miércoles, 9 de agosto de 2006

De cómo me vendí al cinismo internacional

Soñaba con la vida que me era imposible y me negaba a aceptar la que me era propia. Para lograr la perfección en algún ámbito, mis ideas se fueron haciendo más radicales. El amor era absoluto o no valía la pena. Me proclamé reserva espiritual y moral de Occidente. Exhibí mi sufrimiento como si fuera la más bella obra de arte y usé los aplausos como pruebas. Secretamente quería traicionar a todos, acostarme con las mujeres de mis amigos, pero nunca llegué a entender los mecanismos de la vida real, así que no lo intenté, aunque esperaba que lo intentaran ellas. Finalmente me cansé de esperar lo que sea que estuviera esperando y afirmé públicamente que nunca había defendido las ideas del pasado, que todas las hemerotecas estaban equivocadas.

No hay comentarios: