viernes, 31 de octubre de 2008

Los paraísos artificiales

Recuerdo muy bien 1986, fue un buen año. Empezó en enero y terminó en diciembre. Duró doce meses, por tanto. Ese tiempo lo dediqué a vivir, aunque no era consciente de estar viviendo. Normalmente eres consciente de lo contrario, ya lo decía Unamuno. Y sin embargo, las madres suelen decir como crítica: «Hijo, eres un inconsciente». Qué equivocadas están, bendita sea la inconsciencia. Bien lo saben los drogadictos (ah, los paraísos artificiales, que decía Baudelaire). Aunque ellos toman el camino equivocado, pretenden llegar a la felicidad a través de la inconsciencia cuando la cosa funciona justo al revés, pero qué otra cosa podrían hacer sino intentar engañar a la vida. Tomar un atajo que no es tal, pues sólo es una carretera secundaria. La banca siempre gana, claro.

jueves, 30 de octubre de 2008

Dos dólares en un zapato

Las calles están llenas de vida y la vida, supongo, está llena de calles, sobre todo de callejones sin salida. Hace frío, la gente ha sacado los abrigos del armario, un señor calvo lleva a su hija de la mano, pero en realidad es ella la que le lleva a él. Hay crisis, pero la calle bulle de vida, las tiendas están llenas, hay que consumir. A mí me consume la fiebre de no verte, pero esto ya lo sabíamos, y llevo en crisis desde junio o quizás más. Quizás más. Me he declarado en quiebra, adiós a la transvaloración de los valores, bienvenida la bancarrota, no se puede vivir del amor, que cantaba Calamaro, no se puede vivir de la literatura, no se puede vivir en la literatura.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Ofertas de trabajo

Me gustaría contar contigo para un proyecto, un proyecto vital en común. No te voy a engañar, empezarías por abajo, pero las posibilidades de ascender son enormes. De concubina puedes llegar a madre de mis hijos. Por supuesto, se requiere fidelidad absoluta a la empresa, nada de vender los secretos (de alcoba) por ahí, nada de colaborar con la competencia, que es siempre desleal. Por otra parte, el horario es esclavista, pero el sueldo es excelente.

martes, 28 de octubre de 2008

Los mansos heredarán la pena

Soñé que estaba en un hotel con Miss Fotogenia, que era alguna chica guapa anónima. Tomábamos caipiriñas, lo que tiene mérito imaginarlo, pues no sé muy bien lo que llevan, pero, en fin, una vez soñé que hablaba italiano, así que no es tan raro. ¿No te parece que la vida es un cúmulo de despropósitos?, me preguntaba ella. A mí me sorprendió que Miss Fotogenia utilizara términos como «cúmulo» o «despropósitos», pero no era cuestión de protestar por ello, quizás era el alcohol y el clima caribeño, que sientan bien a cuerpo y mente. Llegó un camarero con una bandeja llena de guisantes y me preguntó si quería petits pois. Qué hotel más cutre, protesté yo, ¿no ofrecen caviar o champán? Señor, es para jugar al go, respondió el camarero. ¿A eso no se juega con lentejas?, iba a decir yo, pero ya se había retirado el hombre, quizás dolido por mi falta de gratitud. Apareció entonces Putin, pidió un martini con vodka (mezclado, no agitado) y me preguntó:
—¿Qué sabes de mi país?
Supuse que se trataba de un juego mental, un truco de ex agente del KGB, así que le hablé de Iván el Terrible, Pedro el Grande, Pushkin y Gogol, Dostoievski y Turgueniev (y que el primero le debía dinero al segundo), Tolstoi, Lenin, Trotski, Kamenev, Stalin, Yuri Gagarin, el osito Misha, la perestroika.
Todo eso está muy bien, pero todavía no te he visto en traje de baño, contestó él.

