miércoles, 17 de mayo de 2006

Recortes

Bajé del autobús sintiéndome perdido, el último de los emigrantes en busca de un futuro mejor. Nos saludamos con timidez. Hablamos durante tres horas en una cafetería, mientras el camarero nos conminaba con la mirada a abandonar el local. Dibujé unos emoticonos en una servilleta. Nos besamos en el metro. Nos encerramos en el hostal y el primer día sólo salimos para cenar. Días de sexo y ternura. De remolonear en la cama y decirnos que estaría bien poder vivir sólo de amor, pero también hay que comer, y por fin levantarnos cuando el hambre era abrumadora. Días perfectos. Subí al autobús sintiéndome perdido, el último de los hombres que abandonaba su hogar.

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