jueves, 25 de septiembre de 2008

Remando

Drinking rum and Coca-Cola, que cantaban las Andrew Sisters, veo la vida pasar. Y qué fea es la vida, qué mal vestida va, qué mal huele, incluso. Menos las niñas bonitas, claro, que no pagan dinero. Yo me siento barquero, pero no sé si gondolero o Caronte, que quizás también fuera gondolero, pensándolo bien. Imaginemos lo siguiente: estás en Venecia con una chica —que es preciosa, aprovechando que es una ensoñación— y decidís subir a una góndola como buenos turistas. Una vez en la góndola, descubrís que el que maneja el remo es el barquero de los muertos. Y lamentablemente no es carnaval. Surgen un par de preguntas entonces. La primera es si aceptará euros Caronte. La segunda es qué necesidad había de que la chica fuera guapa en la ensoñación, si al final se ha convertido todo en una pesadilla mitológica. A Caronte —que, por cierto, se parece a Tolstoi— no te atreves a preguntarle. Pero imaginas que te diría algo como: si hay que navegar hacia la muerte, mejor hacerlo con una chica guapa.

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