado, 3 de octubre de 2009

El creacionismo aplicado a la investigación criminal

—Comisario, han encontrado el cadáver de una mujer en el parque.
—Ha sido Dios.
—¿Qué? Digo yo que tendremos que investigar los hechos, analizar las pruebas, interrogar a testigos y sospechosos, y etcétera, ¿no?
—No, caso cerrado.

viernes, 2 de octubre de 2009

Espionaje

—Buenos días, ¿es usted el profesor Sarín?
—En efecto. ¿Quién es usted?
—Soy el agente Naranja, me han encargado que lo proteja.
—¿Que me proteja? ¿De quién?
—De los agentes enemigos.
—¿Pero por qué? ¿Qué interés pueden tener en mí? Soy un simple meteorólogo.
—Quieren apoderarse del dispositivo Zyklon B.
—¿Qué dispositivo? No sé de qué me está hablando.
—El que ha inventado usted. Un dispositivo para controlar el tiempo atmosférico. Quien lo tenga, dominará el mundo.
—Yo no he inventado nada parecido, es usted un majadero. Y jamás le pondría ese nombre a nada.
—No me diga usted que he llegado tarde y se lo han robado antes de que lo inventara.

jueves, 1 de octubre de 2009

Puntos suspensivos

Allá va, una pelirroja en un vestido rojo, una luz refulgente en la calle. Uno sólo puede mirarla a ella, admirar la cadencia armoniosa de sus pasos. «El que quiera vivir, que me siga», parecen decir sus caderas. Y es un momento de incomparable belleza que uno quisiera guardar para siempre, pero la chica desaparece entre la multitud y el recuerdo jamás le hará justicia.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Puntos de vista

Ella se queja de que aparezca de nuevo en su vida y le complique las cosas, cuando ahora le estaba yendo por fin bien con su pareja. Él se muestra genuinamente sorprendido y le responde que es justo al contrario: «vengo a facilitarte las cosas, sólo tienes que elegirme a mí».

martes, 29 de septiembre de 2009

Prestidigitación

—El atraco estaba destinado a salir mal desde el principio.
—¿Por qué?
—Toda la culpa la tiene Mendelievov. Estábamos jugando al ajedrez en la cocina. Yo estaba enfadado porque me acababa de ganar: él tenía póquer de reinas y yo sólo un trío de peones. Le llamé beduino y tiré las piezas al suelo. Entonces me dijo que tenía un plan para atracar un banco y que así podría recuperar mi dinero.
—¿Cuál era el plan?
—Mendelievov es ilusionista. La idea era que lo contrataran en el banco y subrepticiamente escamoteara dinero que me entregaría después cuando me presentara como cliente. Me pareció muy ingenioso: un mago que usa sus trucos para robar.
—¿Qué salió mal?
—Mendelievov, que pedía un aplauso a los clientes y empleados cada vez que robaba algo. Lo peor fue en el momento de entregarme el botín, que pidió la atención de todos e hizo como que sacaba dinero de detrás de mi oreja. No tardaron en detenernos, claro.
—Vaya calamidad.
—Al menos nos aplaudieron mucho.

lunes, 28 de septiembre de 2009

La guerra de Altavoz

Altavoz recibe una carta de su banco informándole de que la última guerra ya ha prescrito y, por lo tanto, su pensión de veterano ha sido anulada por el ministerio. Altavoz se indigna ante tal expolio. Yo no vi morir a mis compañeros con una sonrisa en los labios para que ahora me roben los burócratas que se parapetaban detrás de escritorios y no en trincheras, piensa. Dónde estaban ellos cuando las balas del enemigo nos peinaban sin delicadeza. Qué sabrán ellos de remendar piernas y brazos de camaradas.
Hecho una furia, acude a la oficina de correos para hacer justicia. Redacta un telegrama insultante en nombre del presidente de la república y lo envía al canciller alemán. Días después, estalla la guerra y Altavoz es llamado de nuevo a filas.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Las cosas que uno dice cuando está enamorado

—Anoche soñé que mis pechos eran teteras.
—Oye, sería muy práctico.
—No te rías; me he despertado muy angustiada.
—Qué exagerada eres.
—¿Tú me seguirías queriendo si pasara de verdad?
—Claro. Al fin y al cabo, tetas y teteras no son palabras tan diferentes.
—Bah, esas son las cosas que uno dice cuando está enamorado.
—Bueno, pues te dejaría por una cuyas tetas fueran obuses.
—Eso ya me lo creo más.
—O zepelines.

sábado, 26 de septiembre de 2009

La jaqueca del señor Belvedere

El señor Belvedere va a ver a su médico, puesto que lleva un par de días con jaqueca. El médico le examina y dictamina que se trata de una infección que puede extenderse a todo el cuerpo, por lo que es necesario amputar.
—¿No afectará eso a mi calidad de vida? —pregunta el señor Belvedere.
—Pues depende —responde el doctor—. ¿Suele llevar usted sombrero?
El señor Belvedere es inmediatamente decapitado con una guillotina que tienen en la consulta para estos casos graves. Después, el doctor recoge la cabeza y la mete en una pecera llena de cubitos de hielo.
—Mantenga la cabeza fría —le aconseja el médico.
El señor Belvedere vuelve a casa con la pecera bajo el brazo, aunque todo el mundo le mira en el metro.

viernes, 25 de septiembre de 2009

La imagen

Me siento en un banco del Retiro a dejar pasar un momento la vida. Al rato, un hombre me pregunta, en inglés, si puede sacarme una foto. Yo me pregunto por un instante qué tendré de fotografiable, si allí en su país enseñará la foto a sus amistades diciendo que se trataba de un indígena meditando o qué. El caso es que ha interrumpido un monólogo interior de lo más interesante y quiero saber cómo termino. Además, vete a saber si luego usará la foto para rituales satánicos. Así que amablemente le digo que no, que nada de fotos, que malditos paparazzi que no respetáis nada y que lo importante es la obra del artista. Un tanto decepcionado, se marcha con su novia y yo admito en silencio que a ella le habría dicho que sí.

