jueves, 27 de noviembre de 2008

Actores

Siempre soy el malo de la película. Es a causa de mi rostro, «un rostro que parece cincelado con una motosierra», según un crítico. «Con esa cara nunca podrás ser un galán», me dijo una vez mi agente, «salvo quizás en películas de ciencia-ficción, amor entre engendros del espacio y cosas así, o quizás en un remake de La novia de Frankenstein». Pero no me quejo demasiado, esta cara monstruosa me ha dado de comer bastante bien, aunque haya sido sirviendo al mal en la ficción, lo que, tengo que admitirlo, me ha causado algún quebradero de cabeza en la vida real. Con los vecinos, por ejemplo. La gente se deja influir con facilidad por lo que ve en las películas y enseguida piensa que eres un villano. Te encasillan no sólo en el cine, sino también en la vida. Luego me cuesta una barbaridad convencerles de que soy una persona encantadora, y no sé si lo consigo del todo, quizás piensan que estoy fingiendo y que acabaré con ellos cuando estén desprevenidos, pero cómo saberlo, cómo saber si ellos también están fingiendo.

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