lunes, 27 de octubre de 2008

Escribir cuando te quemas

Y otros ejercicios literarios absolutamente inútiles. He apagado la luz hace un momento pensando en ti, con el recuerdo de tu rostro abriendo una puerta que creía cerrada. Yo no te necesito, pienso, pero qué bien me vendrías. O quizás es al revés: qué mal me vendrías, pero cuánto te necesito. No lo tengo nada claro. Tampoco entiendo por qué no consigo olvidarte, si sé perfectamente que amarte es perder la vida. Pero cuánto me gustaría perderla contigo, dilapidarla juntos a manos llenas. En tus manos encomiendo mi espíritu, que decía el otro. En tus manos encomiendo mi vida, mi cuerpo, mi agostado talento. Todos los sueños rotos en tantas noches.

domingo, 26 de octubre de 2008

Lapsos

Beber para disimular algo que ni siquiera puedes recordar. Anotar lo que ya no tiene remedio. Balbucearte excusas improvisadas. Escribir como si importara. Tararear canciones como diciendo que todo marcha bien. Hoy tampoco.

viernes, 24 de octubre de 2008

Fiebre

Salta la banca a la comba, se desmorona el mundo y poco más. Estoy en la cama con fiebre, que no es una mujer, y con Beatriz, que tampoco es una mujer, pues no existe, me la he inventado. Es un recurso, no sé si administrativo. Se llama Beatriz, pero yo tengo muy poco de Dante. Tienes más de pedante, dice ella, y me empiezo a arrepentir de haberla inventado. Pero tiene unas tetas fabulosas, seamos justos. Suena la radio, que siempre es elegante. Bueno, depende de la música, pero en este caso es buena: Till the morning comes, de Neil Young, una de las canciones más perfectas que se han hecho. I’m only waiting till the morning comes, till the morning comes, till the morning comes
Beatriz se aburre. Yo decido darle conversación. Voy a escribir otro libro. ¿De qué?, pregunta ella. De mis problemas con las mujeres, que diría Robert Crumb. Bah, qué típico, dice. Sí, productos típicos del país, contesto yo. ¿Y cómo se va a llamar?, pregunta. No sé, quizás Pero ya no más literatura. Me suena que eso ya lo has dicho antes. Sí, digo yo, soy un tipo recurrente. Ocurrente sólo a veces, apostilla ella. Oye, podrías ser más amable, ¿no? Yo no tengo la culpa, contesta, me has inventado tú, que quieres hacer humor y literatura. Eso es verdad, admito. Lo cual es poco kantiano, continúa Beatriz, que me usas como un medio, no como un fin. Vale, sí, pero es que no eres una persona de verdad, no existes, eres mi esclava, se podría decir. ¿Y qué pasa con la liberación de la mujer?, se enfada. Eso es para mujeres reales, no inventadas, respondo yo. Esto es discriminación, se queja ella. Pues denúnciame al Instituto de la Irrealidad, qué quieres que te diga.
Ella llora y dice que soy muy cruel. Son las doce de la noche. Tengo fiebre en los ojos.

jueves, 23 de octubre de 2008

La lluvia

Una pertinaz lluvia me cala hasta los huesos. Sesenta y dos kilos de poeta convertidos en un perro mojado. Un rain dog, que cantaba Tom Waits. ¿Por qué no estás con ella?, me pregunta de súbito una voz. Es el hambre, ya nos conocemos. Me alegra que me haga esa pregunta, contesto, pero las razones de mi fracaso son múltiples y de una complejidad que para qué. Para qué, vaya respuesta, ni el peor político. El hambre se me queda mirando con una sonrisa sardónica. Yo decido ignorarlo y sigo braceando en la lluvia con una dignidad envidiable.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Entresueño

Una tarde en una ciudad de un universo incomprensible. Casi es noviembre. Me estoy quitando, pienso, aunque es mentira. Recaigo a cada momento, son muchos años ya. Pasa una chica. La miro. Un vistazo a la vida que se marcha.

martes, 21 de octubre de 2008

Apunte

Esto de estar encerrado en una cabina de proyección es una metáfora de mi vida. Aunque lo de las películas hindúes no sé cómo interpretarlo.

