miércoles, 3 de septiembre de 2008

Ripios

Dicen que he muerto y quizás sea cierto. De mí sólo queda una colección de recuerdos que en primera instancia ni siquiera eran míos. Recuerdos robados, que no inventados, pues nada más propio que lo imaginado. Recuerdo los días del Liceo Italiano. Petrarca, Dante, Pavese. La primera novia, que se llamaba Violeta. Que me decía: «todos los poemas que me escribes hablan de ti, no sé qué pensar». Para compensar le escribí un breve poemario (apenas veinte poemas) titulado: Violentando a Violeta. Una chiquillada. He leído demasiado, Violeta. Estoy loco. Y no hay manera de apagar esta sed, no sé si de cordura o si de más locura. Pienso en la danza de los espíritus, en Toro Sentado asesinado como lo fue antes Caballo Loco. El deseo de ser piel roja. El mito de ser piel roja. Esta década de los noventa tan extraña. El grunge y la generación X. El año 2000, que no significa nada. Las tardes pasadas leyendo los poemas de heroína de Eduardo Haro. Goytisolo salta por la ventana un día de marzo de 1999. Palabras para Julia, pero no para él. A veces gran amor, pero no las suficientes. Pero uno ha de vivir para negarse, también se negó Rimbaud. La poesía es una alquimia que nunca encuentra la piedra filosofal. Y me digo que esto es poesía como me digo que esto es amor, aunque el amor sea cosa de otros. Pienso en el príncipe Myshkin relatando la angustia del condenado a muerte. Pienso en Nietzsche abrazando al caballo del sueño de Raskolnikov. Pienso en Arturo Belano, que desaparece en África como Rimbaud, porque el que vuelve a Europa a morir no es Rimbaud, es un impostor, alguien que ha usurpado su identidad, otro caso Martin Guerre. El martirio del héroe, que no puede decepcionar al público, ha de morir puro, no vivir corrupto como los demás. Rigaut muere cómodamente. Pavese llama a una chica, la invita a cenar, ella rechaza la invitación, luego llama a otras dos con el mismo resultado, después se suicida. El fracaso está siempre lleno de gestos irónicos. «Es como una sinfonía la música del acabamiento», dice Leopoldo María Panero en un poema. Escribir es ser un adolescente toda la vida. Noches perdidas, eso es la literatura, le dije a una chica que prefería pasar sus noches con otro. Esta nada interminable que lo es todo. Esta repetición constante de viejos pensamientos. Pero ya no más literatura.

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