jueves, 6 de mayo de 2004

Annie Hall

Quizás la mejor reflexión sobre el amor sea el final de Annie Hall:

No obstante, volví a verla. Volví a ver a Annie. Fue en la parte alta del Oeste de Manhattan. Había vuelto a Nueva York. Vivía en el Soho con un chico y, cuando la vi, lo estaba arrastrando a ver el documental "La Pena y la Piedad", así que lo tomé como un triunfo personal. Annie y yo almorzamos juntos poco después, y hablamos de los viejos tiempos.

Después se nos hizo tarde, los dos nos teníamos que marchar, pero fue magnífico volver a ver a Annie. Me di cuenta de lo maravillosa que era y de lo divertido que era tratarla, y recordé aquel viejo chiste, aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice: "Doctor, mi hermano está loco, cree que es una gallina". El doctor contesta: "¿Y por qué no lo interna?" y el tipo le dice: "Lo haría, pero necesito los huevos". Pues eso, más o menos es lo que pienso sobre las relaciones humanas, ¿saben? Son totalmente irracionales y locas, y absurdas, pero ... supongo que continuamos manteniéndolas porque, la mayoría, "necesitamos los huevos".

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