lunes, 20 de octubre de 2008

Amores subterráneos

Todo el día mirando parquímetros, por hacerle caso a Bob Dylan. No sé si ella aprende algo de esto, pero yo no. Sin embargo, es bonito descubrir la vida con ella. Amarte es descubrir la vida, que le diría yo si me fueran las cursilerías. Debería decírselo por honestidad intelectual, pero elijo no hacerlo y de esa forma elijo por la humanidad entera, ya lo decía Sartre, aunque yo soy más de Camus, igual que más de Truffaut que de Godard. Es necesario ocultar lo que uno siente, la información es poder, muerte a los espías.

domingo, 19 de octubre de 2008

Cazadores furtivos

Viene a verme al trabajo. Es lunes. Me dice que se ha acordado de cuando representó aquí Maribel y la extraña familia. Yo también he pensado en aquello, le digo, recuerdo que al acabar la obra me pareció estar en uno de esos momentos que son decisivos en la vida y pensé: «nunca será mía». Al final, claro, ni momento decisivo ni nada, que fuiste mía, pero entonces me parecía imposible. Eso fue hace diez años, qué rápido pasa el tiempo. Nosotros, que íbamos a estar siempre juntos, pero esto último no lo digo, pues me echaría en cara que me encanta citarme, que es de un poema que escribí hace mucho.
Luego me vuelve a decir que le parece fatal que no quiera publicar Pasos de baile, pero que no importa, que ella lo hará cuando me haya muerto. Veo que das por hecho que moriré antes que tú, contesto yo, y ella se ríe. Después me recrimina una vez más que le dedique libros a otra «por un par de polvos». Sé que intenta provocarme, así que sólo contesto que fueron unos cuantos más. Podría explicarle esto y aquello, lo otro y lo demás, pero es mejor así. Para compensar, acabo contándole peripecias con otras. Todo es muy civilizado entre nosotros ahora, aunque la tensión sexual es evidente. Es raro, pero me doy cuenta de que le sigo gustando a estas alturas de la vida. Tendría que follármela sobre esta tarima de madera mientras en la sala de cine veinte personas ven una película alemana.

sábado, 18 de octubre de 2008

Estética y metafísica

—Lámeme el tatuaje.
—¿Es una parafilia?
—Que lo lamas.
—Me gusta cuando me impones disciplina nacionalsocialista.
—Pero hazme caso.
—Vale, pesada. Ya, ¿estás contenta?
—¿A qué sabe?
—A nada.
—¿No sabe a cereza?
—La verdad es que no.
—Pues debería. Al fin y al cabo, es una cereza.
—Es la representación de una cereza; las cosas no son sólo su apariencia.
—No me vengas ahora con ceci n’est pas une pipe. ¿Dónde has visto tú cerezas que no sepan a cereza?
—Pero es que no es una cereza de verdad, es un dibujo. Sabe a epidermis, a fresca piel humana. Nada más.
—Esto de los tatuajes es una estafa.

viernes, 17 de octubre de 2008

Historia heroica del fracaso

Vivo cantando, decían en una canción de Eurovisión. Yo vivo contando. Vivo para contarme. O me cuento para vivir, no lo tengo claro. Lo dejo todo lleno de frases cortas como golpes secos. Lo dejo todo perdido de frases cortas, aunque suena a mojado. Frases cortas como migas de pan para encontrar el camino de vuelta a casa. Frases cortas que se pierden, claro. Que me pierden. Tengo los bolsillos llenos de frases cortas. Pero ya no más. Ya no más literatura.

jueves, 16 de octubre de 2008

Je t'inventerai des mots insensés que tu comprendras

Yo quisiera decirte al oído palabras de amor (o guarradas, esto está por determinar) a media voz, a media tarde, cuando me apeteciera, que me siento exultante y otras cosas que por pudor no te revelo.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Maternidad