jueves, 24 de septiembre de 2009

La feligresa

—Padre, he visto el rostro de Dios.
—¿Dónde?
—En una caja de cereales, al abrir la alacena.
—¿Seguro que era Dios?
—Sí. Le vi en su gracia infinita y supe que después de ese desayuno todos mis pecados quedaban perdonados.
—Dios actúa de forma que los mortales no podemos comprender, sí, pero presentarse en los cereales…
—Siempre hay una primera vez para todo. Me dijo que soy la elegida por ser la más fiel de las feligresas. Por cierto, me explicó que «feligresa» es una palabra que se forma con la apócope de «felina» y la aféresis de «tigresa».
—¿Eso te dijo Dios?
—Entre otras cosas. Estuvimos hablando toda la mañana.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Matices

—Al final hay que asumir que los seres humanos no somos más que sacos de carne —dice ella.
—Bueno, pero hay sacos y sacos —contesta él, tocándole las tetas.

martes, 22 de septiembre de 2009

Asincronías

—Así que le dije que me había encantado conocerla y que era muy bonita.
—¿Qué contestó ella?
—«Vale. Mola. Gracias».
—Tú con tu rollo del XIX y ella en la realidad.

lunes, 21 de septiembre de 2009

La desmemoria

Un anciano con Alzheimer se sienta en un restaurante y pide boquerones en vinagre. Termina de comer, mira el plato y piensa: «alguien ha comido boquerones en vinagre; creo que voy a pedir eso yo también». Pide otra ración, aunque él cree que es la primera.
Repite esto una y otra vez.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Un pequeño vals

Estoy en un bar y me parece que llevan toda la noche poniéndome cervezas en la mano. Yo no hago preguntas, sólo bebo. Vuelve Susana, que se estaba enrollando con un amigo mío. Yo estoy borracho, pero ella lo está mucho más. Quizá por eso no dudo cuando me dice: «escribes tan bien; yo pensaba que serías muy inaccesible». Para demostrarle que soy alguien cercano, le meto la lengua en la boca. No creo que mi amigo piense que le he levantado a la chica, que renunció a las demás mujeres al casarse y yo sigo soltero.
Susana y yo acabamos metiéndonos mano en un portal. Eres tan bonita. ¿No te gustaría ser musa a tiempo completo? He querido acostarme contigo desde el momento en que nos han presentado, pero esto es algo más que sexo. Podría ser amor, podría ser una vida de escribirte. Aunque todo esto lo pienso mientras le meto una mano por debajo de la falda, lo que disminuye la credibilidad de uno. Se dicen tantas cosas cuando le manoseas el culo a una chica guapa. Se está dispuesto a amar hasta el paroxismo cuando aprietas su cuerpo contra el tuyo. Y hay tantos amores que desaparecen en un orgasmo.

sábado, 19 de septiembre de 2009

31

—¿Más maduro?
—Más pocho.
—¿Y más sabio?
—No, pero lo parezco.
—¿Seguro?
—Quizá sea al revés: no lo parezco, pero lo soy.
—¿Y ahora qué?
—No sé, ¿lo de siempre?
—¿Pero lo vas a contar todo?
—Claro, antes de que lo hagan otros.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Volver

Decía alguien que no hay que volver nunca a los lugares donde uno ha sido feliz. Yo añado que tampoco hay que volver donde se ha sido infeliz. Es decir, que no hay que volver a ningún sitio. Salvo que uno sea el asesino, que siempre vuelve a la escena del crimen.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Las cosas

Se considera un romántico, pero no es capaz de recordar el color de los ojos de la chica que conoció anoche, aunque sí el de sus bragas.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Diario de un hombre cansado

La vecina me ha pedido una cebolla. Le he dicho que me quedaba sólo una, pero me ha conmovido su expresión de desencanto. He partido la cebolla y le he dado la mitad. Los dos hemos llorado un poco, pero creo que ha sido por cortar la cebolla, no por la emoción.
Ha caído una ligera llovizna que he observado desde mi ventana durante una media hora. El asfalto relucía de lluvia y los transeúntes corrían en busca de refugio. El gobierno debería garantizar un paraguas para cada ciudadano, me he dicho.
Ha vuelto a llamar mi vecina. Me ha pedido media cebolla.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Dialéctica

—Fúgate conmigo. Viviremos de lo que nos dé la tierra.
—Odio el campo, no me asustes.
—Viviremos de lo que nos dé el mar.
—No me gusta el marisco.
—Viviremos de lo que nos dé el aire.
—Pues ahora trae mucha gripe A...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Los ciclistas

El padre Olegario ve pasar a los ciclistas por la calle principal del pueblo. Adónde irán, se pregunta. ¿Será la Vuelta a España? Aquí España parece infinita, incluso vista desde lo alto del campanario de la iglesia. Se imagina a un pecador pedaleando hasta el fin de los tiempos, un Sísifo ciclista, y decide incorporarlo para el sermón de mañana.
—Buenos días, padre —le dice de pronto una voz.
No es Dios, es el panadero, que está sentado en la acera. Borracho, como de costumbre.
—Ay, Alfonso. ¿No tendrías que estar horneando pan?
—Tengo una crisis de fe.
—Vente a la iglesia y me cuentas lo que te aflige.
—No soy digno de entrar, padre.
—¿Por qué no? ¿Qué has hecho?
—He estado pensando que me parezco al diablo.
—¿Pero físicamente, hijo mío?
—No, padre, en el trabajo. Piénselo. Satanás hornea almas en el infierno. Me pregunto a qué precio las vende luego.
—Desbarras.
—Bueno, dos barras de pan o una, eso no importa. Lo que me preocupa es que mi oficio es satánico y estoy condenado por emular al diablo. Cuánto pan habré horneado en mi vida. Más harina que arena en el desierto, padre. Anoche soñé que el pan se retorcía y gritaba dentro del horno.
—Es sólo pan, Alfonso.
—¿Y el simbolismo? Usted debería entenderlo mejor que nadie. Oh, no, no lo había pensado.
—¿El qué?
—Horneo el cuerpo de Cristo y luego lo vendo.
El padre Olegario se lleva la mano a la frente y menea la cabeza. Pasan unos ciclistas.

martes, 8 de septiembre de 2009

El concierto

—Tenemos una mujer a la que el diablo se le mete en el cuerpo y canta en lenguas muertas.
El público aplaude. Yo me acuerdo del Decamerón y lo de meter el diablo en el infierno, pero yo a esta señora no se lo metería, que las mujeres que se parecen a Mussolini y gesticulan como Hitler nunca me han parecido atractivas.
—Tenemos dos bailarinas que no son rusas, pero lo serían si hubieran nacido en ese país.
Más aplausos. Una bailarina es muy bonita; si ella quisiera, le dedicaría los poemas que ya no escribo. Ella bailaría para mí hasta el final del amor, que diría Leonard Cohen. Lo único que no me agrada del todo es que hiperventila en todo momento, y a mí sólo me gusta que hagan eso en la cama.
—Llegado directamente del pandemónium, tenemos un señor británico que hace spoken word que revuelve las conciencias durante siete minutos y medio.
Reverencia del ajado inglés, que recibe la ovación del público. Quizá ahí esté mi futuro, aunque yo más bien me imagino asaltando a los transeúntes para contarles que he visto las puertas de la percepción abiertas y dentro no había nada.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Tragar o escupir

