jueves, 24 de mayo de 2007

Fracasos tempranos (2)

Yo era muy torpe, pero ella siempre me perdonaba. Siempre viene una mujer a salvarnos. A condenarnos también, pero eso sería luego.

Una vez quise hacerme pasar por un admirador secreto y le escribí una carta anónima diciéndole cuánto me gustaba de ella esto y aquello. Pero me descubrió enseguida. "¿Cómo lo has sabido?", le pregunté. "Porque no faltaba ni una sola tilde", contestó ella. Yo, no sé por qué, estaba indignado y empecé a protestar: "¿Es que acaso soy la única persona que escribe con total corrección ortográfica?". "¿Ese rasgo es el que mejor me define?". "Pues en realidad...", empezó ella, pero me negué a seguir escuchándola, si bien no porque continuara enfadado, sino porque me iba a deprimir oír de los labios de mi amada que destacaba más como corrector que como poeta.

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