lunes, 19 de mayo de 2008

Truculencias

Yo quería ser el perfecto anfitrión, pero siempre había algo que me llevaba a asesinar a mis invitados. Preguntaba al invitado de turno cuántas cucharadas de azúcar quería en el café, me contestaba que dos, pero yo acababa sirviéndoselo con dos cucharadas de cianuro. Te voy a enseñar la casa, ofrecía a otro, pero al llegar al baño invariablemente lo empujaba a la bañera y allí lo cosía a puñaladas. Dormid aquí, es tarde y habéis bebido mucho para conducir, le decía a algún matrimonio amigo, ellos me daban las gracias, me decían que no querían molestar, yo contestaba que no era ninguna molestia, que me quedaba más tranquilo así, les preparaba la habitación de invitados y, de madrugada, entraba en ella y los ahogaba con la almohada. Poco a poco me fui quedando sin amigos, a pesar de todas mis buenas intenciones.

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