—Ahí, jugando con tu libido y con la idea de tragarse tu semen, que es algo que a los tíos os encanta.
—Pues claro, es una bella imagen.
—Creo que tú y yo en la cama nos llevaríamos fatal. Tragarse el semen es repugnante; yo lo he hecho sólo dos veces: una por amor y otra por sorpresa.
—No nos llevaríamos bien, no. Por cierto, ahora que lo pienso, las dos mujeres que he amado se tragaban mi semen con una sonrisa. A ver si no es amor lo mío, sino pura depravación.
—Los tíos sois lo peor.

domingo, 6 de septiembre de 2009

La herida

Me escribe para decirme que ha vuelto con él, que estaba cansada de tener que mantenerse ocupada y de caminar por la calle como si la esperase alguien.
Como es natural, me callo que yo la esperaba.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Medicina occidental

—Malditas inyecciones, lo que duelen. Recuerdo que con ocho años estaba enfermo y me tuvieron que dar una dosis de... joder, no recuerdo ahora el nombre. Míchel, ¿cómo se llama el descubrimiento más importante del siglo XX?
—¿La penicilina?
—Sí, eso. Una dosis de penicilina.
—¿Con ocho años? Vaya, tan joven y ya con sífilis.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Los años

Me encuentro en el tren a Andrea, que, como suele ser habitual, es muy guapa y muy joven. Es la primera vez que nos vemos en persona, así que se sienta a mi lado y empieza a preguntarme esto y aquello mientras me hace un retrato a lápiz. Pero esto es lo de menos. Lo importante es cuando me dice:
—Oye, ¿qué edad tienes? Espera, a ver si lo adivino. ¿Veinticuatro?
De pronto soy el hombre más feliz del mundo.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Las bicicletas

Otra vez el final del verano. Pasan unas chicas en bicicleta, yo las miro aunque esté mal. Las normas están claras: no hay que mirar con lascivia a las jóvenes madres con sus bebés en brazos, ni a las chicas de quince años de cortas faldas, eso tampoco está permitido. Yo lo hago porque soy un disoluto y no tengo más patria que el deseo. Llevadme a vuestras camas, les diría, vamos a escapar de todo esto juntos, que vuelvan otros a la vida, los días y las noches podrían ser nuestros. Yo he visto que la vida no vale la pena y he escrito del amor sin tenerlo. Venid conmigo, hacedme caso. Pero las chicas ya se han marchado.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Lo primero

—La primera norma para llevar relaciones simultáneas es no tomar decisiones drásticas bajo situaciones de estrés.
—No es cierto. La primera norma es no confundir nombres.

martes, 1 de septiembre de 2009


—Oh, té. Voy a hacerme uno.
—Es lo mejor que tienen los británicos. Junto a la disciplina inglesa, claro.
—A mí me gusta con leche.
—¿La disciplina inglesa? A mí también.

lunes, 31 de agosto de 2009

Tendencias

—Me encantaría vestirme para ti.
—Me encantaría desvestirte para mí.

domingo, 30 de agosto de 2009

La ausencia

Llama a la chica y le pide que no diga nada, que sólo escuche. Silencio al otro lado de la línea telefónica. Le explica que ya está bien, que ya es demasiado tiempo sin ella, que apenas puede recordar su cuerpo desnudo y sin embargo la sigue deseando vorazmente. Esto no está bien, no está bien, le dice con severidad. Después, cuelga.

sábado, 29 de agosto de 2009

La muerte súbita

Fallecí a las cinco de la tarde, con puntualidad británica. Mi inesperada muerte me vino fatal, pues tenía un montón de planes para esa semana, planes que dejaron de importar cuando un infarto fulminante acabó con mi vida mientras veía un documental sobre antílopes.
Fue mi mujer quien encontró el cadáver. «Antonio», dijo, como si esperase que fuera a responder, como si pensara que estaba fingiendo mi muerte para gastarle una broma. Ya me habría gustado, pero no podía mover ni un músculo, aunque por el olor estaba claro que había aflojado los esfínteres al fallecer. Cómo podía oír y oler después de muerto era un misterio para mí, pero qué sabía yo de la otra vida, claro. Mi mujer se echó a llorar y entre hipidos farfulló algo de facturas sin pagar. Siempre tan práctica.
Luego llamó a mi hija. Que tu padre se ha muerto viendo un documental de animales, le dijo. Claudia se echó a llorar también y se quejó amargamente de que ya nunca podría decirme lo mal padre que había sido.
Llamaron a un médico, que certificó mi muerte, y a un sacerdote, que dijo algunas palabras en latín sobre mi cadáver. Me pregunté si el cura tendría contactos para ir al Cielo, que estar en el sofá asistiendo a todo esto no coincidía con mi idea del Paraíso. Seguramente era un cura de tercera división, ya podría haberme tocado un obispo, ya, o un cardenal, o el Papa, que tiene línea directa con el Señor y puede reservar buenos asientos para la Eternidad.

viernes, 28 de agosto de 2009

Del romanticismo

No suena ningún timbre, pero, como por ensalmo, Anselmo abre la puerta y se encuentra a un señor vestido con ropajes del XIX.
—Hola, soy el amor —dice el desconocido.
—¿Y qué quiere? —pregunta Anselmo, impasible.
—Que llames a Berta y le digas que la amas.
—¿De buenas a primeras?
—Claro, con decisión.
—¿Y si me dice que ella a mí no?
—Subes la apuesta y le recitas un poema improvisado.
—¿Y si se ríe?
—Dices que vas a insistir hasta que se rinda. Que tu amor será como la campaña de bombardeos contra la Alemania nazi. Que acabarás con su industria armamentística, sus ciudades, su red de transportes. Que no vas a ser un desconocido o un amigo más, sino que sólo aceptas la rendición incondicional.
—¿Entonces la tengo que enamorar por desgaste?
—Nada mina más la voluntad que el amor, amigo mío. Claro que puede ser la suya o la tuya, a saber.

