lunes, 19 de diciembre de 2005

Contratamos todo el año

En vez de relacionarme con personas serias y normales, lo que posiblemente haría que sintiera vergüenza de mí mismo y, en consecuencia, me esforzara por cambiar, me gusta disfrutar de la compañía de otras personas que, como yo, siguen vivas gracias a que la sociedad evita que la selección natural haga su trabajo. Así, por ejemplo, me veo respaldado por Stanley Illis cada vez que vemos a una mujer hermosa y propongo seguirla sólo por el placer que proporciona tal actividad. Si Stan fuera una persona normal, reaccionaría ante estas propuestas mías casi delictivas mirándome con tristeza y desaprobando mi actitud ante la vida, lo que me haría recapacitar y convertirme en un cristiano renacido como George Bush u oferta equivalente. Pero, claro, si Stan fuera así no sería amigo mío, así que esto que digo sólo funcionaría si todo el mundo fuera normal menos yo. La vida sería realmente solitaria entonces...

Esto lo aplico también a mis relaciones sentimentales, como dirían en la tele (y emotivas, añadiría uno). No puedo evitar que me gusten las desequilibradas. Si veo que una chica insiste en guardarse ensalada en el escote, tengo que conocerla. Lamentablemente, aquí no tengo tanto éxito como en lo que se refiere a entablar amistad con otros enfermos mentales; por alguna razón que desconozco, prefieren enamorarse de personas normales o inadaptados guapos.

Me pregunto cómo seré cuando tenga 40 años, si es que llego a cumplirlos. Me pregunto si me gustará la comida del psiquiátrico.

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