—Lo que es innegable es que las únicas lágrimas masculinas que conmueven a una mujer son las de su hijo.
—Pues cuando lo hace a las cinco de la mañana lo que me sale es gritar «joder».
—Ya, pero vas, ¿no?
—Sí.
—Seguro que si me presentara borracho y anhelante en tu portal a las cinco de la mañana no tendría el mismo éxito.

martes, 14 de octubre de 2008

Debes

Cuando rompieron, ella le pidió la cuenta.

lunes, 13 de octubre de 2008

Cinéma vérité

Estoy de proyeccionista en el festival de cine de Benalmádena. Toda la tarde viendo películas, que me suena que lo decían en una canción de Los Planetas o algo así. El que pone las películas de 35 mm es un señor mayor que me cuenta historias de la trastienda cinematográfica. Que antes las películas ardían con facilidad, que lo comprobó empíricamente haciendo una bomba con celuloide y una lata de Coca Cola. Que esto que estamos cargando pesa tanto porque son cinco mil metros de película. Yo por un momento pienso en Cinema Paradiso y me preparo para que me dé valiosas lecciones vitales, pero la verdad es que ya no tengo edad para aprender a vivir y a él sólo le apetece jubilarse. La de horas que he pasado encerrado en una cabina de proyección, me dice. Y no suena música de Ennio Morricone.

domingo, 12 de octubre de 2008

Un macrocosmos en la ciudad

Nuestro protagonista se llamaba Belvedere y salió de su casa la mañana de autos lleno de esperanza y desayuno. Era un hombre de una extensa cultura que se pasaba el día citando, citando a mujeres que nunca se presentaban a la cita o lo hacían a horas que no eran las acordadas, pues nunca se producían los tan deseados encuentros. Pero esta vez iba a ser diferente, se dijo, y se puso a esperar en el parque, en una esquina que había dibujado con tiza. Poco después una chica le preguntó si tenía hora, a lo que Belvedere contestó que no la llevaba encima, pero la tenía en casa, por si le apetecía subir. Ella se lo pensó brevemente y contestó que sí. Se dijo a sí misma que esto era una especie de intercambio de parejas a medias, ya que se había citado en el parque con un hombre que se retrasaba. Se marcharon justo a tiempo, que un vecino que paseaba al perro había denunciado a Belvedere a la policía al tomarlo por una prostituta (por lo de esperar en una esquina, aunque fuera dibujada). De haber esperado más, habrían llegado los antidisturbios y los habrían disuelto como el azúcar en el café de la mañana.
Subieron las escaleras sin decirse nada. Ella le cogió de la mano, él notó que su corazón se desbocaba como un yonqui con síndrome de abstinencia, lo cual era romántico e hípico. Ya en el piso, se sentaron en el sofá y se miraron fijamente a los ojos, como si intentaran hipnotizarse. Ella le preguntó a qué se dedicaba. Belvedere respondió que era anticuario. Yo soy sagitario, menos mal, contestó ella, que había entendido que Belvedere era antiacuario. A él le pareció que era una chica original e impredecible. No queda claro quién empezó a desnudar a quién, pero en un abrir y cerrar de cremalleras y broches estaban revolcándose en la alfombra, que era persa. Gemían como Jesucristo en la cruz, pero se lo pasaban mejor, lo que es un comentario gratuitamente blasfemo por parte del autor. Ella ya no estaba interesada en la hora, aunque esperaba que Belvedere no se corriera demasiado pronto. Por suerte, él había estudiado tantrismo por correspondencia y sabía retrasar la eyaculación durante meses, lo que era muy práctico.
En la ciudad, mientras tanto, había empezado la primavera.

sábado, 11 de octubre de 2008

Crónica

Hoy ha empezado la guerra. O quizás fue ayer. Esto se parece al comienzo de El extranjero, pero no lo es. Tal vez empezó la semana pasada. La guerra todo el tiempo, que escribiera Roger Wolfe. There is a war, que cantara Leonard Cohen. No sé qué hora es, pero no paran de caer las bombas. Así no hay quien duerma.

viernes, 10 de octubre de 2008

Octubre

Ya empieza a hacer frío. Es octubre. Se hace de noche muy pronto. Regreso a casa a pie después de aprender a encender y apagar las luces en una sala de cine. Cenaré algo, cualquier cosa, leeré un rato y luego me meteré entre las sábanas frías de soledad a hacer como que duermo. Señor, no es bueno que el hombre esté solo. ¿De qué sirve todo el judeocristianismo si uno no puede dormir acompañado? Y no me vale cualquier mujer, por si esa prostituta que acaba de salir de la nada y me hace señas la has mandado tú. No es el sexo lo que me preocupa, es el antes, el después. De acuerdo, el durante también me gusta, no te voy a engañar. Pero es bonito dormir abrazado a una mujer. Desayunar entre risas de complicidad no fingida. Echarle mermelada en el escote simplemente porque te apetece, sin ninguna explicación sensata. Hacer planes para el resto del día. Planes de dominación mundial. Yo podría escribir una novela o dos si tuviera una buena mujer, aunque eso sea un oxímoron. Una que perdiera el tiempo conmigo en vez de perderlo con otro. Una que me hablara de poesía francesa a deshoras. Podría hacer una larga lista de reivindicaciones. Es normal ser ateo en estas condiciones.

jueves, 9 de octubre de 2008

Un poco de lluvia a las seis de la tarde

Todos recuerdan mi carrera como cantante melódico. Mis éxitos. Un poco de lluvia a las seis de la tarde, que se convirtió en un himno generacional para jovencitas. Yo no escribía las canciones, aunque la gente creía que sí, en realidad lo hacía un tipo apocado, medio calvo, con gafas y dentadura equina. Un tipo sensible, con poco aguante a la bebida. De vez en cuando le pasaba alguna fan para que se diera un homenaje, pero nunca me lo agradecía. Decía que las mujeres tendrían que adorarle a él, que escribía esas canciones que conseguían emocionarlas, no a mí, que yo era un mero transmisor del mensaje. Un simple profeta de la Palabra. El papel en el que está impresa la novela. Siempre estaba con cosas así, sobre todo cuando bebía. Me caía bien, pese a todo. Hacía que me sintiera orgulloso de mi éxito, un éxito que él anhelaba y jamás tendría, pero que me facilitaba a disgusto.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Cinefilia

—Yo a ti te he visto en una película de Bergman.
—Perdona, ¿cómo dices?
—Sí, te pareces a Liv Ullmann. No, a Harriet Andersson, eso es. Podríamos vivir un bonito amor veraniego en los fiordos suecos, aunque los famosos son los noruegos, como Liv Ullmann, que es noruega y no sueca, pero nacida en Tokio. Sin embargo, nuestro amor no se acabaría como en Un verano con Monika, no, nosotros seguiríamos juntos y enamorados, aunque te volverías loca, perderías la cabeza irremisiblemente, como le pasaba a Harriet Andersson en Como en un espejo. Pero no te preocupes, yo cuidaría de ti. No me parezco a Max von Sydow, pero eso no importa.
—Yo a ti te he visto en una película de Rohmer, que hablas mucho.

martes, 7 de octubre de 2008

Not about love

A ella le pareció fatal que le dedicara el libro a otra. «No se tiran a la basura diez años de musa por un año de otra musa», me dijo. Pensé en responder que se dejara de rollos, que sólo habíamos estado juntos el veinte por ciento de esos diez años, pero para qué, si algo he aprendido es a no discutir con mujeres, es más sensato hacerse el loco. No puede entender que yo quiero una musa cercana, un «musarato» conmigo. Soy demasiado viejo para seguir persiguiendo a mujeres de otros. Ya no le encuentro la gracia. Que me persigan ellas, si quieren. O ellos para partirme las piernas. Seguro que al menos es entretenido.