jueves, 27 de agosto de 2009

Follar

—No puedo seguir así.
—¿Así cómo?
—Así contigo. ¿Es que no entiendes que te quiero? Te quiero más que a mi vida.
—Eso no tiene ningún mérito, que eres un suicida.
—Qué injusta eres. No soy ningún suicida, estoy lleno de vitalidad adolescente.
—Pues nadie lo diría.
—Que sí. Soy un tío sano y deportista.
—Sanísimo, no hay más que verte. ¿Y qué deporte practicas tú, si puede saberse?
—Ninguno, pero porque tú no quieres. Podríamos practicar deportes de contacto. El magreo olímpico, por ejemplo.
—Siempre igual, todo lo acabas reduciendo al sexo.
—Si folláramos, estaría menos obsesionado.
—Eso es lo que dices ahora.
—¿Y no quieres saber lo que digo después?
—No hace falta, me lo imagino: seguro que algo referente a repetir.
—Creo que te quiero en la misma medida en que te odio.

miércoles, 26 de agosto de 2009

El humor

—Me encanta que siempre consigues tomarte con humor los reveses y sinsabores.
—Sí, imagino que los ganadores no se ríen ni la mitad que yo.

martes, 25 de agosto de 2009

Se ha hecho tarde

Y la vida se ha ido en escribir en silencio. Nunca será ya ese momento en el que tú y yo nos encontramos.

lunes, 24 de agosto de 2009

Moi non plus

—Greta me ha dejado.
—¿Otra vez? ¿Y ahora por qué?
—Dice que no me quiere.
—¿En serio? Ni que fuera una romántica ahora.
—Dice que hay un límite.
—De velocidad, sí. Pero esto es una relación de pareja, no conducción temeraria.
—El caso es que se ha marchado y se ha llevado con ella mi vida entera.
—¿Incluso los muebles?
—No, los muebles no. No le cabían en la maleta.
—Entonces no se lo ha llevado todo. Sólo su cuerpo perfecto y su risa de niña. Minucias.
—Gracias por recordármelo.
—Bah, te queda toda la vida para echarla de menos, dedícate ahora a no pensar en ella.
—Todo me parece tan oscuro de pronto.
—Es que se ha puesto el sol. Espera, enciendo la luz.
—Estoy solo en el mundo.
—No digas tonterías. A lo mejor tienes una novia en cada puerto y no lo sabes porque viajas poco.
—A lo mejor.
—Quizá te están esperando y lloran por las noches abrazadas a una foto tuya.
—Eso ya me parece muy exagerado. ¿Cómo van a tener una foto mía?
—Es una metáfora, pero podría ser algo literal. ¿Tú has estado en El Pireo? ¿Pues entonces cómo puedes estar seguro de que no hay chicas allí que lloran abrazadas a tus fotos?
—No sé, no me parece lógico.
—El mundo es un lugar extraño.

domingo, 23 de agosto de 2009

1941

Stalin sonríe satisfecho al comprobar que el veneno ha surtido efecto y no queda ninguna rata en la casa. En ese momento llaman a la puerta. Será el decorador, piensa. Efectivamente. El decorador se presenta como el señor Hitler y acto seguido echa un vistazo a las habitaciones. Tiene usted aquí mucho espacio vital, señor Stalin, dice. Y eso que no ha visto usted mi patio trasero, responde el georgiano. Venga, se lo mostraré, le dice, y ambos contemplan la inmensidad siberiana. Podría aprovechar todo este terreno y construir algo, dice el alemán. Bueno, tengo varios gulags, contesta Stalin. Vuelven dentro y Stalin pregunta si tiene ya en mente la decoración para su casa. La voy a decorar con unas cuantas divisiones blindadas, piensa el señor Hitler.

sábado, 22 de agosto de 2009

Impulsos

—A mí me gusta meter las manos en sacos de lentejas, como Amélie.
Él se plantea durante un momento meterle la cabeza en uno.

viernes, 21 de agosto de 2009

El método

El señor Finisterre, famoso actor teatral, llegó a casa después de una dura jornada de ensayos, se sentó en el sofá y encendió la tele. Echaban una película de zombis: Cocoon. Después de un rato le entró miedo y apagó la tele. La muerte es algo tan horrible, dijo en la soledad de su cuarto de estar, pero no lo dijo entre dientes, sino alto y claro, proyectando la voz, pues tenía muchas tablas.
Decidió telefonear a Esther para ver si había posibilidad de follar con ella, ya que el señor Finisterre tenía una parafilia consistente en acostarse con chicas con nombre bíblico mientras les recitaba el Deuteronomio. Sin embargo, llamó antes a Strindbergman, que lo había dirigido en tantas obras.
—¿Sí? —respondió la voz del ínclito director sueco, que no era muy original al teléfono.
—Soy Finisterre. Te llamaba para consultarte una cosa.
—Es un poco tarde, iba a meterme ya en la cama.
—Precisamente de eso va. Verás, quiero meter en la cama a una chica, pero tengo problemas con mi papel.
—¿Qué?
—Entiendo que mi motivación es puramente sexual, pero no sé, estoy sin guión, sin trasfondo. ¿No podrías echarme una mano?
—Empiezo a cansarme de que me llames siempre cuando estás borracho. En fin, veamos: eres un actor que se acerca a los cuarenta y que goza de reconocimiento profesional. Sin embargo, las mujeres te asustan, y te asustan principalmente porque te aterran los contrarios. Los hombres los entiendes, te levantas todos los días siendo uno. Cuando meas, te dices: soy un hombre, tengo pene. Ser hombre es eso, básicamente. Tener polla. Las mujeres no tienen, son distintas, piensan de otra manera, no las entiendes.
—Bueno, mi intención es que Esther tenga mi polla en algún orificio suyo durante un rato.
—Sí, claro, pero es que no se tiene miedo cuando se está follando. Salvo en ciertas ocasiones.
—Vale, representaré mi miedo balbuceando un poco y sudando a mares, ¿te parece bien?
—Pero no sobreactúes.
—La duda ofende.

jueves, 20 de agosto de 2009

El plan

—He estado pensando en escaparme unos días a Málaga a visitarte. ¿Qué te parece?
Nena, los dos sabemos que esto terminará como las otras veces. Yo ahora me pasaré unos días ilusionado con la idea de verte, recordando tu voz, recordando tu cuerpo, pero al final me dirás que no puede ser, que te gustaría pero no puedes, y yo entonces quedaré con algún amigo para olvidarme de toda esta rabia desoladora emborrachándome y citando a poetas misóginos.
—Claro, vente.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Fiesta

