martes, 2 de marzo de 2004

TIRANDO DE ARCHIVO

Cuento de Altavoz

Una bella mujer meditaba sobre la cama. Razonaba acerca de la conveniencia de no abandonar a los amigos. El narrador de esta historia estaba en desacuerdo: Él quería besar sus calcetines.

Entonces sucedió algo maravilloso: San Anselmo entró por la ventana cargado de regalos. Y todos los niños se atragantaron con los caramelos, pero esa noche hubo bailes y fuegos artificiales junto al lago. Pues otra noche de otoño había llegado.

Fue así que nuestro protagonista conoció a la más bella damisela que jamás ocupó portada de revista: la Abominable Caperucita de las Nieves. Pero eso no lo contaremos hoy. Nuestro protagonista, llamémosle Altavoz, surgió de la nada que había en la carbonera de sus padres una mañana de abril. Pancracio, el padre de Altavoz, estaba cortando leña cuando escuchó una voz que procedía del interior de la carbonera. La voz decía: “papá, he nacido sano y de izquierdas”. Y los padres se regocijaron e hicieron una gran fiesta en la que corrió el vino y se encargó una gran variedad de alimentos de ultramar y llegaron parientes de tierras lejanas y todo tipo de acreedores que detuvieron a los padres de Altavoz, porque eran una familia pobre y no tenían forma de pagar todo ese lujo. Altavoz se quedó solo y a partir de entonces vagó de un sitio a otro. Y no le acogieron ni sus parientes lejanos. Porque Altavoz era un niño con problemas para dormir y nadie quería cuidar de un niño enfermo.

Pasaron los años y el país entró en guerra. Altavoz tenía por aquel entonces 10 años, pero se presentó a filas y fue aceptado debido a que impresionó a todos con su dicción. Esto le fue muy útil también con el enemigo, al que ocasionó grandes daños. Muchas compañías fueron capturadas o aniquiladas por Altavoz. Finalmente fue recibido por el Rey, el cual le otorgó la condecoración más alta del reino: un abrazo, y le sentó a su mesa y fue largamente honrado en todo el país. Altavoz cortejó a condesas, marquesas, baronesas, dentistas, etc. Pero cuando terminó la guerra fue encarcelado y su nombre se borró de los anales del reino. El motivo fue que contó un chiste sobre sindicalistas ante el Arzobispo.

Muchos fueron los sufrimientos de Altavoz durante las 3 horas que permaneció entre rejas, pero nada de esto se contará aquí para no hacer llorar a los presentes. Sólo decir que cuando salió ya nadie le recordaba. Todas las puertas que con tanto esfuerzo había abierto volvían a estar cerradas. Así que se dedicó a viajar de un lado a otro, siempre sin rumbo fijo. Comía el poco alimento que las almas caritativas tenían a bien darle después de hacerle humillarse adecuadamente. Los niños de los pueblos siempre estaban felices al verle llegar, pues Altavoz era un buen blanco para sus piedras. Así era la existencia de Altavoz hasta que cumplió 21 años.

No hay comentarios: