sábado, 22 de diciembre de 2007

Cartesianismo

Se lo confesé a mi mujer aquella mañana, durante el desayuno. "Cariño, soy mecánico", le dije. Ella levantó la mirada del periódico y me contestó: "ya lo sé; y yo soy maestra de escuela, ¿qué importa eso ahora?". "No, no me has entendido", repuse adoptando el tono de voz más razonable que encontré, "lo que estoy diciendo es que soy un robot, estoy hecho con piezas mecánicas". Me miró como si pensara que me había vuelto loco, pero continué con mi historia: "Esta noche he recordado que me montaron en una factoría japonesa; había muchos más como yo". Ella me apretó la mano con ternura y me preguntó: "Pedro, ¿estás tomando drogas?, podemos buscar ayuda". "No tomo drogas, Marta, te estoy diciendo la verdad, soy un androide, mis recuerdos humanos son implantados". Ella insistió en no creerme: "¿Te duele la cabeza? Podría ser un tumor". Me enfadé, es la verdad, y tiré el café al suelo al levantarme de la silla. Marta empezó a sollozar, yo me quedé unos segundos mirando como un idiota el café derramado. Después salí al salón y me senté en el sofá, desolado. Unos minutos después escuché que mi mujer dejaba de llorar y hablaba sola. Hablaba por teléfono, deduje. Había bajado la voz, pero pude entender lo que decía. Era: "tienen que repararlo, está funcionando mal, ha empezado a recordar cosas".

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