Aquel verano, una asociación de suicidas antitaurinos puso en marcha su plan para acabar con los encierros que tradicionalmente se celebraban en ciudades y pueblos. Los miembros de la asociación se hacían pasar por simples corredores, pero se dejaban pillar por el toro a las primeras de cambio, lo que sin duda deslucía la fiesta. Tanta muerte escandalizó a la opinión pública, que exigió la prohibición de tan bárbara costumbre, pues no se podía permitir que nuestras calles se convirtieran en ríos de sangre, hay que pensar en el turismo, blablablá. Los ayuntamientos acabaron cediendo al clamor popular, al fin y al cabo les quedaba el lanzamiento de cabras desde el campanario.
Habiendo cumplido su objetivo, los miembros de la asociación de suicidas antitaurinos decidieron ser más ambiciosos e ingresaron en una academia de toreo.

martes, 18 de agosto de 2009

Cinéma vérité

Por la mañana, Honorato García va al buzón y encuentra el guión de su vida. Lo abre por la primera página y lee: «Por la mañana, Honorato García va al buzón y encuentra el guión de su vida. Lo abre por la primera página y lee».
—Supongo que esto es metacine —dice.
Que es la frase escrita en el guión.

lunes, 17 de agosto de 2009

Más egolatría

—Estoy preocupada porque me estoy poniendo gorda de estudiar. Bueno, no gorda, pero mis muslitos ya no son lo que eran.
—Sal a correr. O anda quince kilómetros como yo.
—Qué habilidad para la autorreferencia tienes. Si fuera un deporte, no te ganaba nadie.

domingo, 16 de agosto de 2009

La larga marcha

Casi las dos de la mañana cuando llego a la estación de autobuses y descubro que el último de la noche salió hace más de una hora. El servicio no se reanuda hasta las seis; ¿qué hacer?, que decía Lenin. No tengo dinero para un taxi, no tengo una amante a la que llamar para pasar la noche, me he peleado hace un rato con mis amigos. Sin dinero, sin amor, sin amigos, vaya panorama, macho. ¿Qué distancia habrá desde aquí a mi casa?, me pregunto. Quince, dieciséis kilómetros. Digamos que quince. No es ni media maratón, pienso cuando echo a andar.
La noche, las estrellas en el cielo, la brisa fresca en la cara. Un conejo que brinca en la maleza. Los cristales rotos que evito pisar en la oscuridad que impera al lado de la carretera. El coche que se detiene a mi altura y acto seguido acelera súbitamente. Quién me iba a decir a mí que de espaldas parezco una puta.

sábado, 15 de agosto de 2009

Cine, cine, cine

En el cine de verano, viendo Una mujer bajo la influencia, de Cassavetes. Ante la locura de la protagonista, Adriana me dice:
—Me da miedo acabar así. ¿Tú me cuidarías?
—Imposible, no tengo paciencia suficiente. Eso lo puede hacer Peter Falk, que es un ángel —contesto, haciendo referencia a El cielo sobre Berlín, que yo soy así, ya lo sabemos.
Más adelante, le comento:
—Qué feo eso de esperar en casa a que se la manden del psiquiátrico después de medio año sin verla. Yo iría a buscarte.
—¿Entonces sí me cuidarías?
—No, pero después de seis meses sin follar contigo estaría llamando al psiquiátrico para que te soltaran ya.

viernes, 14 de agosto de 2009

Del empirismo

Quizá esto sea amor por fin, piensa él, que se ha pasado la vida teorizando.

jueves, 13 de agosto de 2009

Escritos fonográficos

El señor Rutherford, irlandés por correspondencia, da una conferencia en la residencia de la tercera edad Atardeceres.
—Sabrán ustedes, amigos, que la vida es un desandar constante. Se vuelve siempre al punto de partida. Se busca el futuro, pero se encuentra un pasado que no fue tal. Esto puede parecer confuso, sobre todo para los que están dormidos en la última fila, pero no lo es. Yo mismo me he pasado la vida desandando en círculos concéntricos. Hay que empezar de nuevo siempre. Como si importara, como si uno creyera en ello. Es la única manera de sobrevivir.
—Perdone, caballero, pero no me estoy enterando de nada —interrumpe un anciano.
—No se preocupe, enterarse de algo es irrelevante. Así es la vida, un constante malentendido. Yo, sin ir más lejos (que no están ustedes para andar mucho), soy un escritor secreto. He pasado años y años redactando mis Escritos fonográficos, que versan de la vida en toda su extensión (que en algunos casos no es mucha, hay quien muere joven). Y para qué, dirán ustedes y a mí no se me ocurrirá ninguna respuesta convincente. Para nada, para nadie, porque sí; éstas son las respuestas que han de escribirse con letras de oro en toda vida.
—Yo pensaba que íbamos a asistir a misa —dice una señora—. ¿Nos va a confesar después?
—Sólo si se portan bien y dejan de interrumpir. Como iba diciendo, se vive porque algo habrá que hacer. Está el suicidio, claro, dirían ustedes si estuvieran atendiendo. Pero el suicidio es algo tan trágico. Y es un engorro casi siempre. Hay quien se quita la vida en una habitación de hotel, ¿pero no es eso una desconsideración hacia la limpiadora que, incauta, entra a hacer su trabajo y se encuentra de pronto con un cadáver? Hay que pensar en los demás. Se podría aducir a esto que la vida también es una incomodidad permanente y no hay motivo para que la muerte sea diferente. Es un buen argumento, y es bueno porque lo he escrito yo.
—Oiga, no es por estropearle su conferencia —dice un viejo—, pero a nuestra edad el suicidio ya no nos interesa. La muerte nos puede llegar en cualquier momento.
—Lo sé, pero son ustedes el único público que he podido conseguir del Ayuntamiento, ya les he dicho que soy un escritor secreto y el tercermundismo literario es así. Sin embargo, puedo leerles unos poemas si lo prefieren. Pertenecen a mi primer poemario: Las flores del mar. Tuvo mucho éxito entre mis amigos.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Despedidas nocturnas