lunes, 6 de octubre de 2008

Cuentos orientales

—Esto del amor es un cuento chino, Gaston.
—Como todo, Pierre.
—Un cuento chino como el rollo zen ese. ¿Y qué es el zen? Pues el vacío, como el amor.
—Pero «zen» es un nombre japonés, no chino.
—Bueno, ya, pero para nosotros, los occidentales, todos los orientales son chinos, así que mi argumento sigue siendo válido.
—Deduzco que no te acostaste con la chica de anoche.
—Deduces bien.
—¿Qué pasó?
—Ella era preciosa, yo estaba borracho. O quizás fuera al revés, pero nos gustamos. Toda la noche nos estuvimos susurrando cosas que, con el ruido que había en el bar, no entendíamos, pero que nos excitaban igualmente, puesto que nos permitía dar rienda suelta a la imaginación. Cuando el local cerró, la acompañé a su casa y durante el camino le hice ver que estaba necesitado de cariño.
—Mal hecho, las mujeres no encuentran nada atractiva la necesidad.
—Lo sé, pero yo apelaba a su instinto maternal dormido para que me consolara.
—Así que querías follártela apelando a su instinto maternal, ¿eh? Nunca me presentes a tu madre, Pierre.

domingo, 5 de octubre de 2008

Cambio de costumbres

Cambio de costumbres. Buenos hábitos. Hacer deporte. Comer sano. Acostarse temprano. ¿Ganar? Cualquier día empiezo.

sábado, 4 de octubre de 2008

Evasiones

Tendríamos que fugarnos, conducir siempre por carreteras secundarias (tú elegirías la música), usar nombres falsos. Tú serías Katerina, yo sería Andrei. O viceversa. Nos detendríamos a almorzar en la campiña; llevarías un vestido blanco que me encargaría de quitarte enseguida, porque quién quiere perder el tiempo en alimentarse cuando estás cerca. Follaríamos bajo los rayos del sol, con el peligro de insolación que conlleva. Nos cubriríamos luego con los restos de tu vestido y comeríamos con apetito. Yo haría como que grabo todos tus gestos con una cámara inexistente, pues nos tomaríamos el pelo sin mesura. Pasaría la vida inadvertidamente, como ha de ser, llevaríamos una existencia alejada de las tragedias cotidianas. Y no me haría falta ponerte un cascabel en la pierna para saberte cerca, me bastaría tu risa.

viernes, 3 de octubre de 2008

Fe

Esta vez va a salir bien, estoy seguro. Las anteriores no cuentan, eran sólo un simulacro, un entrenamiento. Esta es la buena, la de verdad. Tiene que serlo. Claro que sí. Algo me lo dice. Una esperanza ciega. Que la justicia es también ciega y se supone que es una virtud. Esto va a funcionar. Seguro. Al fin va a tener sentido todo esto.

jueves, 2 de octubre de 2008

La lluvia en Berlín no tiene nada de particular

La ciudad. Calles sucias, ruido de tráfico. Un hombre está sentado esperando el autobús. Es el BARDO.

BARDO: Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí.

APUNTADOR: Oiga, que eso es del Tenorio.

BARDO: Da igual, es un homenaje.

APUNTADOR: Pero en el libreto no viene.

BARDO: ¿Por qué oiré voces en esta fría tarde? ¿Será esquizofrenia? Padre, ¿por qué me has abandonado?

APUNTADOR: Y eso es de la Biblia.

BARDO: Callad, voces. Hablo de mi padre, que me abandonó en un orfanato. Recuerdo bien aquel día. El resto es silencio.

APUNTADOR (enfadado): ¡Y ahora Hamlet! Así no se puede trabajar, este tío se pasa el libreto por el forro. ¡Yo dimito!

BARDO (impertérrito): Sic transit gloria mundi. Suavemente, como un suspiro. Sin darte cuenta de lo que sucede.

(Entra una CHICA y se sienta junto al BARDO.)

BARDO (a la CHICA): La lluvia en Berlín no tiene nada de particular.

CHICA: Perdón, ¿cómo dice?

BARDO: La lluvia en Berlín no tiene nada de particular.

CHICA (confusa): ¿Es una contraseña? ¿Es usted un espía?

BARDO: No, soy bardo.

CHICA: ¿En el siglo XXI? (Se aparta un poco de él.) ¿Ha bebido?

BARDO: Señorita, me ofende usted.

CHICA: Perdone. No era mi intención. ¿Qué quiere decir entonces con eso de la lluvia de Berlín?

BARDO: Me pareció una forma original de romper el hielo.

CHICA: Eso tengo que admitirlo, sí. Pero da un poco de miedo.

BARDO: No se queje, la alternativa era: «cantan las ninfas desnudas versos de mi imaginación».

CHICA: Perturbador.

BARDO: Como su belleza.

CHICA: Bueno, me suelen decir que es una belleza masturbadora, así que gracias, es bonita la novedad. Siento haberle llamado borracho.

BARDO: No importa. Además, es verdad que he bebido.

CHICA: Ya decía yo. Es que se le nota.

BARDO: ¿Sí? ¿Qué más me nota? Sea sincera.

CHICA: Pues… En la cara lleva escrito que es usted español. Esa tez cetrina, ese gesto de disgusto, ese metro y setenta centímetros de mala vida.

BARDO: Es usted severa.

CHICA: Es que soy bonita, ¿no lo recuerda?

BARDO: Sí. ¿Quiere que mate por su sonrisa?

CHICA: No es necesario. Soy partidaria de la no violencia.

BARDO: Yo también.

CHICA: ¿Entonces está usted en contra de las corridas de toros?

BARDO: Por supuesto. Los taurinos son todos unos futuristas.

CHICA: No hablemos del futuro, acabamos de conocernos. Dígame, ¿a mí no se me nota nada en la cara? Aparte de que soy guapa, que ambos lo sabemos.

BARDO: Se parece usted a Lili Marleen.

CHICA: Pero si es una canción.

BARDO: Da igual, yo la miro y oigo cantar en alemán.

CHICA: Eso es porque hoy juega el Manchester contra el Bayern de Múnich y está la ciudad llena de aficionados alemanes. Mire, están cantando en ese bar.

BARDO: Qué fea es la realidad incluso cuando es ficción.

CHICA: ¿Qué?

BARDO: No, nada. Que el fútbol es una bonita afición.

CHICA: ¿En serio?

BARDO: No.

CHICA: Viene el autobús. (Se levanta.)

BARDO (sombrío): Como la muerte.

CHICA: Qué melodramático es usted. Sólo es un autobús.

BARDO: Eso es lo que quiere que pensemos. Además, no es el mío. Yo espero al tres.

CHICA: La línea tres no pasa por esta parte de la ciudad, se ha equivocado usted de parada.

BARDO: Ha sido un error del destino, entonces. ¿La volveré a ver?

CHICA: Claro, cada vez que cierre los ojos y me recuerde.

BARDO: Digo en persona.

CHICA: Es posible, seguro que el destino vuelve a equivocarse.

(Telón.)

miércoles, 1 de octubre de 2008

Las eternidades

Nena, moriré pronto, cualquier día de estos, es algo inevitable. «De esto no se muere nadie», dirás tú, «salvo Pavese y algún otro, pero Pavese era eyaculador precoz y tú no lo eres». Vale, es un buen argumento, pero digamos que muero finalmente. ¿Quién te va a escribir estas cosas por las noches? Con este donaire mío. Con estas comparaciones con grandes poetas que me saco de la manga, porque yo lo valgo, que aplaudo cuando me miro al espejo. Porque he de decirte que la vida transcurre difícil mientras tú metes falsos profetas en tu cama. Cuando sé perfectamente que te encanta leerme y preguntarte luego si el texto habla de ti o si es ficción. Y que en secreto piensas cosas como: «me gusta su forma hambrienta de mirarme». Pero yo oficialmente no pienso en ti más que para planear perversiones, no te creas. Oficialmente tampoco es que tú pienses en mí. Pero está bien, aceptamos que son tiempos hostiles. Disimulamos.