martes, 8 de noviembre de 2005

La monarquía

(Publicado también en El Otro Diario)

Ahora que todos celebramos con mayor o menor alegría el nacimiento de Doña Leonor (se me hace un poco raro llamar Doña a un bebé de pocos días, pero, en fin, también hay gente que le reza a estampitas), vuelve a reabrirse el viejo debate sobre la monarquía. ¿Está bien que gente a la que no conozco de nada viva de mis impuestos y además veranee en sitios que yo no me puedo permitir con mi mísero sueldo, parte del cual sirve para que ellos puedan ir y yo no? Desde El Otro Diario, fieles a la labor de servicio a la sociedad que nos caracteriza, queremos proponer soluciones de consenso para este espinoso asunto.

Se nos ocurre, por ejemplo, que la monarquía dé ejemplo. ¿Cómo? Muy sencillo: el Jefe de Estado, aparte de veranear, inaugurar cosas y cenar copiosamente, podría ejercer a la semana un trabajo normal, para acercar la monarquía al pueblo o el pueblo a la monarquía. Vale, tal vez el Rey esté muy mayor para esto, dado que a su edad debería estar jubilado y limitarse a cobrar la pensión (aunque parece ser que no hay edad de jubilación para los reyes), pero podría hacerlo el Príncipe en su lugar. Así, una semana el Príncipe trabajaría de taxista, la siguiente sería albañil, otra sería frutero, etc. Sé que se pueden presentar objeciones a todo esto que estoy diciendo, como, por ejemplo, que no hay sitio en el taxi para clientes y guardaespaldas, pero siempre podría conducir un monovolumen o un microbús. También se presentan otras complicaciones. Por ejemplo, ¿debería el Príncipe desempeñar profesiones que están fuera de la ley? También son ciudadanos, y es una forma de que el futuro Jefe de Estado conozca de primera mano su problemática social, pero, admitámoslo, hay poco glamour en vender papelinas o ser proxeneta.

Otra solución justa e igualitaria sería que cada semana o mes fuera Rey un español distinto (o Reina una española distinta, se entiende). De una tacada quitaríamos privilegios por nacimiento y el que una misma familia viviera a costa del resto de españoles. Creo que los monárquicos no se disgustarían demasiado, ya que España seguiría siendo un reino, y los republicanos estarían contentos ante la perspectiva de reinar durante una temporada. Claro que habría algunos problemillas; me imagino a las vecinas murmurando cosas como “mírala, desde que es Reina no hay quien la aguante”, “ayer fui a pedirle sal y los guardaespaldas me cachearon”, etc. Pero creo que a toda familia le gustaría ser Familia Real de vez en cuando.

La última y genial solución que ha desarrollado nuestro comité de expertos se puede resumir en una sola palabra: solidaridad. Vale, tal vez no sea viable que el Rey nos regale a cada español un yate, aunque sería una buena manera de combatir separatismos y a mí me gustaría tener uno (un yate, no un separatismo), y también es cierto que si los 40 millones de españoles fuéramos a esquiar –con todos los gastos pagados- al mismo tiempo a Baqueira Beret se podría colapsar aquello, pero podrían establecerse turnos tanto para utilizar el yate del Rey como para esquiar como Dios manda. ¡Menos Estatut y más yate!

Nota: el autor no se hace responsable de sus opiniones.

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