Nos despedimos en una calle solitaria y echamos a andar en direcciones distintas. «Míchel», oigo que me llama de pronto. Me giro y la veo levantarse el vestido, enseñándome unas nalgas apenas cubiertas por la ropa interior. Por fin alguien me dice adiós como es debido, pienso.

martes, 11 de agosto de 2009

Paseo nocturno

He vuelto a contar el paso de los años; he vuelto a dibujar mis pasos en círculos; he vuelto a vestirme de tristeza; he vuelto a musitar tu nombre hace un rato, cuando cruzaba la calle.

lunes, 10 de agosto de 2009

La mente sucia

Con las chicas skaters. Guapísimas. Rubias. Diecisiete y dieciocho años. Después de que hablaran de los vídeos que se graba la gente patinando y que luego sube a Youtube, digo:
—Yo ahora os iba a preguntar si hay vídeos vuestros en internet, pero me ha sonado tan mal...

domingo, 9 de agosto de 2009

Dimes y diretes

—Qué vocecilla de dormido tenías, qué mono.
—Ya, es que no me sale la voz de machote cuando estoy medio grogui.
—No te sale nunca, amor.

sábado, 8 de agosto de 2009

Los amantes aparentes

Esperando el ascensor, me dice que no puede vivir con este estrés, que qué pasa si alguien nos ve, que cómo justifica el quedar conmigo y ocultarlo.
—Mira —le digo yo—, si quieres sentirte culpable, yo estoy más que dispuesto, pero no tiene sentido que lo pases mal cuando no hacemos nada.
Ella me mira muy seria y contesta:
—Yo también estoy dispuesta, pero no tengo un sitio donde vernos o un horario razonable.
Yo trago saliva y opto por bromear un poco.
—Es que esto nuestro es como ser amantes, pero sin lo bueno, que es follar.
Ella me manda callar con un gesto perentorio, como si temiera que algunas de las personas que también esperan el ascensor fueran espías a sueldo de su pareja.
—Es mejor que te vayas, no me esperes —me dice con aire triste cuando se abre la puerta del ascensor y entra en él con el carrito del niño.
Yo salgo del edificio, pero me quedo en la entrada, cavilando. Qué haría un ganador, me pregunto, pero enseguida me respondo que cualquier cosa. Es el cantante, no la canción, que decía Mick Jagger. Así que me quedo porque la verdad es que la veo muy poco y tengo que aprovechar las oportunidades que se me brindan.
Me siento junto a una rampa de acceso para minusválidos y saco un libro para hacer más amena la espera. Un rato después, aparece ella y se encuentra con una imagen muy familiar, yo creo que me recuerda siempre con un libro en la mano («ya podría recordarme desnudo y entre sus piernas», pienso durante un segundo).
—Estaba convencida de que te habías marchado —dice.
—Iba a hacerlo, pero es que te veo muy poco. Además, no tengo nada que hacer esta mañana.
Ella sonríe. Le propongo que demos un rodeo para que no nos vea ningún conocido suyo. Asiente y nos vamos.

viernes, 7 de agosto de 2009

De la posteridad

—Seguro que les mandas a otras los mismos mensajes que me envías a mí.
—No, yo nunca hago eso, no me parece elegante. Además, qué dirían mis biógrafos si descubrieran algo así.

jueves, 6 de agosto de 2009

Retales

Ella sonríe y yo tiemblo. El amor es debilidad. También es follar en felicidad, que decía yo con mi sarcasmo habitual. Tantos temas que me invento al mirarla. Podría vivir siempre así. Pero no dura, enseguida se van a la vida de otro. Así que callo, no le digo lo que pienso y sigo inventándome la vida como se inventa uno el amor.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Cuento corto

Fue un momento importante en la historia de los osos de peluche cuando por fin se rebelaron contra sus opresores infantiles. «Ningún oso de peluche es un esclavo», dijo el osito Teddy, que encabezaba la sublevación. Los niños, sin embargo, veían el asunto de otra manera y declararon que dispararían contra cualquier osito insurgente. Los ositos de peluches, lejos de amilanarse ante tales amenazas, se dieron a la fuga y tomaron posiciones en las montañas, cosa que no desanimó a los niños, ya que habían pertenecido a organizaciones juveniles parafascistas y tenían conocimientos de montañismo. Salieron tras ellos confiando en una victoria segura, lo que fue su perdición, pues en las montañas fueron devorados por osos reales que habían firmado una alianza militar con sus parientes de juguete.

martes, 4 de agosto de 2009

Capítulo 1795

—Escribes para siempre —dice ella.
—Sí —contesto yo—. Oye, ¿y por qué no follamos para siempre?
—Porque soy una mujer casada y fiel —responde entre risas.
—Siempre igual. Pensaba que eras especial; cualquier pelandusca en un bar puede rechazarme, ¿sabes?
Ella se ríe. Hacer reír a las mujeres no se me ha dado mal del todo. Recuerdo que en el instituto me dijo una vez un amigo: «eres muy divertido, tío, seguro que ligas un montón». La ingenuidad de la adolescencia. En realidad hay que hacer que sufran; una mujer infeliz es una mujer satisfecha. Claro que esto siempre lo niegan ellas. Disonancia cognitiva.
—Yo no te rechazo —contesta—. Sólo te dejo para más tarde.
—Eso suena peor. «Te tengo en el banquillo por si se me lesiona el titular». Creo que voy a fichar por otro equipo.
Vuelve a reír y responde:
—Oye, no es eso. Es que estoy triste y no sé lo que digo. Sólo trato de darle sentido a mi tristeza.
—Dale sentido conmigo.
—¿Cómo? ¿Qué hago? ¿Lo dejo todo por ti? Soy demasiado cobarde.
—La cobardía es una excusa barata. No vas a morir. A lo sumo, te follaré un poco.
De nuevo, risas. Quizá por esto siempre se acuerdan de mí cuando están tristes.

lunes, 3 de agosto de 2009

Un cambio de vida

Sería una mañana como cualquier otra si no fuera porque despierta al lado de una mujer preciosa que parece haber llegado a su cama por arte de magia.
—Hola, cariño —dice ella—. ¿Qué tal has dormido?
—Perdona, ¿pero quién eres?
—¿Cómo que quién soy? ¡Soy el amor de tu vida!
—Eh... ¿y hace mucho que nos conocemos?
—Qué tonto te pones por las mañanas. Bueno, ¿qué te apetece hacer hoy?
—Podríamos follar —dice él, admirando el atractivo cuerpo de su imprevista acompañante.
—Me duele todo de pasarnos la noche follando, amor. Más tarde, ¿vale?
—Pues entonces no sé qué hacer. Yo normalmente dedico la mañana a quejarme de mi vida, pero supongo que ahora está de más.
—¿Quieres que te traiga el desayuno a la cama?
—Ah, vale, sí.
Ella se levanta desnuda y va a la cocina. Él se pregunta si habrá algún manual que explique qué hacer en caso de felicidad.

domingo, 2 de agosto de 2009

Notas románticas

«Nada tiene sentido, salvo tú en mi vida», le escribe a la chica. Luego se lo piensa mejor, tacha «vida» y lo sustituye por «cama».

sábado, 1 de agosto de 2009

La guerra entre la ficción y la realidad

—Anoche soñé contigo. Yo estaba en un bar sentado con dos amigos tuyos. Hablábamos de ti. Luego aparecías tú con unas amigas. Llevabas un vestido gris. Decías: «este es mi asiento», y te sentabas en mi regazo.
—Me encanto en tus sueños, ¿sabes?
«A mí también», piensa él.

viernes, 31 de julio de 2009

El nudo gordiano

Tengo un nudo en la garganta, dijo el senescal. El rey, que soñaba con emular a Alejandro Magno, ordenó que lo decapitaran.

jueves, 30 de julio de 2009

Arte moderno

Beduina García es una reputada artista que se solaza en su coqueto ático de la Quinta Avenida de Almería. Se pasea en bata con un Martini en la mano cuando suena el timbre de la puerta.
—Hola, soy el electricista —dice el rudo hombretón que se encuentra Beduina al abrir.
—¿Cómo que el electricista? Yo había pedido un eclecticista.
—¿Y eso qué es?
—Es un chiste. Ya sabes, no me funciona la luz ecléctica.
—Señorita, no entiendo nada.
—Bueno, arréglame un enchufe.
Con movimientos lánguidos, sigue paseando por la habitación. El electricista se muestra más lleno de energía, que eso del enchufe le ha sonado a porno.
—Ese es el enchufe. No da corriente —dice ella.
—Mierda —masculla el electricista—. ¿Seguro que es éste?
—Sí. Aunque podrías echarle un vistazo al resto de la instalación eléctrica, ya que estás aquí.
—O a la ecléctica —responde él con una sonrisa. Ella no dice nada.
Busca en su caja de herramientas, pero le distrae la visión de una escultura que hay en un rincón. Parece un pollo asado montando en bicicleta. El electricista siente miedo, aunque no sabría decir por qué.
—Señorita, ¿qué es eso? —pregunta con voz temblorosa.
—Es el hombre, que se enfrenta a la vida moderna.
—Debería pedir que le devolvieran el dinero.
—Oye, estás hablando de una obra mía —dice ella, ligeramente enfadada.
—¿Es usted artista?
—Sí. Tengo el arte en las arterias.
—Será en las venas.
—No. En las arterias. No hay arte en «venas»; en «arterias», sí. Arte-rias. Hay que ser coherente.
El electricista no contesta, supone que es otro chiste ecléctico y no quiere parecer un iletrado.
Un rato después, le comunica que ya está arreglado el enchufe. Ella da palmas de alegría y saltitos que dejan ver que no lleva nada bajo la bata. El electricista siente que una erección intenta atravesar su recio mono de trabajo.
—Menos mal que ya funciona —dice ella—. Luego va a venir mi médico a aplicarme pequeñas descargas a intervalos regulares en los pezones. Es mejor que el yoga. Ya lo decía Tesla.
—¿Quién?
—¿Y tú eres electricista? ¿No te han enseñado nada en la Facultad de Electricidad?
—Yo es que hice un módulo, señorita.
—Un módulo lunar, que estás en la luna.
—Oiga, sin faltar.
—Luces te faltan a ti. Eh, un electricista de pocas luces, tengo que apuntar eso. Se van a tronchar mis amigos cuando lo cuente.
El electricista decide que no hay eclecticismo que valga y que estas humillaciones están de más. Además, llevan toda la tarde poniéndole cachondo sin motivo aparente. Hecho una furia, le dice a Beduina que él no es un animal como el pollo ese montado en bicicleta. Ella le mira como si le viera por primera vez y responde:
—Es verdad, he sido injusta contigo. Y he sido injusta con mi obra, que es lo peor.
—¿Cómo dice?
—Sí, ahora lo entiendo todo. Tú eres el pollo muerto y asado en un horno de leña que luego intenta subirse a una bicicleta.
—¿Qué?
—No se te puede pedir que hagas bien algo que te es imposible. Dios, acabo de descubrir que soy todavía mejor artista de lo que creía. Tengo que llamar a mi psicoanalista.
Coge su bolso y le paga dándole de nuevo las gracias por ayudarla a ver la luz (y se ríe cuando dice esto). Luego corre a su dormitorio a telefonear. El electricista se sienta en el sofá, sin entender nada. Admirando el paisaje de la ciudad silente, se masturba con calma.

miércoles, 29 de julio de 2009

De difuntos

—Quiero hablar con mi difunto tío —dice el señor Kausch.
Madame Retourner se ajusta el escote y le pide a Aznavour, su criado, que le traiga el Libro de los Muertos. Aznavour vuelve al rato con una voluminosa guía telefónica que le entrega a la médium. Ésta saca un teléfono de debajo de la mesa y marca el número en cuestión. Pone el «manos libres» para que el señor Kausch pueda participar en la conversación. Suena la voz de una niña:
—Mamá, tengo frío.
—Tu madre no está aquí, niña. Dile a tu padre que se ponga —contesta Madame Retourner.
—Pero tengo frío.
—Pues coge una manta.
Silencio. Se escuchan pasos. Una voz varonil:
—¿Sí? ¿Quién es?
—Tío Herbert, soy Klaus —dice el señor Kausch.
—Hola, Klaus. ¿Ya te has hecho un hombre de provecho?
—En eso estoy. Mira, estoy aquí con una médium.
—Tú siempre con malas compañías. No me dirás que crees en esas supercherías, espero.
—Dejemos eso. Te llamaba porque necesito tu ayuda. He heredado la casa familiar, pero no encuentro las joyas por ninguna parte. Me preguntaba si no tendrías un mapa que revele dónde están ocultas.
—Ah. Lo tenía, sí.
—¿Lo tenías?
—Sí, pero se lo comió el perro —suspira el difunto.
—¡Que se ponga el perro! —grita el señor Kausch, preso de los nervios.
De nuevo, silencio. Luego se escuchan unos ladridos aterradores, aullidos de ultratumba. Es Toby, el perro de la familia. El señor Kausch cuelga el teléfono.

martes, 28 de julio de 2009

Mujeres y literatura

Me levanto de la cama escribiendo versos a la manera de Fonollosa: nunca la encontré, fue de otros, blablablá. Creo que era Hegel quien decía que el arte sirve en cierta forma para neutralizar el dolor, pero no estoy seguro. Se acaba julio, escribo hasta volverme loco, nunca me había presentado a tantos concursos (que no ganaré). No sabría decir por qué hago todo esto. Por el gesto estético, supongo, como los mensajes que se mandan a deshoras a chicas que los leen con desinterés. Como todo. Yo bebo por el gesto estético, le dije el otro día a la chica de peinado hitleriano (siempre me acuerdo de una canción de Radiohead cuando la veo). Siempre hay alguna chica guapa en la que pensar, aunque me he pasado la vida entera escribiendo para las mujeres de otros.

lunes, 27 de julio de 2009

El huevo del cuco

Una chica embarazada llama a una puerta. Abre un hombre.
—Hola —dice ella—. ¿Me dejas pasar? Soy María.
—¿Nos conocemos?
—No, pero voy a tener un hijo contigo.
—¿Cómo dices?
—Pues eso, que vamos a cuidar juntos a este niño —contesta ella tocándose la barriga.
—¿Y eso por qué?
—Porque es la voluntad del Señor.
—¿Qué señor? ¿Mi casero?
—Dios. Me lo anunció Ángel.
—¿Un ángel?
—No, un amigo que se llama Ángel. Estuvo en mi casa un par de veces y me dijo que tú serías el padre de mi hijo.
—¿Eso te dijo?
—Sí. Dice que eres un buen hombre, un santo.
—Pero ese niño tendrá un padre, ¿por qué no puede encargarse él? ¿O no sabes quién es el padre?
—El padre es Dios y está muy ocupado. Quiere que lo cuides tú. Hágase su voluntad así en el Cielo como en la Tierra.
—No me convence del todo, pero supongo que no puedo dejarte en la calle. Pasa.
—Gracias.
—Ese novio tuyo es un irresponsable. Te preña y luego se desentiende.
—Bueno, no me preñó él, sino una paloma en su nombre. Se posó en el alféizar de mi ventana y me fecundó.
—Acabáramos.

domingo, 26 de julio de 2009

La insaciable babosa española

—Estoy enamorado de la cadencia de tus pasos; cuando andas es como si te movieras al son de una música que sólo escuchas tú —dice él.
—No deberías beber tanto —contesta ella.
—No puedo evitarlo, yo bebo para olvidar.
—¿Para olvidar qué?
—No lo recuerdo, ¿no ves que estoy borracho?
—Si al menos volvieras a escribir —suspira ella.
—Lo haré pronto, estoy lleno de proyectos.
—Siempre dices eso.
—La poesía es un arma cargada de futuro, no de presente —aduce él.
—Bah, sólo tienes sarcasmo y locura.
—Sí, voy a fundar un club o una religión. El Movimiento de los Jóvenes Negros, que estará formado por blancos de mediana edad.
—Ya está bien, no te tomas en serio nada.
—Voy a escribir una novela. Se va a llamar La insaciable babosa española. Las palabras negras sobre el papel blanco serán surcos en la piel, arrugas de tantos sinsabores y penas que quedan marcadas para siempre, que es lo que dura una vida.
—¿Y eso qué tiene que ver con las babosas?
—Que se arrastran, yo qué sé. ¿Cómo le puedes pedir coherencia a un borracho? Se supone que eres tú la que tiene que aportar el sentido común aquí.
—Me vas a volver loca un día de estos y no en el buen sentido.
—Lo sé. Pero yo te quiero, nena. A veces te miro y me parece que yo también escucho la música.
—Te salvas por los cumplidos exagerados.

sábado, 25 de julio de 2009

Mala prensa

—Dice Melina que estás enamorado de mí.
—Melina es una traidora.
—Yo digo que estás enamorado de mí, de la vecina del quinto, de la panadera, de la costurera, de una que pasó un día por la calle San Miguel...

viernes, 24 de julio de 2009

Fe

—Piénsalo bien: el judaísmo era una religión de pastores. El cristianismo, de pescadores. El islam, de camelleros.
—Sí, pero me parece un poco estúpido fundar una religión de ferroviarios.
—O de taxistas. O autobuseros. «Te conducimos por el camino recto». Podríamos hacerla de medios de transporte en general. «Con nosotros sí irás al cielo». En avión, claro.
—No sé, la gente prefiere creer en cosas intangibles. La realidad les parece aburrida. ¿Qué gracia tienen cosas auténticas?
—Nosotros también fabularíamos. Dios podría ser un fogonero que se acostó con una chica llamada Mercedes Benz y de la unión nació un piloto de aerolíneas comerciales que se estrelló por nuestros pecados y para que viajáramos cómodamente.
—El Espíritu Santo podría ser una avioneta.
—O un B-52 que bombardeó a Mercedes Benz hasta que se quedó embarazada.
—Hombre, eso quizá sería demasiado absurdo.
—Te recuerdo que estamos hablando de religión.
—Bueno, supongo que el B-52 también podría bombardear a los apóstoles.
—Para que prediquen la Palabra por el mundo.

jueves, 23 de julio de 2009

Momentos

La vida dura lo que tarda en esfumarse un momento. Hace un año estaba en la cama con esta chica, saboreando su cuerpo y haciéndole todo lo que me apetecía. Ahora estamos hablando en un bar y todo eso parece algo de otra vida o un sueño desvaído. «Soñé que te tuve cinco días, ¿sabes?», me dan ganas de decirle, pero no lo hago. Hablamos de cine, de música. Fanny Ardant, PJ Harvey. Todo normal y civilizado. Me pasaría la vida entera mirándola y otros lugares comunes frecuentados por enamorados condenados al romanticismo más cursi. Pero la verdad es que no puedo dejar de mirarla. Lo sé —pienso—, debería olvidarme de ti y buscarme una chica que quisiera estas palabras, pero ninguna otra tiene tu voz o tu risa, tus ojos o tu boca. «Ni mis tetas o mi culo, claro», añadiría ella con tono burlón si supiera que estoy pensando todo esto.